El Fruto del Espíritu Santo I


A veces los creyentes nos centramos en buscar el poder de Dios, sin embargo, las Escrituras nos muestran que Dios está más interesado en que desarrollemos el fruto del Espíritu Santo. Comenzaré una serie para explicar porque es tan importante.

En las Escrituras el Señor Jesús compara al creyente con una planta (Juan 15). Cuando hablamos de dar fruto nos referimos a los aspectos visibles de nuestro comportamiento, los cuales son juzgados como correctos cuando se hacen con las intenciones correctas. La Biblia nos señala que la motivación de un creyente debe ser el Espíritu Santo, veamos lo que dice la Palabra de Dios respecto al fruto del Espíritu:

«Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos». Gálatas 5:16-23
 
Se espera que los creyentes demos fruto (Mt. 13:23; Jn. 15:16) y que este fruto sea bueno. Un creyente puede dar dos clases de fruto, como dice el texto de arriba: de la carne o del espíritu. La carne es tu manera personal y egoísta de ver el mundo. Es posible usar el poder para beneficio propio, tal como lo hizo satanás. Cuando lo hacemos, estamos provocando un fruto de la carne.
 
¿Cómo sabemos que es una obra de la carne? Como te imaginarás, las obras de la carne salen de nuestra manera egoísta y pecaminosa de ver la vida. Las obras de la carne son pecados, aunque en apariencia sean buenas.

Mira, una persona no cristiana puede ser «buena» moralmente hablando, puede ayudar a los demás, portarse bien. Eso no quiere decir que él sea bueno. Porque todas esas cosas nacen por motivaciones personales, por esfuerzo propio. Un creyente, al utilizar su propio esfuerzo, también realiza obras de la carne, aunque en apariencia parezca algo bueno. Por eso la Palabra de Dios nos insta a que nuestras motivaciones sean provocadas por el Espíritu de Dios.

Las obras de la carne se realizan cuando yo utilizo los recursos de mi alma sin la ayuda de Dios. Lo más difícil de ser creyentes es hacer a un lado nuestra manera personal de ver la vida, es decir, desde el punto de vista de nuestra carne. Tu carne se basa en tu experiencia, por lo que las obras de la carne se realizan cuando analizas las cosas desde tu propia experiencia utilizando alguno de los tres canales que mencionamos a continuación:

1. El Intelecto. Cuando utilizas tu capacidad de análisis, sin tomar en cuenta a Dios y basado en tu manera de ver la vida, estás realizando una obra de la carne. Las Escrituras nos dicen que las cosas malas salen de dentro de nosotros (Stg. 4:1-3; Mt. 15:18-19). Cuando pones tu punto de vista por encima de Dios, el resultado será una obra de la carne.

2. Las Emociones y Sentimientos. También, cuando actuamos por lo que sentimos, sin tomar en cuenta lo que Dios dice, ocurrirá que daremos a luz una obra de la carne. Si nos domina el miedo, el sentido de rechazo, la alegría, etc. lo que salga de nosotros no será bueno, te lo aseguro. El gran problema es que la mayoría de nosotros actuamos por lo que sentimos y no tomamos en cuenta a Dios. Incluso a la hora de cumplir nuestro llamamiento y ministerio.

3. La Voluntad. Además, la gran mayoría de las veces somos necios, aferrados, tercos a nuestros propios puntos de vista. Aunque en apariencia seamos débiles, la verdad es que siempre actuamos de la misma manera aunque las cosas no salgan mal. Nos ofendemos cuando alguien nos dice que estamos mal. Nos aferramos a hacer las cosas que queremos, cuando queremos y de la forma que queremos ¿el resultado? Obras de la carne.

Como ves, las obras de la carne nacen dentro de nosotros mismo, esas obras se alimentan de nuestra antigua manera de vivir egoísta y mala. Por eso la Biblia dice que las obras de la carne producen la muerte (Ro. 8:6). En contraste, el fruto que produce el Espíritu de Dios tiene, también, tres características:

1. Es un fruto vivo. El Señor Jesús siempre habló del creyente en términos de vida (Jn. 7:37-39; 11:26). El fruto del Espíritu Santo está vivo, y por eso siempre provocará vida cuando se utiliza (Ro. 8:6). El creyente debe reflejar un espíritu de vida a los demás, cuando él llegue a un lugar, la vida debe llegar con él. Cuando un creyente habla, pero su vida no es congruente con lo que dice, es un creyente que obra desde la carne. Un creyente con fruto de vida ni siquiera necesita hablar.

2. Es un fruto que permanece. El fruto de Dios no muere, siempre permanece. Hay un dicho que dice que «las palabras se las lleva el viento», esto describe a un creyente carnal. Puede ministrar, sanar, dar palabra profética, pero cuando se va, su trabajo no permanece, porque no da buen fruto; probablemente las cosas las hace por sentirse importante, por egoísmo, por rivalidad etc. El fruto de Dios permanece, su Palabra no vuelve vacía.

3. Es un fruto natural. Si tú te esfuerzas por portarte bien, por hacer las cosas correctamente, lo más probable es que tu fruto no es bueno. No, no estoy diciendo que no hay que esforzarse por Dios. Lo que quiero decir es que el fruto del Espíritu de Dios se da de forma natural en nosotros. Si estamos unidos al Señor Jesús, como nos dice Juan 15, entonces lo más natural es que demos fruto. El fruto del Espíritu no se logra por medios terrenales, mi por esfuerzo humano, es una obra de gracia que Dios hace en nosotros.

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