El Fruto el Espíritu Santo II



Si el fruto es algo que Dios hace en nosotros, ¿Qué tenemos que hacer? ¿Cuál es nuestro papel? Bien, desarrollar fruto es consecuencia natural de tener una fuerte comunión con Dios. Porque solamente en nuestro tiempo de oración y estudio de las Escrituras se fortalece nuestra vida con Dios. Veamos lo que dice Juan 15:

«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos». Juan 15:1-8

Como ves, el secreto de la vida abundante es permanecer cerca de Dios. Si permanecemos cerca de Dios dar fruto será algo natural. Nuestro papel no es esforzarnos por ser buenos o fieles, debemos esforzarnos en buscar a Dios, no con nuestra carne, sino en su amor. Los siguientes principios te ayudarán a permanecer en Dios y dar fruto del Espíritu:

1. Busca su Rostro y no su mano

Es muy común que cuando nos acercamos al Señor Jesús lo hacemos por conveniencia. Y al comenzar a tener una relación con Él lo que más hacemos es pedirle cosas para nosotros. Esto es porque estábamos acostumbrados a pensar solamente en nosotros. Pero si quieres tener una relación profunda con Dios, debes comenzar a pasar tiempo buscando su voluntad, su deseo, lo que a Él le gusta.

No busques solamente las bendiciones que Dios te puede dar, busca estar en su presencia solo por el placer de disfrutar su compañía, cuando dejas de pensar en ti y comienzas a pensar en Él, el fruto comenzará a desarrollarse de forma natural en tu vida.

2. Busca ser Humilde

Si siempre tienes una opinión de todo, si te acercas a presentar tus planes a Dios, tus promesas, tus ideas, entonces tu relación con Él no es profunda. La humildad es esencial para tener una buena comunión con Dios. Recuerda que Dios no comparte su gloria con nadie. La humildad nos permite reconocer cada día que necesitamos de Dios, que Él tiene la sabiduría, que todo es por su gracia.

Hablamos de aprender a depender de Dios, a confiar en su fuerza y no en la nuestra; esto mismo es lo que Dios le dijo al mismo Apóstol Pablo (2 Co. 12:9). Aprender a depender de Dios es indispensable para una buena relación con Él. Recuerda que el Eterno odia el orgullo y la confianza en uno mismo (Sal. 138:6; Pv. 16:5); Dios desea que confiemos completamente en Él. Al hacerlo daremos buen fruto.

3. Busca poner la mirada en el Señor Jesús y no en los resultados

Como creyentes siempre estamos atentos a los resultados ¡Y los queremos pronto! Analizamos nuestra vida buscando los resultados inmediatos. Por eso la Biblia nos dice que no pongamos la vista en otra cosa que no sea el Señor Jesús (He. 12:1-2). No debes medir tu vida por los resultados inmediatos, lo debes de hacer por la capacidad que vas adquiriendo de ver la voluntad y deseo de Dios en cada cosa. Esto es un proceso y llevará tiempo (Por eso dice el pasaje de Hebreos: «corramos con paciencia»). Pero es algo natural que logres dar buen fruto. Concéntrate en como Dios te ve, en su poder, y no en las cosas que pasan; mira su santidad y no las veces que te equivocas.

4. Busca ser disciplinado

Te voy a decir algo, un creyente inmaduro solo busca el amor de Dios, pero no su disciplina. La única forma en que Dios te va transformando es a través de una disciplina saturada de su amor, sabiduría y justicia; es esta disciplina la que te hace como Dios y debes aprender a amarla (He. 12:11). Dios nos guía a través de la vida, recuerda que ninguna circunstancia esta fuera de su control. Aprende a amar la disciplina de Dios y búscala. ¿el resultado? FRUTO.

Recuerda que las plantas son podadas para que crezcan más fuertes. Por eso permite que la cruz de Dios quite de tu vida lo que estorba y crecerás como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da fruto a su tiempo y su hoja no cae (Sal. 1:3).

5. Busca desarrollar el fruto más que desarrollar el poder

Si lo único que quieres de Dios es su poder, lo vas a obtener. Pero, nunca serás como Él y terminarás siendo destruido. Lo más importante en la vida del creyente es aprender a ser como el Señor Jesús. Por eso, aprende a depender de Él, es Él quien puede transformarte.

Por último, quiero que recuerdes siempre que el fruto es una obra de Dios. Cuando comiences tu tiempo devocional, tu búsqueda de Dios, ten la seguridad que te vas a equivocar y harás muchas cosas en la carne. Que eso no te detenga, todos empezamos así.

Nadie puede provocar fruto por sí mismo. Es solo el aprender a permanecer en la presencia de Dios en todo momento lo que te hará dar buen fruto. Es aprender a usar sus fuerzas y recursos lo que cambiará tu vida (Zc. 4:6).

Te digo algo, este es el gran secreto de todos los grandes hombres de Dios: Que nunca se trato de ellos, siempre se trato de Dios.

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