Como interceder: El arte de argumentar. Parte 2




Principio 2. ¡Perdónanos por Amor de tu Nombre!


No tenemos que demostrar que si el mundo está tan mal es consecuencia directa del pecado de los hombres. Por lo que cuando oramos por los demás muy probablemente la situación en la que están sea una consecuencia directa del pecado.


El problema es que el pecado hace separación entre Dios y los hombres. Y si ellos están separados de Dios ¿cómo se arreglará esa situación? Por eso, al interceder, debemos de pedir perdón en nombre de los demás. Pero, no lo hacemos diciendo «ellos han pecado, perdónalos». No, el intercesor se identifica con el pecado de la otra persona y se postra con humildad diciendo «perdónanos»; pues considera su propia debilidad (Ga. 6:!).


¿Por qué Dios habría de perdonar a alguien que es rebelde contra Él? Por amor de su Nombre. Porque es un Dios misericordioso, lento para la ira y grande en misericordia (Sal. 86:15; 193:8; 145:8). Observa como los hombres de Dios oraban de esa manera:



  • Asaf: «No recuerdes contra nosotros las iniquidades de nuestros antepasados; vengan pronto tus misericordias a encontrarnos, porque estamos muy abatidos. Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; y líbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre. Porque dirán las gentes: ¿Dónde está su Dios? Sea notoria en las gentes, delante de nuestros ojos, la venganza de la sangre de tus siervos que fue derramada». Salmo 79:8-10
  • Nehemías: «Esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo». Nehemías 1:6-7
  • Isaías: «Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros. No te enojes sobremanera, Jehová, ni tengas perpetua memoria de la iniquidad; he aquí, mira ahora, pueblo tuyo somos todos nosotros. Tus santas ciudades están desiertas, Sion es un desierto, Jerusalén una soledad. La casa de nuestro santuario y de nuestra gloria, en la cual te alabaron nuestros padres, fue consumida al fuego; y todas nuestras cosas preciosas han sido destruidas. ¿Te estarás quieto, oh Jehová, sobre estas cosas? ¿Callarás, y nos afligirás sobremanera?». Isaías 64:8-12
  • Jeremías: «Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre; porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado. Oh esperanza de Israel, Guardador suyo en el tiempo de la aflicción, ¿por qué te has hecho como forastero en la tierra, y como caminante que se retira para pasar la noche?¿Por qué eres como hombre atónito, y como valiente que no puede librar? Sin embargo, tú estás entre nosotros, oh Jehová, y sobre nosotros es invocado tu nombre; no nos desampares». Jeremías 14:7-9
  • Daniel: «Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo». Daniel 9:19



Queda claro que debemos pedir perdón por los pecados de aquellos por los cuales oramos. Con misericordia y amor. Recordándole al Señor su gran Nombre y misericordia, para que extienda su brazo y de una nueva oportunidad.


El Señor es claro a este respecto, cuando promete restaurar al Pueblo de Israel, Él da las razones claras de porque actuará con misericordia, observa:



«Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis llegado. Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones, el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice Jehová el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos. Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país». Ezequiel 36:22-24 (Énfasis añadido).



¿Observas? Claramente el Señor dice que lo hará por causa de su nombre, de su honor, de su fama. Por eso es un buen argumento que podemos utilizar a la hora de interceder.



Principio 3. ¡Tú lo dijiste!

Como mencionamos en la clase pasada, un abogado, para poder argumentar, necesita conocer la ley. De igual forma, el intercesor debe de profundizar en la palabra de Dios para poder usar el argumento del tercer principio.

Dios es un Dios de planes, Él los desarrolla y, de antemano, promete y anuncia lo que va a hacer. Desgraciadamente a los seres humanos nos encanta salirnos de los planes de Dios con nuestra rebeldía y gran sabiduría. Pero contamos con que ÉL ha prometido cosas sobre nosotros y, que por amor de su nombre y gran misericordia, le gusta cumplirlas.


Por eso, un principio básico de la argumentación es recordarle al Señor las promesas que Él nos ha hecho. Aquí es cuando somos osados, con la confianza que nos da la relación que tenemos con el Padre y no con la insolencia de un hijo berrinchudo que quiere salirse con la suya.


Es como cuando alguien que queremos está mal, a lo mejor desanimado, cansado y nosotros le recordamos sus prioridades, lo que él dijo que iba a hacer. Lo hacemos porque lo amamos y queremos que reaccione. Amamos a Dios, Él no necesita reaccionar, pero sí podemos recordarle lo que Él prometió.

Por motivos de espacio no puedo poner los textos completos de los textos que dan fe de esto, por lo que te pido que tomes tu Biblia y leas los siguientes ejemplos:



  • Moisés. Éxodo 32:13-14
  • Dios mismo. 2 Reyes 13:22-23
  • Salomón. 2 Crónicas 6:16,17,20
  • Daniel. Daniel 9:4
  • Miqueas. Miqueas 7:18-20


Es claro, entonces, que podemos recordarle a Dios las promesas que ha hecho. Por ejemplo, si una esposa ora por el esposo que es inconverso, puede decirle a Dios: «Tu Palabra dice que mi esposo es consagrado a ti por causa mía, cumple con esa promesa por favor» (1 Co. 7:14).


Las promesas pueden ser de dos tipos. Están aquellas que el Espíritu de Dios trae a tu mente de las Escrituras, de tu tiempo de intimidad con Dios cuando la lees y la meditas. Pero también están las promesas de los profetas probados y que ministran bajo autoridad. Esas promesas que Dios ha dado a través de ellos o directamente a ti mismo también las puedes recordar al Señor.


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