Cómo orar por nuestros hijos. Parte 1


La emoción se puede ver en su rostro. Brillan de emoción revelando los planes que su mente hace para ese día. El domingo es su cumpleaños. Mi pequeña cumple años. Y yo la miro. Sonrío. Quisiera regalarle el mundo. Darle todo.

Es de noche. El viento ruge allá afuera. La alabanza fluye de mi portátil (hoy es indie cristiana). Ella duerme a mi lado. No puedo darle todo. Pero hay algo que sí puedo darle. Lo más grande. Lo mejor. Puedo orar por ella. Puedo rodearla con amor, pasión y poder que fluyen a través de mis labios; como cascadas inversas que vuelan al cielo. Como lo ha hecho fielmente mi madre.


No puedo vivir por ella. No puedo creer por ella. Pero puedo guardar su vida. Puedo orar por ella. Y, tal vez, querido amigo; te preguntas; ¿Cómo empezar? ¿Cómo orar? ¿Qué pedir? Hoy quiero compartirte las peticiones básicas que considero que todo padre y madre debe de hacer por sus hijos (aunque se aplican para todos). ¿Oramos?

Miro el mundo, a través de la ventana de internet; escucho las noticias; me estremezco. ¡Qué mal está el mundo! Hemos exclamado más de una vez. Y nos perturba el considerar que nuestros hijos tienen que enfrentar un mundo orientado a separarlos de Dios. Un mundo lleno de violencia. Un mundo lleno de dolor.
Ya lo dije. Lo sostengo. No podemos creer por nuestros hijos. Ellos tienen que vivir su vida. Ellos deben decidir por sí mismos servir al Dios vivo. Creo que te identificas conmigo, quisiéramos protegerlos, estar allí siempre; que no sufran. Nos desgarra el corazón de padres el verlos sufrir. Espera un momento. Sí podemos. Oremos.

1. Encuentros personales con Dios

Hay un principio bíblico de suma importancia. La Revelación. No podemos conocer a Dios a menos que nos sea revelado (y mira que hay muchas formas de hacerlo). Recordemos el relato de Lucas 24:13-35; el Maestro había resucitado. La noticia se había extendido. Unos creían. Otros, los más, dudaban. Dos discípulos caminan a Emaus. El Señor Jesús se acerca a ellos. Camina con ellos. Habla con ellos. Les explica las Escrituras: era necesario que el Mesías muriera y resucitara. Pero ellos no lo reconocieron. El verso 31 es muy interesante: «fueron abiertos sus ojos». Eso, mis amigos, describe perfectamente lo que es la revelación.

Caminaba JUNTO a ellos. Pero hasta que les fue revelado pudieron verlo. Nuestros hijos pueden asistir al templo. Pueden participar del ministerio. Pueden memorizar versos y relatos bíblicos… y, aún con todo, no conocen al Eterno Jesús. ¡Vamos!  —Me dirás— eso no es posible. Si está siempre en el templo, tiene que conocer a Dios. No es así. Sé de lo que hablo. Soy cristiano de nacimiento. Y he perdido la cuenta de cuantas veces la fe de mis padres me era extraña, porque no la experimentaba PERSONALMENTE.

Por eso, nuestra petición debe de ser que nuestros hijos tengan encuentros con Dios. Orar para que les sea revelada la persona de Dios y su propósito en el mundo. Tal cual les pasó a los discípulos de Emaus. Qué el Eterno Dios tenga a bien revelárseles; que lo puedan conocer personalmente. 
Afortunadamente, y aunque es uno de los misterios que no entiendo, Él es un Dios al que le gusta revelarse. Él es bueno. Bendito sea su Nombre.

Oremos porque Dios les revele quién es Él. Porque ellos aprendan a ver sus obras en la vida diaria. Que puedan ver los milagros de Dios. Que experimenten de primera mano su amor. Que sepan lo que es el arrepentimiento que viene de arriba. Que Dios tenga misericordia de ellos y se acerque para tener una relación vibrante con ellos. Aprendamos a orar con Moisés: «Que volvamos a ver tus milagros, que nuestros hijos vean maravillas como las que antes hacías» (Salmo 90:16 NBD); «Que nuestros hijos vean tu Gloria» (NTV).

Pero no pidamos una sola visitación. No. Pidamos por visitaciones continuas. Un crecimiento constante en Él. Como Abraham cuando caminaba por la tierra, levantaba altares; cavaba pozos. Así, nuestros hijos levanten su voz y el Señor les responda con el agua de vida.

Ora porque lo vean en sueños; porque se les revele en visión; porque les abra las Escrituras; porque les hable a su corazón... Es lo más importante en la vida de un creyente; la continua revelación de la persona de Dios. Ora por que esto sea una realidad para tu hijo. Es lo que el Apóstol Pablo hacía. Pedía por revelación:

«Y le pido a Dios, el glorioso Padre de nuestro Señor Jesucristo, que les dé sabiduría espiritual y percepción, para que crezcan en el conocimiento de Dios. Pido que les inunde de luz el corazón, para que puedan entender la esperanza segura que él ha dado a los que llamó —es decir, su pueblo santo—, quienes son su rica y gloriosa herencia. También pido en oración que entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales» (Efesios 1:17-20 NTV).

Como puedes ver, una vez más se nos dice que debemos pedir por revelación. Sin embargo, este texto nos lleva a ir más allá. No solo debemos pedir que Dios les de revelación, también es necesario que reciban sabiduría. Pues se necesita sabiduría para entender la revelación. Por eso, pide que en tu hijo se desarrolle sabiduría espiritual. Esa que permite entender lo que Dios habla.

Recapitulando. Ora porque Dios se les revela. Ora porque ellos lo puedan entender y, por último, ora porque no sea experiencia de una vez, sino que sea algo continuo. En suma, que nuestros hijos tengan su propia historia de amor con Dios.

No me queda más que decirte; deja a un lado esta lectura y… oremos.

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