Todo lo sustenta su poder


«Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» Hechos 1:8


Esperen un momento, si observamos bien, parece que nos enfrentamos con una contradicción en las Escrituras. De hecho, a mí me enseñaron, desde muy pequeño, que los discípulos habían recibido el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Sin embargo, al estudiar el libro de Juan, descubrimos que en 20:22; dice que los discípulos que estaban allí recibieron el Espíritu Santo. Para agudizar más el problema, en hechos 1:5 el Maestro dice que vayan a Jerusalén a esperar la promesa del Padre, ¿cómo podemos reconciliar estos dos pasajes? Consideremos lo siguiente:

1.    El pasaje de Juan no se puede considerar el cumplimiento de la promesa del Padre; puesto que no vino a todos los discípulos, solamente a los que estaban allí reunidos. Incluso, Tomás, uno de los doce, no se encontraba presente.
2.    Hay una diferencia entre recibir el Espíritu Santo y experimentar el Poder del Espíritu Santo; puedes ver que aunque ya habían sido llenos del Espíritu Santo, las Escrituras dicen en Hechos 4:31 que, después de ser amanezados para no predicar, la Iglesia oro para tener valentía y continuar haciéndolo. El lugar donde estaban tembló y fueron llenos del Espíritu Santo. Claramente se observe que aunque ya habían sido llenos en Hechos 2, lo volvieron a ser en hechos 4.
3.    Entonces, la promesa que recibieron del Padre fue la venida del Espíritu de Dios sobre la Iglesia. De hecho, podemos considerar el Pentecostés como el nacimiento de la Iglesia. Ese día TODA la Iglesia, reunida en oración, recibieron al Espíritu Santo, los que ya lo habían recibido, recibieron la manifestación del poder del Espíritu Santo, por eso en Hechos 1:5 dice que serían bautizados en el Espíritu Santo.
4.    Meditando en el pasaje pensé que ese Espíritu de Dios que recibieron directamente del aliento del Señor Jesús (aliento y espíritu es la misma palabra); fue quien los guió y sostuvo en oración durante el tiemplo que estuvieron en Jerusalén hasta el tiempo del Pentecostés. A través del Espíritu Santo fueron motivados para cumplir con los mandatos de Dios.
5.    Al final, puedes estar o no de acuerdo con la interpretación que expreso. Lo mejor es orar y preguntar a Dios. Recuerda que Él es la fuente de la verdad, no yo… ni tú. 😊

Siento mucho haber tomado tanto espacio para explicar lo anterior, pero no quería que quedaran dudas al respecto. Pasemos a aquello que vamos a meditar en este pasaje. «Recibiréis poder», ese es el énfasis que el Señor Jesús les dio en el mandamiento.

Mira, como personas podemos ser muy «inteligentes»; «asertivas»; o con una alta «fuerza de voluntad y automotivación»; pero nada de esto sirve si el poder de Dios no está allí. Te platicaré de mi experiencia propia, puedo pasarme horas preparando una predicación; buscando las etimologías; sacando las ideas claves; preparando la presentación de Power Point; buscando las historias adecuadas, una introducción interesante; una conclusión memorable. Puedo hacer uso de la retórica, pararme y motivar las emociones del auditorio. Pero si no está Él, si no me dota de su poder, solo es una «predicación bonita» que no produce absolutamente nada.

Una de mis primeras lecciones al respecto, fue cuando tuve la oportunidad de ir como misión a la congregación que nos daba cobertura, estaríamos a cargo del culto de la mañana y de la tarde. Yo prediqué por la tarde. Me preparé como nunca lo había hecho, prediqué sobre Job y dediqué muchas horas a leerlo y estudiarlo. Me presenté confiado, estaba listo para una predicación impactante, me paré frente a la Iglesia… y fue una de las peores predicaciones que he presentado, homiléticamente hablando.

Todo se me olvidó, me enredé. Los minutos me parecieron eternos, no lograba conectar dos ideas. Lo único que quería es que todo terminara. Mi autosuficiencia había desaparecido. Allí, frente a esa Iglesia, la predicación que iba a ser un éxito, se transformaba en un desastre. Cuando al fin terminé, un querido hermano subió a acompañarme con el piano, para entonar un canto que haba sobre la respuesta final de Job a Dios… y jamás encontré el tono, no pude entrar a tiempo. Yo solo quería bajar, postrarme y llorar. 

Había sido humillado… pero cuando me di cuenta, muchos estaban en el altar, arrepintiéndose, llorando, adorando, la presencia de Dios fue muy fuerte y muchos se reconciliaron.
Dios me dijo claramente ese día: No se trata de ti, sino de mí. En ese día de humillación comenzaría un aprendizaje respecto a que sí, yo debo dar la excelencia a Dios, pero si Él no me llena de poder, no sirve absolutamente para nada. ¿Y qué me podrían contar mis queridos hermanos? Es su poder quien te permitirá evangelizar; es su poder el que se manifestará cuando diriges la alabanza; es su poder el que hará de tu danza una bendición. Por eso, el Señor les dijo que permanecieran orando hasta que recibieran poder.
Miren como el Maestro hace la relación entre el poder que recibimos y el ser testigos. No podemos ser testigos de Dios sin el poder de Dios. Esa debe ser una oración diaria: lléname de tu poder para hacer tu voluntad. Pues ese es el fin del poder, llevar a cabo la voluntad del Padre. El poder recibido del cielo no es para ensalzarnos, no es para confirmar nuestras palabras, es para traer juicio, justicia, salvación y restauración.

El poder del Espíritu de Dios es el que nos capacita para poder cumplir toda la voluntad de Dios. Cuando cumplimos su voluntad a través de su poder, la Gloria es quitada de nosotros y la recibe solamente Él. Por eso, el Cristianismo trata de Dios y no de nosotros.

El Maestro nos muestra como ir estableciendo el Reino de Dios, serían testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra. De igual forma, comenzamos a ser testigos en nuestra familia, con nuestros vecinos, en los trabajos, en la Iglesia, en la Ciudad, el Estado y hasta lo último de la tierra.

Esta titánica labor, de traer el Reino de Dios a la tierra, se lleva a cabo por el poder de Dios. No debes de olvidar eso. Ese poder es Dios actuando en ti. No es un poder que recibiste para manejarlo a tu voluntad. Por eso, la búsqueda de la sentida nos permite usar el poder de Dios de manera correcta, de lo contrario, ese poder, en lugar de glorificar a Dios, puede ser usado para tratar de glorificarnos a nosotros mismos, lo cual nos corrompe y descalifica para ser parte del Reino de Dios.

Querida Iglesia, busquemos el poder de Dios, pidamos ser llenos del poder del Espíritu de Dios, es una de las más grandes bendiciones que tenemos como Hijos de Dios. Y agrademos a Dios con nuestras vidas. No se trata de ti, ni de tu preparación, Iglesia, se trata de Él y del poder del Espíritu. No lo olvidemos. Bendecido día.

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