Consejos para ministros 2: No olvides quien es el dueño
Ministro o Dueño. Son dos cosas muy diferentes. Nosotros somos
administradores de los bienes, pero Dios es el dueño de los bienes. Aunque esta
es una verdad que todos nos apresuraríamos a confirmar con convicción, la
realidad es que es muy fácil caer en prácticas «monopólicas», con las que nos
apropiamos del ministerio.
Por eso es bueno aprender a relacionarnos con Dios dentro de
los parámetros de la hermosa paradoja, que nos revela su Palabra, respecto a Su
Naturaleza: Cordero y León. En el punto anterior hablamos sobre la relación con
Dios como nuestro Padre, como el Amigo Fiel, como el Consolador, como el
Cordero. Pero también debemos de aprender a relacionarnos con Él como el Señor,
el Todopoderoso, el Soberano, la Verdad Absoluta, el León.
Mucho del éxito en la vida cristiana depende de la habilidad de
«discernir» cuando actuar dentro de la misericordia, cuando dentro de la
justicia y del cómo éstas se entrelazan en nuestra relación con Dios. Pero,
bueno, me estoy saliendo de tema. El punto es que abordaremos en este consejo
el importante tema de desarrollarnos con Dios como nuestro Señor y Dueño; tanto
de nosotros, así como del ministerio.
Veamos pues, algunos consejos para evitar apropiarnos de lo que
le pertenece a Él.
1. Aprende a guardar el equilibrio entre administrador e
hijo.
Vaya, es más fácil escribirlo que explicarlo, pero lo
intentaré. Dios es el dueño de todo. Cada ministerio, cada don, cada operación
fluyen de él. Y, sin embargo, nos da el privilegio de colaborar con Él. De
ponerle un toque «personal». Nos equipa con dones que nos permitan cumplir con
nuestro propósito. Nos permite trabajar como «administradores» de su Reino. Es
nuestro Padre, y, a la vez, el dueño; así que nosotros somos hijos y, a la vez,
administradores.
Debemos aprender a relacionarnos con Él en las dos facetas.
Para aprender a equilibrar nuestras vidas bajo este principio, será muy
importante que apliquemos el primer consejo de esta serie: permanecer en su
presencia. Solamente conociendo íntimamente a Dios seremos capaces de
equilibrar nuestras vidas bajo su amor y su poder. No abundaré en esto, pues ya
lo tratamos ampliamente en el apartado anterior.
Dios es el dueño de todo, pero nos ha tenido por dignos de ser partícipes
del establecimiento del Reino. Somos administradores de la Gracia de Dios.
Vasos de barro que contienen la grandeza del Dios del Universo en nosotros.
Tenemos la oportunidad de trabajar a su lado.
Y he aquí una revelación profunda: «Un administrador,
administra» :) Creo que lo puedes ver claro así. Dios nos prepara para un
servicio (ministerio), nos permite trabajar a su lado, nos acompaña en el
proceso, comparte su autoridad, poder y Gloria con nosotros; pero el dueño
sigue siendo Él. Esto lo explicaré más profundamente en el punto siguiente.
2. Descubre su voluntad, cúmplela con creatividad.
«Qué tu voluntad se haga en el cielo como en la tierra» (Mateo 6:10);
fue la oración que nos enseñó el Maestro y que debemos hacerla nuestra de
manera cotidiana. Aunque suene trillado, aunque se supone que es la Piedra
Angular de todo ministerio, no dejaré de insistir en que es sumamente
importante recordar que vivimos para hacer la voluntad del Padre. Por eso,
siempre debemos pedir que su voluntad nos sea revelada.
Puesto que Dios te llamó al ministerio, será algo común que Él
te revele cuál es su voluntad para tu ministerio. Sin embargo, pronto te darás
cuenta que muy pocas veces te da los detalles de ese trabajo. ¿Por qué hace
eso? Creo que una enseñanza del Señor nos aclarará este punto.
En la Parábola de los talentos (Mateo 25:14-30); el Señor les
da a sus siervos cierta cantidad de dinero, y les pide hacerla crecer… pero no
les dice el cómo hacerlo. Lo mismo pasa en el Huerto del Edén (Génesis 1-2), al
hombre se le encomienda administrar el Huerto, ponerles nombre a los animales;
cuidar las plantas; etc. pero no se le dan detalles del cómo. ¿Por qué? Porque
a Dios le gusta hacerlo así. Observa a los discípulos, les dice su Maestro que
vayan, prediquen y sanen enfermos (Lucas 10:1-12); les da instrucciones generales,
pero no les dice cómo sanar a los enfermos. Y ellos van y los sanan, y predican
y, aún más, echan fuera demonios; eso es administrar.
Entonces, unos de los ejes del ministerio es descubrir la
voluntad de Dios. Y, una vez que te ha sido revelada, haz uso de la creatividad,
inteligencia, dones, talentos que Dios te ha dado y cumple su voluntad. Por
ejemplo, si Dios te dice, evangeliza; pregunta la estrategia a seguir, si no te
la revela comienza a obrar en fe; ve y obedece. Sí, eso fortalecerá tu fe y te
permitirá conocer facetas de Dios que de otro modo no conocerías.
3. Cuidado con la carnalidad.
De forma muy básica y sencilla, la carne es nuestra vida antes
de Cristo, la cual se fundamenta en tres grandes ejes: Orgullo, egoísmo y
rebeldía. Ten la seguridad de que el enemigo utilizará las deficiencias en esas
tres áreas para destruirte. Y el Señor permitirá que seas atacado en esas áreas
para que las fortalezcas en Él.
Por eso, servir en el ministerio correctamente sin que la carne
intervenga requerirá tiempo. Años incluso. No desesperes. Si te mantienes en el
primer amor, con la disposición de aprender, si te sometes a los procesos de
Dios, saldrás victorioso. Y estoy la convicción de que será así, porque «estoy
seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta
que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva» (Filipenses
1:6).
En la práctica diaria del servicio a Dios te darás cuenta que
algunas áreas de tu carne tratarán de apropiarse del ministerio. Las áreas de
debilidad de la carne son tan variadas como siervos de Dios hay, por lo que es
difícil ponerlas. Solo ten cuidado de las tres áreas de la carne:
El orgullo tratará de tomar el control del ministerio y lo
usará para gratificación personal, para sentirse bien, para tratar de sanar
heridas e inseguridades, etc. Sobre todo, cuida de que tu identidad no se
edifique en el ministerio. Es decir, recuerda el consejo 1; lo importante es
que eres Hijo de Dios, salvo por la gracia de Jesucristo; no eres Pastor, o
Profeta, o Ministro de Alabanza, o Apóstol, etc. Tu identidad no se basa en lo
que haces, sino en lo que eres. Si comienzas a sentirte bien solo cuando las
cosas van bien en el ministerio, estás teniendo un problema de identidad.
Por otro lado, el egoísmo te puede llevar a pensar que todo lo
que haces es correcto y viene de Dios. El engaño del egoísmo es tan grande que,
incluso, muchos creen ser respaldados por Dios aún y cuando se encuentran
practicando ocultos. Es tan sutil el egoísmo que nos hace pensar que ya sabemos
cómo ministrar, es decir, nos lleva a confiar en métodos, los cuales repetimos
una y otra vez; incluso, queremos que los demás reproduzcan nuestros métodos,
en lugar de que reproduzcan la vida de Dios en ellos.
El egoísmo nos ciega la mirada, para creer que solo a nosotros
es revelada la visión del cielo. Sin embargo, debes de recordar cada día lo
siguiente: No tengo la exclusividad de Dios. No solo a mí me revela cosas Dios.
Aprende a escuchar su voz a través de los discípulos. Mantén relaciones sanas
con hermanos que te ayuden a no encerrarte en ti mismo, eso te ayudará mucho.
Recuerda, es Su ministerio, y puede hacer con él lo que quiera.
Por último, la rebeldía, tratará de que hagas las cosas a tu
manera, sin tomar en cuenta a Dios. Más que de métodos hablo de voluntades. Que
tu voluntad aprenda a someterse a la voluntad de Dios. Eso es lo importante.
Que no seas encontrado haciendo las cosas a tu manera. Que no te encuentres
peleando contra Dios.
La caída en la espiral de la carne no se da de la noche a la
mañana, debes de aprender a tener cuidado y acercarte a Dios; entonces Él te
salvará de caer en el error. Comunión íntima con Dios, esa es la clave para vencer. Hasta la próxima.
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