El orden correcto


Nací en un hogar cristiano, y, cómo todo en la vida, eso tiene sus pros y sus contras. La gran bendición de estar involucrado con la comunidad cristiana es que he sido testigo presencial de los hermosos cambios que el Señor ha hecho en medio de nosotros: la alabanza, la intercesión, la profecía, etc. Además de poder alabar al Señor con los cantos más antiguos, hasta los más modernos, esa es una bendición.

Sin embargo, también fui un recipiente en el que volcaron, con buena intención, enseñanzas que se repiten en la Iglesia, pero que no son nada bíblicas. Algunas son irrelevantes, cómo que Dios no me va a escuchar si oro con gorra. Pero otras si has hecho mucho daño al Cuerpo de Cristo, trayendo mucha desinformación, y causando, sin querer, daño.

Amo a la Iglesia, yo no veo denominaciones, ni considero mejor una enseñanza de otra. Pues la verdad es una sola, por lo que nunca estará en competencia consigo misma. Todos somos parte de algo más grande, y he entendido que yo soy Iglesia. También sufro por la Iglesia y siento celo por ella. Porque lo que muchos experimentamos es un pobre sustituto de lo que es la Iglesia. 

La Iglesia, es el segundo de mis temas favoritos: la novia de Cristo. Mi cariño por ella solo lo eclipsa la Gloria del novio, mi tema favorito. Esta unión entre novia y novio es un misterio que refleja miles de implicaciones prácticas para la vida diaria. Es un misterio revelado que cambia las perspectivas de todos aquellos que somos creyentes. Es una unión diseñada en el cielo, es voluntad del propio Dios.

En Efesios 5:23 Se nos dice claramente que El Señor Jesús es el novio de la Iglesia, pues se ganó el derecho al salvarla. Y este es un punto importante, aunque desde pequeño me enseñaron el hermoso sacrificio de amor de nuestro Salvador, siempre me enseñaron que ahora yo tenía que esforzarme por ser merecedor de ese amor. Que si correspondía orando, ayunando y asistiendo al templo cada domingo, entonces era merecedor del amor de Dios y estaría conmigo.

Siempre recuerdo aquella vieja interpretación, aunque errónea, del  Hijo Pródigo, lejos del hogar, que regresa arrepentido al Señor. Así, siempre era Yo quien regresaba arrepentido, Yo quien volvía a orar, Yo quien trataba de portarse bien, Yo quien volvía a servir en la Iglesia... y terminaba fallando otra vez. Hasta que entendí que el Hijo Pródigo no se arrepintió al volver a su Padre; que fue hasta que el Padre lo encontró que el se arrepintió. Porque la salvación, la Iglesia, pertenece a Dios porque Él es el que nos rescató.

Categóricamente el Señor Jesús dice: "no me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros" Juan 15:16 El Salvador es Dios, quien produce arrepentimiento es su Santo Espíritu, quien quita la venda es el Señor. No entramos en ese proceso más que para responder en adoración y gratitud. Ese es mi punto, yo no elegí a Dios, yo respondí a su amor. Yo no "acepté a Cristo"; yo "respondí a Cristo" al ver la realidad de su amor y de mi condición. Pequeño detalle, que cambia todo.

En Efesios 5:25.27, El Apóstol, continuando su comparación, dice claramente que el Señor Jesús es el que se entrega a la Iglesia (y no la Iglesia a Él); que Él es el que la purifica (la Iglesia no tiene la capacidad de purificarse, pero si de arrepentirse); y que, finalmente, se la presentará a sí misma sin mancha, ni arruga (por lo que el proceso de santificación también es un asunto de Dios). Como me gusta decir: "Todo comienza en Dios, continúa con Dios y termina con Dios".

Sigamos con la imagen bíblica. Quien corteja, conquista, se entrega, ama, es el novio. La novia se deja cortejar, responde, confía, respeta. Ese es el orden bíblico. Cuando, cómo Iglesia hacemos las cosas para cortejar al amado, estamos revirtiendo el orden bíblico y transformamos la relación de amor en una religión.

Por lo que mi punto práctico en todo esto es: El asunto no es que si adoras el sábado o el domingo; si hablas lenguas u oras en silencio; si alabas a ritmo de coro, cumbia o rock; si mencionas en tu oración el nombre de Jesús o de Yeshua; si usas encuentros o evangelizas casa por casa. Etc. El punto es "¿Por qué lo haces?" 

Si, como parte de la Iglesia, me da seguridad lo que hago de estar bien, entonces estoy revirtiendo el orden. Si lo hago para provocar al cielo a hacerme caso; si mi intención al ofrendar es obtener una bendición, entonces estamos haciéndolo en el orden incorrecto, nos encaminamos a practicar una religión. Por eso nuestras Iglesias, en la práctica, son irrelevantes en la sociedad. 

Así que mi reflexión es; ¿Y si vemos la Iglesia cómo Él la ve? ¿Y si nos permitimos ser seducidos por Dios? ¿Y si en lugar de proponer, comenzamos a responder a su amor? Somos la novia, ya somos suyos, ya nos ama. Amémosle a Él, porque Él nos amó primero.

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