Verdadero Arrepentimiento


«Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» Hechos 2:37-38

Hemos hecho mucho énfasis en la idea de que todo proviene de Dios. Es Él quien proveyó para nosotros la salvación al enviar a su Hijo a morir en nuestro lugar. Es Él quien mandó a su Espíritu Santo para que iluminara nuestros corazones y nos diera entendimiento respecto a como vivir para Dios. Entonces, ¿cuál es nuestra respuesta ante Dios? ¿Qué papel nos toca desempeñar en esta historia?

La fe es la respuesta lógica ante la obra de Dios, la fe nos impulsa a la obediencia. Pero hay una cosa más que el Espíritu de Dios provoca en nosotros y es la respuesta lógica y obvia ante la obra redentora de nuestro Señor Jesús: el arrepentimiento.

En el texto que estamos leyendo, lleno del Poder de Dios, el Apóstol Pedro se levanta y comienza a predicar. Tal como lo prometió el Señor Jesús, el Espíritu de Dios entra en acción y comienza a abrir los ojos y oídos espirituales de los oyentes para mostrarles la verdad de las palabras de Pedro. Ellos escuchan y responden al mensaje del evangelio.

Quiero hacer énfasis en esta parte, pues en mucha de nuestra predicación actual del evangelio, se ha perdido este componente del arrepentimiento. Les decimos a la gente: «Simplemente, repite esta oración». Creo que al saltarnos este paso, se ha provocado que muchos de nuestros hermanos comiencen su caminar de manera deficiente, pues comienzan tomando lo que les conviene del Evangelio, mientras retienen lo que les gusta del mundo.

Pero, el más grande problema es que no hay salvación sin arrepentimiento. Es por eso que aún dentro de nuestras congregaciones existen creyentes que no son salvos, porque no se han arrepentido. Muchos de sus problemas para conectar con la vida espiritual, para dar fruto, para avanzar en los caminos del Señor tienen su origen en que comenzaron su vida en el Señor Jesús, sin arrepentimiento. Y sin arrepentimiento no hay restauración.

Ante tal situación, queda la pregunta clave, ¿cómo se arrepiente uno? Eso es en lo que profundizaremos en esta hermosa mañana.

Primero, el arrepentimiento es otorgado por Dios. Aunque es decisión nuestra responder a la acción del espíritu en arrepentimiento; nos debe quedar claro que no es algo que provoca el hombre. El Señor Jesús sabía eso, entendía que, aunque los discípulos lo habían visto resucitar, y dieran testimonio de ello, era necesaria la acción del Espíritu para provocar reacciones espirituales. El intelectualismo y las emociones, por sí solas, no pueden lograr un cambio espiritual. Por eso los mandó a orar y esperar la promesa del Padre.

Así, nuestra predicación debe estar llena del poder de Dios, para que la acción del Espíritu Santo convenza a las personas de la necesidad de arrepentirse. No se trata de los métodos, sino de la fuerza del Espíritu detrás de los métodos. Si predicamos desde nuestro razonamiento, obtenemos simpatizantes intelectuales; si predicamos desde nuestra emoción, obtendremos simpatizantes emocionales; tanto unos como otros no sobreviven cuando las cosas se ponen difíciles. Y si permanecen, se convierten en creyentes cansados y frustrados. Pero la predicación desde el Espíritu provoca creyentes espirituales.

Segundo, la predicación que provoca arrepentimiento está centrada en la obra del Señor Jesús y no en las necesidades de la gente. Si observas la predicación del Apóstol (como ejemplo mira los versos 22-24), dirigió la atención de sus oyentes a la obra del Señor Jesús; y claramente les dice que son culpables directos de haber actuado en contra de Él y crucificarlo.

Es triste ver como se ha diluido la predicación del evangelio. Ahora se centra en la sanidad, dinero, posesiones, restauración, en suma, en las bendiciones que la persona va a recibir, y que, por lo tanto «le conviene» recibir al Señor Jesús. Hemos trasladado el foco de la predicación del Señor Jesús y la hemos puesto en la necesidad del hombre. Sobre todo, en estos tiempos de posmodernismo, donde se debe tener cuidado de ser «políticamente correcto». Por eso hay tan pocos cristianos arrepentidos de verdad, en contraposición a muchos que lloran y se duelen por sus propias necesidades. ¿Nos extraña, entonces, que la Iglesia se haya olvidado del mundo y solo piense en sí misma?

Tercero, el arrepentimiento es la manifestación inicial de un cambio interior. Si te fijas, la Escritura dice que ellos se «compungieron», esa palabra en griego significa, literalmente, «perforar hasta atravesar», figuradamente, «herir en lo vivo». Observa, piensa, el arrepentimiento despierta nuestra consciencia, nos hace ver que hemos fallado y que necesitamos la salvación de Dios. En el arrepentimiento debe existir dolor.

Pero, debemos estar atentos a un detalle importante: este no es un dolor egoísta. Ese dolor centrado en uno mismo que experimentamos cuando nos sentimos frustrados, culpables, avergonzados, etc. No, es un dolor que es provocado al darnos cuenta que lo lastimamos a Él. Al darnos cuenta que sufrió por causa de nosotros, que llevó nuestra culpa. No tiene nada que ver con nuestras necesidades humanas, tiene que ver con que nuestras acciones lo han lastimado.

Cuarto, el arrepentimiento provoca a la acción: «¿Qué haremos?». El arrepentimiento siempre nos moverá a la obediencia, nos muestra el camino de la restitución, nos enseña a buscar agradar a Dios. Allí es donde vemos el cambio, donde nos duele lo que antes no dolía. Donde podemos ver la gracia de Dios y estamos dispuestos a responder a esa gracia.

Es fácil entender, entonces, el porqué del estado de la Iglesia en la actualidad. No hay obediencia, porque no hay arrepentimiento. Y buscamos métodos para arreglar nuestro matrimonio; «sembramos» para cosechar prosperidad económica; declaramos y hacemos guerra espiritual para que Dios prospere nuestros ministerios y vidas… y no sucede nada. ¿Por qué? ¿Por qué nos cuesta tanto entrara en acción? ¿Crecer espiritualmente? En la mayoría de los casos encontraremos como raíz del problema la falta de arrepentimiento.

Quinto, el arrepentimiento es el cimiento para la llenura del Espíritu Santo. «Sin santidad nadie puede ver a Dios». La santidad que nos fue otorgada cuando nos arrepentimos, y nacimos de nuevo, nos permitirá la maravillosa experiencia de recibir al Espíritu de Dios en nosotros, nos convertimos en su templo, nos volvemos sus hijos. Así, puedes darte cuenta que la respuesta al mover de Dios para salvación es fe y arrepentimiento.

Querida Iglesia, hoy te invito a que, si no te has arrepentido de esa manera; si hay áreas en tu vida en las cuales aún no te arrepientes, no esperes más. Dobla tus rodillas y pídele al Espíritu Santo que te lleve al arrepentimiento; no se trata de «sentirse mal»; estoy hablando de la «convicción» espiritual otorgada por Dios para entender que hemos fallado, recibir su gracia y cambiar de rumbo.

Pues el arrepentimiento provoca un claro cambio de paradigmas y expectativas; lo que nos permite vivir para Dios de manera natural. Esa, Iglesia, es la forma de obtener la mente de Cristo en nosotros. ¿Qué esperamos? ¿Doblamos rodillas? Oremos juntos…

Comentarios

Entradas populares