Salvación

 


Bien. Ha llegado el momento de retomar el blog. Y que mejor manera de hacerlo que aprovechar que estamos en Semana Santa, fecha en la que al rededor del mundo celebramos la muerte y resurrección del  Señor Jesús. 

Esta reflexión surge porque me encontraba escuchando un programa que me gusta en Youtube. En él se hace énfasis en el poder de Dios y siempre se hace la invitación para recibir al Señor Jesús como Salvador. Sin embargo, algo me llamo la atención, no sé si tiene que ver con el doblaje al español, pero el anfitrión del programa invitaba a la gente a orar para buscar la salvación.

En la oración, el pedía que se repitiera lo siguiente: "se que he cometido mucho errores", y, posteriormente, "perdóname por esos errores". Aquí veo un gran problema, Simplemente porque "error" no es lo mimo que "pecado". Déjame explicarte paso a paso. Como siempre digo, hay que poner las cosas desde las perspectiva de Dios.

Dios es Santo y perfecto. Nada impuro puede estar delante de su Presencia. Sin embargo, desde el pecado original, todos nacemos corruptos por el pecado y, por lógica, no somos aptos para presentarnos ante la pureza de la Deidad, El problema es que ningún ser humano es capaz de expiarse a sí mismo, Por la sencilla razón que el pecado solo puede ser limpiado por el derramamiento de sangre del infractor, es decir, con su muerte. El Eterno sabe eso, por lo que nos proveyó una forma de salvarnos: Su propio hijo.

Es así que el Señor Jesús desciende a esta tierra, que se viste de carne, de sudor, que caminó en medio de nosotros, para, al final, morir por nosotros. ¿Por qué hizo eso? porque el no pecó, y de esa forma, fue apto para tomar el pecado del mundo, es decir. él se "echó la culpa" por nuestros pecados. De esta forma, se abrió la puerta para entrar a la Presencia del Padre.

Debemos hacer un alto, porque la predicación actual suele detenerse en este punto para ofrecer la Salvación a cambio de una simple "oración de fe", lo que produce que muchos de los que se congregan los domingos en realidad no son salvos. Porque la salvación no es un asunto de la voluntad humana, de principio a fin tiene que ver con el Señor.

Primero, escuchas las Buenas Nuevas de Salvación, para esto es necesario que el Espíritu Santo "abra los oídos" para entender el mensaje. Segundo, tenemos que entender el mensaje, hay muchos que hicieron la "oración del pecador" sin tener la más mínima idea de lo que estaban diciendo. Tercero, se responde con fe a ese mensaje con la evidencia clara del Arrepentimiento (dicho sea de paso, el arrepentimiento no es mero sentimentalismo, es una acción sobrenatural que obra Dios en nosotros, puedes ver una entrada en este blog titulada "Verdadero Arrepentimiento" en este blog). Por último, se produce el acto sobrenatural de la Salvación, el Nuevo Nacimiento.

Hay una forma muy fácil de comprobar que la mayoría no entiende lo que hizo al "recibir a Jesús", cuando el creyente que ya realizó la oración de fe, se le invita a bautizarse, pero, antes de hacerlo, le dan un curso "prebautismal" cuyo fin es que entienda el significado del bautismo. Ahora, si yo tengo que explicarle a un recién convertido que sucedió al ser salvo es porque no es salvo, ¡pues no tiene idea de que fue lo que en realidad sucedió!. ¿Cómo puede haber salvación sin entendimiento?

Aún más, volvamos a la oración que comenté al principio, un pecado no es un error. Mientras que las Escrituras nos presentan el pecado como una ofensa ante Dios, como una razón para estar enemistados con el Eterno, los cristianos, para evitar ofender de más a las personas, cambiamos la palabra pecado, por un error.

Y es que la palabra pecado con lleva una "acción" de parte de quien lo comete. El pecado me hace culpable, y una persona culpable es candidata a que el castigo descienda sobre ella. Mientras tanto, la persona que comete un error, es aquella que se "equivocó", por lo tanto no es responsable, sino que s una víctima que necesita el perdón porque fue un error. Quien se equivoca merece el perdón, pero el que peca no lo merece.

Y esa es la esencia de la Salvación, no merecemos su amor, somos reos, convictos, culpables y, por lo tanto, merecemos el castigo. Y esa es la belleza del amor de Dios, que aún siendo pecadores, ofensores de su Santidad, mandó a su Hijo a morir por nosotros. Aún más, mandó a su Espíritu Santo para convencernos de nuestra culpabilidad y provocar en nosotros el arrepentimiento, para, así, poder ser salvos.

La Cruz es real. La tumba vacía también es real. La Salvación está a nuestro alcance. Pero solo el que reconoce su pecado, agradece la obra expiatoria del Señor Jesús y se arrepiente puede acceder a ella. Estos días son especiales para analizar nuestra vida en oración y poder reconocer si ya somos salvos o simplemente repetimos una oración que no entendimos. 


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