La Perspectiva Correcta

 


Estamos viviendo momentos increíbles, la Iglesia por fin está entendiendo que el Señor nos creó para triunfar, que nos dio una nueva Identidad para disfrutar de la bendición de estar vivos, que nos ha hecho más que vencedores, que fuimos puestos en esta tierra para disfrutar de la vida. Para Vivir…

Es más o menos lo que se enseña en muchas de nuestras congregaciones, atraemos a las personas al evangelio proclamando los beneficios que podemos disfrutar en esta vida como Hijos de Dios, en Él lo tenemos todo, se argumenta, no solo salvación, también provisión, sanidad, protección, etc. Todo lo necesario para vivir.

Y, sin embargo, no dejo de pensar en que esto se parece mucho a la filosofía del mundo: ¡Vive la vida! Es lo que se proclama en cualquier curso de auto ayuda, en las consejerías, pero, también, es el mensaje que el enemigo quiere que creamos, que estamos en esta tierra para vivir, para experimentar, para crecer.

Como bien señala el hno. Jared C. Wilson, en su revelador libro «El Evangelio Según Satanás», el sutil engaño se encuentra en que la premisa: «Vive la vida» se centra en esta vida como si fuera la única, mientras que las Escrituras nos muestran que esta existencia solo es temporal y que nuestra mira debe estar en la vida Eterna.

La perspectiva con la que abordemos nuestra existencia repercutirá directamente en nuestras acciones diarias, pero, también, en las convicciones que motivan nuestras decisiones, e influirá en la calidad del fruto que presentemos ante el Señor cuando le rindamos cuentas por los talentos recibidos.

Quiero darte un ejemplo práctico: El otro día un familiar escuchaba a un predicador, ignoro quien era, predicar que diario teníamos que cubrirnos con la Sangre de Cristo, de esta manera estaríamos protegidos de cualquier mal. Y, siendo sinceros, creo que muchos creen en esta premisa… aunque no sea cierta.

Es una idea que se centra, como venimos diciendo, en esta vida, usando el concepto de la preciosa Sangre de nuestro Señor Jesús como un amuleto… sin embargo, las Escrituras nos muestran otro enfoque, el celestial, el Eterno, el que tiene que ver con la «otra» vida, en el cual se le da un gran valor a la Sangre del Señor Jesús, pues a través de su derramamiento fuimos reconciliados con el Padre, salvos de la Ira Eterna. Aunque, aquí, en esta tierra, se nos advierte que pasaremos por tribulaciones, persecuciones, de las cuales la Sangre del Cordero no siempre protegerá nuestro cuerpo, pero sí nuestra alma.

Entonces, querida Iglesia, no estamos aquí para vivir. Porque al final, esta frase nos lleva a pensar en nuestra propia vida, en lo que nos gusta, en lo que nos da placer. En nuestra propia voluntad. ¿No es curioso? Usamos el pretexto de vivir para declarar que el Eterno Dios nos dará aquellas cosas que anhela nuestra alma, cuando, una vez más, las Escrituras nos muestran otra realidad.

De hecho, se nos dice que el Reino de Dios es tan valioso que, cuando alguien lo encuentra, está dispuesto a perder todo lo que tiene para poder obtenerlo. ¿Recuerdas al joven rico? Él no quiso desprenderse de lo que tenía para entrar al Reino de Dios, prefirió seguir «viviendo» la vida, su vida.

Así que no, no estamos transitando en esta tierra para «vivir» nuestra vida, estamos aquí para «morir» y, así, conocer la verdadera vida. No la vida que emana solamente de su Poder, sino la que se conoce al hacer su voluntad. Al someterse a sus preceptos, al aprender a amar lo que ama y a odiar lo que odia y, eso, querida Iglesia, ningún creyente que ha pasado por los procesos para aprenderlo podría catalogarlo como «vivir la vida».

Hoy es un buen día para recordar la oración de nuestro Maestro, hacer suyas las palabras: «Que se haga tu voluntad como en el Cielo, también en la tierra», rindamos ante la cruz nuestro derecho a vivir… para poder concocer la verdadera vida; entonces, no viviremos, existiremos.

 

En amor

Juan


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