Como vencer a la carne; lecciones de la vida de Jacob I


Desde que era pequeño, una de las frases que más he escuchado en el Templo es que hay que vencer a la carne. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que la mayoría de las personas no tienen idea de cómo vencerla pues ni siquiera saben qué es la carne. ¿Cómo vencer a un enemigo al que no se le conoce?

No puedo extenderme por el espacio, trataré de ser conciso y explicar en tres entradas como se vence la carne.

Aprender a amar a Dios es un proceso, dura muchos años, pero vale la pena. La vida de Jacob nos dará luz acerca de este proceso.

FASE I. LA IGNORANCIA. EL EGOÍSMO COMO PARTE NATURAL DE LA VIDA.

La vida de Jacob comienza con la respuesta de Dios a la petición de su padre, Isaac, por la curación de la infertilidad de su esposa. Así que podemos decir que Jacob fue un hijo engendrado por un milagro y con un llamamiento divino (Gn. 25:21).

Sin embargo, aún y cuando nació en el seno de una familia que servía a Dios, él no conocía a Dios. La gran verdad es que cada ser humano nace sin un conocimiento de Dios, aún los que nacemos en una familia cristiana.

Nos tenemos que remontar a la creación del mundo, justo en el momento en que el hombre pecó, para poderlo entender. Hasta ese momento el hombre vivía unido a Dios, en un estado de inocencia y perfección. Cuando peca decide independizarse de Dios (Gn. 3).

Así el hombre decide vivir una vida independiente y egoísta de Dios. Esto es muy importante, pues la Biblia dice que las consecuencias del pecado, la muerte, pasó a todos los hombres y mujeres que descienden de Adán y Eva. Es decir, todos nacemos muertos espiritualmente (alejados de Dios); y, por lógica, vivimos vidas independientes y egoístas (Ro. 5:12,19; 1 Co. 15:22).

Miremos a Jacob, desde que estaba en el vientre de su madre ya luchaba con su hermano por nacer primero (el hijo que nace primero, en los tiempos bíblicos, era el principal heredero y continuador del negocio familiar).
Conforme creció, no descansó hasta lograr que su hermano le cambiara la primogenitura por un plato de lentejas.

Así somos, somos egoístas e independientes, vivimos aislados de los demás, formamos ideas moldeadas por nuestras propias experiencias; hasta el grado de decir que la verdad no existe y es relativa, el pretexto perfecto para hacer lo que se nos da la gana y no rendir cuentas a nadie.

La Biblia dice que cada persona que nace en este mundo es pecadora y que no puede agradar a Dios por esa naturaleza maldita (Ro. 3:18; 4:17-19; 5:8-10; 7:5; Ef. 2:1-4; Col. 1:21; 2 Ti. 3:2-4). Y, admitámoslo, crecimos siendo egoístas y viendo por nosotros mismos, aún y cuando hacíamos cosas buenas.

Génesis 27 nos narra el colmo del egoísmo de Jacob; engañó a su Padre y le robó la primogenitura a su hermano Esaú. ¿Cuántas cosas no hacemos por egoísmo? Jacob pudo haber argumentado que Esaú despreció la primogenitura y se la vendió (cosa que era cierta) pero él sabía que eso no era válido, así que prefirió engañar a su Padre.

¿Te das cuenta? sin Dios somos seres que ambicionamos, envidiamos, nos encerramos en nosotros mismos y desarrollamos argumentos, patrones de pensamientos y paradigmas para justificarnos. Es triste el destino del hombre.

Jacob, un hombre de casa, tiene que huir y encontrarse solo en medio de la noche. Tal como muchos de nosotros nos encontrábamos solos tratando de sobrevivir como mejor pudiéramos. Por eso la Biblia relaciona el pecado con la codicia y el deseo por hacer nuestra propia voluntad.

Un buen día, nos encontramos con la salvación en el Señor Jesús. Lo que nos llevará un paso más en el proceso de poder entender como vencer a la carne, pero ese es tema de la siguiente entrada.

Basta con recordar que el hombre sin Dios está abandonado y desarrolla una vida independiente y egoísta.

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