Diga el débil fuerte soy



«Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy». Joél 3:10«Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte». 2 Corintios 12:9-10


Recientemente estaba escuchando un canto de un grupo cristiano, él que dirigía la alabanza decía: «Diga el débil…» y la gente gritaba entusiasmada: «Fuerte soy». No es el único canto, he escuchado varios cantos donde se le insta a la congregación a declarar: «Diga el débil fuerte soy». Busqué algunas predicaciones sobre el tema, en todas ellas el énfasis era el mismo: aunque como humanos somos débiles, debemos decir que somos fuertes en el Señor.

Pero, un momento, si lees con atención el texto de Joél 3:10 en ningún momento nos dice que somos fuertes en el Señor. Precisamente por eso, en muchas enseñanzas encontré que este texto se usaba junto con el de 2 Corintios 12:9-10. Pues bien, no le demos más rodeos, Joel 3:10 no es un texto en el que Dios insta a los creyentes a decir que son fuertes, además, de hecho, no podemos usar las palabras de Pablo para poyarlo, pues, en esencia, ¡sus ideas son completamente opuestas!

Joel 3:10 es uno de los textos que aplicamos mal por sacarlo de su contexto, Joel capítulo 3 nos narra un JUICIO de parte de Dios a las naciones enemigas, específicamente, se refiere a las naciones enemigas de Israel. Entonces, estas palabras Dios se las dice a sus ENEMIGOS; les dice que se reúnan en el Valle de Josafat (Lugar donde Dios juzgará a las naciones); y los insta a pelear con todas sus fuerzas:
«Proclamad esto entre las naciones, proclamad guerra, despertad a los valientes, acérquense, vengan todos los hombres de guerra. Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces; diga el débil: Fuerte soy» (Joel 3:9-10) Cuando uno observa el texto desde la perspectiva Bíblica, el significado es claro. Se les dice a los enemigos del Señor que reúnan todas las armas que puedan, que se junten todas las naciones, que se animen unos a otros diciendo: «Fuerte soy» y que vengan al Valle de Josafat a enfrentar su juicio (v. 12).

Esa es la principal razón por la que usar ese verso para animar a los creyentes cuando están pasando por dificultades es erróneo. «Pero, ¿no está exagerando un poco hermano? Al final de cuentas, es bíblico que los débiles declaren que son fuertes en el Señor, por la Sangre de Cristo». De hecho no, no es bíblico, aunque se acomoda al pensamiento del cristianismo actual, en el que se desvirtúa el mensaje de 2 a los Corintios 12:9-10 para acomodarlo a la interpretación de Joel 3:10. Por eso, analicemos este pasaje para que no nos quede duda.

«Y me ha dicho: bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». Comencemos por el principio, vayamos al contexto. En la Iglesia de Corinto había un sector que despreciaba al Apóstol Pablo y lo minimizaba. Para ganar seguidores, estos enemigos de Pablo fanfarroneaban con las revelaciones que decían recibir de parte de Dios. Por eso, el capítulo comienza con el Apóstol dándonos a conocer las revelaciones que él había tenido, entre las que se destaca el haber ido al Paraíso y recibir revelaciones allí. ¡Qué tremenda experiencia!

Sin embargo, el verso 7 da un vuelco a la historia. Pues el Apóstol informa que padecía lo que el denominaba un «aguijón de la carne». No entraré en detalles de a qué se refería, pues aunque hay teorías al respecto, la verdad es que el Apóstol decidió no detallarlo, por lo que nos centraremos en que este «aguijón» era un padecimiento para Pablo. Era un problema tan duro para él que lo identifica como un «emisario de satanás» que lo «abofeteaba». Un momento, para, ¿me estás diciendo que Dios permitió que el diablo golpeara a Pablo? ¡Eso va en contra de las enseñanzas populares del escenario evangélico!

Entonces, ¿Dios permite esto? Aunque Él no es el autor del padecimiento, sí, el sufrimiento cumple un propósito en la vida de cada creyente. ¿Cuál es ese propósito? Impedir que nos llenemos de orgullo. Entraré en detalle más adelante. Es lo que nos dice el Apóstol, su sufrimiento evitaba que se enalteciera en gran manera. De hecho, su sufrimiento era tan grande, que tres veces le había pedido al Señor que se lo quitara, a lo que el Señor responde con el texto que estamos analizando: «Bástate…».

Me quede pensando en que los creyentes esperan perfección de aquellos que están en un puesto visible en la Iglesia: llámese Pastores, Apóstoles, Músicos, Líderes, Profetas, Evangelistas, Maestros. Si ven una debilidad en ellos, exclaman: «¡Cómo es posible! ¿Dónde está su fe?». Sin embargo sé, por ejemplo, que hay un gran predicador que le tiene terror a subirse a los aviones, otro padeció de problemas mentales durante mucho tiempo, uno más no puede ver a los gatos, etc.

Y, con todo, siguen siendo siervos de Dios, pues él usa esas debilidades para mantenerlos en humildad. Como dije, esto va en contra de lo que se nos enseña. Si estás sufriendo, no se ve bien que llores, que tangas dudas, que te lamentes. Los mismos hermanos en Cristo te juzgan por lo que estás padeciendo. Y, sin embargo, puede ser que Dios está detrás de todo, enseñándote como es la vida cristiana. Que se trata de Él y no de nosotros.

Así que, ante la petición del Apóstol Pablo de que retirara ese aguijón en su carne, Dios le dice «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». Hay dos versiones de la Biblia que son muy sencillas, fáciles de entender; ambas usan un lenguaje elemental para traducir las Escrituras, usaré una de ellas, la PDT, para que veas este mensaje de una forma muy esencial: «Mi bondad es todo lo que necesitas, porque cuando eres débil, mi poder se hace más fuerte en ti». Está claro, ¿no?

El Apóstol le dice: «Líbrame del aguijón» y el Padre contesta: «No necesitas ser libre del aguijón, lo único que necesitas es mi gracia». Mi gracia te basta, ¡qué tremenda contestación! Por cierto, por ninguna parte vemos que le diga: «Pablo, hijo mío, ¿te sientes débil? Lo único que tienes que hacer es declarar: ¡Fuerte soy!» Hasta suena un poco absurdo a la luz de lo que estamos analizando.

Su gracia nos basta. Que diferente sería el cristianismo si viviéramos bajo esta premisa. La palabra gracia significa simplemente: «regalo inmerecido». No se trata de lo que hacemos, es su amor, su misericordia, la que nos sostiene en tiempos difíciles. Porque su Gracia es la base de su Gloria; nadie puede salvarse a sí mismo, solo Dios es el Salvador.

Mira como lo dice la versión que estamos leyendo: «Cuando eres débil, mi poder se hace más fuerte en ti». Es muy claro, querida Iglesia; no dice que cuando eres débil vas a declararte fuerte. Dice que en tu debilidad SU poder se hace más fuerte en ti. No soy yo el fuerte, sino que el Poder de Dios se manifiesta en mí. El énfasis no está en mi declaración, sino en su fuerza manifestada en mi debilidad. Entonces, ¿por qué se nos insta a declararnos fuertes?

Porque el cristianismo ha quitado su centro de Dios y lo ha traslado al hombre. La idea es que si yo, siendo débil, me declaro fuerte; entonces Dios se conmueve por mi fe y me hace fuerte. Pero, entonces, la gloria estaría puesta en mi fe y no en su gracia, como lo dice el texto. Incluso el canto que te mencioné va más allá, pues dice: «Diga el pobre: ¡rico soy!»; aunque se nos insta a declararlo: «Por la sangre de Cristo», en realidad esto no es bíblico; simplemente preguntemos ¿cuántos se han vuelto ricos por cantar esto? ¿Cuántos se vuelven fuertes al declararlo? La respuesta es nadie. Yo nunca voy a ser fuerte, ¡no hay poder en mi humanidad!

Por favor, querida Iglesia, entendamos esto, somos débiles, necesitamos ser salvados, ese es el papel de Dios. Yo sé que quisiéramos soluciones rápidas y fáciles a nuestro sufrimiento, pero las cosas no funcionan así. Pregunta a hombres y mujeres de Dios que han llegado a profundizar su relación con Dios, que han cambiado su carácter, que han restaurado su matrimonio y ninguno te dirá que se declaró fuerte, lo que te contarán será como, en medio de su desamparo y debilidad, se abandonaron a la gracia de Dios y experimentaron la fortaleza de Dios en sus vidas, de tal forma que glorifican a Dios con su vida y testimonio.

Pero el Apóstol va más allá: «Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo». Pon atención, abre tu corazón; él no se declara fuerte, él se gloría en sus debilidades. Es decir, no nos da detalle de sus grandes revelaciones, como hacían los otros maestros, sino que él establecería la diferencia al portar sus debilidades como un general porta sus galones y medallas en el uniforme.

¿Puedes notar, querida Iglesia, la diferencia con el cristianismo actual? Como humanos, lo que tratamos de hacer es esconder nuestras debilidades, disfrazarnos, no queremos que nadie nos vea como realmente somos. Por eso hay tantos creyentes frustrados, pensando que solo ellos sufren en su debilidad. Luchando por ser fuertes cuando la corriente los arrastra. Si declaráramos nuestra debilidad, entonces reposaría sobre nosotros el poder de Cristo. Es así de sencillo, el que se hace fuerte, será quebrantado por su debilidad, el que se sabe débil, experimenta el poder de Cristo.

Muchas veces la gente me escucha y se hace una idea, como lo hace con otros siervos de Dios, de que no tengo problemas, que mi comunión con Dios es profunda y que soy inmune a las tentaciones. No te confundas. Aún hay debilidades en mi vida: lucho con mi carácter, trato de mejorar mis relaciones, enfrento presiones y temores, etc. Pero está bien. Yo no tengo que ser perfecto, solo soy un humano que trata de amar a Dios; pero si no me he perdido, si no he abandonado todo, no es porque me fortalecí, sino que en medio de mi debilidad se manifestó su gracia y su poder me sostuvo. Soy el primero en decir que no se trata de mí, que se trata de Él.

Cuando era adolescente, y en mis primeros años de ministerio, yo también era parte de esos creyentes que querían presentarse como perfectos (una carga muy pesada). Oraba, declaraba, hacía guerra espiritual. Yo anhelaba ser perfecto para Dios y que estuviera orgulloso de mí. Yo hubiera sido el primero en responder con un grito: «¡Fuerte soy!». Pero Dios ha sido bueno, y me ha mostrado que su gracia es la que me sostiene. Que le fuerte es Él y que depende de su fuerza es bueno. Me mantiene enfocado, centrado en la realidad de que dependo de Él. No me fortalezco, me abandono a Él.

Esta es una lección de sabiduría, que si la atiendes te ahorrará muchas frustraciones. Preséntate tal y como eres delante de Dios. Él ya sabe que somos débiles, los que nos empeñamos en demostrar lo contrario para sorprenderlo, para que nos ponga como ejemplo de fidelidad, somos nosotros. De hecho, si recibiéramos las revelaciones de Pablo, nos veríamos tentados a proclamarlas, hacer videos donde expongamos las grandes cosas que nos fueron entregadas. Mas el Apóstol no, él hace alarde de sus debilidades: «Me alegro de ser débil, de ser insultado y perseguido, y de tener necesidades y dificultades por ser fiel a Cristo. Pues lo que me hace fuerte es reconocer que soy débil» (2 Corintios 12:9 TLA).

Quedémonos con la última frase: «Lo que me hace fuerte es reconocer que soy débil». Como podemos ver, nada tiene que ver con la de Joel: «Diga el débil, fuerte soy». De ninguna manera. Iglesia, sé que sufres, que luchas, que intercedes y que pasas por grandes tribulaciones. Pero todo lo hacemos por amor a Cristo. Pues cuando somos débiles, en realidad, nuestra fe nos asegura que Él será fuerte en mi. Y recuérdalo, Él es el fuerte, no nosotros. Que este pensamiento te anime y sostenga en las horas oscuras que vienen sobre el mundo

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