¿Qué pasará? De la Iglesia entre modernismo y posmoderismo


Hoy se me da por escribir lo que he venido observando hace mucho. Perdona si de repente los pensamientos salen burdos, no he quebrado sus aristas aún. Mas en estos tiempos en los que he experimentado cambios, los cuales amenazan con hacerse profundos, brotan uno tras otro para alcanzar voz.

Nos tocó vivir tiempos interesantes. Momentos en los cuales nos movimos de la certeza del modernismo a la relatividad del posmodernismo. Me explico. El modernismo es un periodo de tiempo en el cual, de manera muy general, se creía que la ciencia y el hombre obtendrían todas las respuestas. El posmodernismo, por el contrario, sostiene que toda certeza debe ser destruida, y que la verdad es una vía de mil senderos para ser descubiertos.

En esta transición, la Iglesia hace desesperados intentos por adaptarse, por un lado; y por el otro, mantenerse. Me explico. Muchos sectores de la Iglesia siguen rigiéndose del modo modernista (aunque ellos dirían que es bíblico), Entre muchos ejemplos encontramos formas de interpretar la Biblia, la figura del pastor como especialista y única voz de mando, la forma de presentar el evangelio, etc.

Por otro lado, encontramos otra parte de la Iglesia que está desapegándose de las creencias básicas de la Iglesia (ellos le llaman fundamentalismo), haciendo énfasis en el amor de Dios, la tolerancia y el amor manifestado en labor social.

Lo sé, estoy generalizando mucho, pero advertí que son reflexiones que distan mucho de haber terminado. Después de pensar mucho (no soy de los que rechazan nuevas interpretaciones sin considerarlas minuciosamente); y de considerar mucho (no soy de los que permanece en lo viejo sin considerarlo minuciosamente; me doy cuenta de que la Iglesia no ha sido un referente de metodología, ni de pensamiento (salvo honrosas excepciones); sino que, sin proponérselo ni darse cuenta, han seguido a la sociedad, amoldándose a la situación u oponiéndose a ella con cerrazón.

Así que creo firmemente que hemos llegado a un punto. El punto que ilustra perfectamente la imagen al principio de esta entrada. Se acabó el camino para la Iglesia. No hay más senda por donde proseguir. Por un lado, aquellos que no cambien serán perseguidos; y los que cambiaron para amoldarse a la sociedad serán absorbidos por ella (como no quiero crear controversia de más, dejaré este tema para más adelante).

A la Iglesia no le queda más que sumergirse en Dios. Es el tiempo en que las cosas las hagamos de manera diferente. Que nuestros fundamentos sean rescatados y despojados de toda religiosidad, a la vez de que nuestras innovaciones no son otra cosa que una vuelta al diseño de Dios.

Y es que, seamos sinceros, por más que quieran vendernos una nueva moralidad, una nueva imagen de Dios, una interpretación de la verdad... detrás de ellos están escondidas dos cosas:

  1. Manipulación. No hay nada nuevo bajo el sol. Nuestras tan pregonadas libertades tienen que ver más con consumismo, publicidad y la preparación para una unificación ya profetizada hace mucho por la Biblia. No se trata de ser alarmista o de buscar conspiraciones detrás de cada cosa, basta con observar, solo con observar como se desarrollaron las cosas y analizar un poco la historia.
  2. Libertad. No la libertad verdadera, donde somos responsables; sino la libertad en la que cada uno puede hacer lo que quiera; esa libertad que nos lleva a la anarquía y a buscar nuevas formas de desfogar esa parte mala dentro de nosotros. Me pregunto,,, ¿Hacia quién se dirigirá el odio esta vez?

Así que si escribo esto es por darme cuenta de la deplorable situación de la Iglesia. De como vive en pecado y distraída de su verdadero potencial. Y no. No se trata de que estoy deprimido o que no vea esperanza. Todo lo contrario. Es porque Dios nos está despertando. La voz de las oraciones se está elevando y la Iglesia, con todo y sus defectos, se está lanzando al mar de la incertidumbre en Dios, de la fe en lo que no se ve, de la santidad en contra de todo, de la debilidad revestida de su fuerza, del poder de abandonarse y conocer a Dios...

¿Te quedarás en la playa?

Al final de cuentas, esta transición entre épocas y formas de pensar es una oportunidad de revalorar lo que creemos y cómo lo ponemos en práctica. En medio del caos en el que se sumergirá el mundo al ir tras sus deseos, la Iglesia verdadera emergerá como nunca antes. Llena el corazón de esperanza, dobla esas rodillas... y abre muy bien los ojos y tus oídos... algo grande viene.

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