El secreto de la madurez: Él me ama
La arena fresca jugaba en las plantas de mis pies; el agua iba y
venía entre mis dedos, con su larga cabellera blanca; el sol me sonreía
con todo su esplendor... era como si el tiempo su hubiera detenido y, hasta donde la vista alcanzaba, el azul del mar se combinaba con el azul
del cielo. He de confesarlo, mi alma de poeta se disparó y comencé a
meditar en la grandeza de Dios.
Hay veces que damos por sentado
el hecho de que Dios lo hizo todo, y lo creemos. Pero son muy pocas las
veces que reflexionamos en la magnitud de la afirmación «Dios creó
todo», porque eso indica que en medio de tanta belleza de creación, al estar parado frente al mar, también yo soy parte de esa hermosa creación. «¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria?» dijo el
salmista alguna vez hace más de 4000 años, «¿Qué soy yo?» Resuena la
pregunta dentro de mi, y golpea puertas en mi mente que a veces no
quiero abrir.
Porque pensar en Dios y su capacidad creadora es
pensar en mi y en el propósito para el cual fui creado. Durante mucho tiempo de mi vida había pensado que era yo quien tenía que encontrar a Dios, y me esforcé en
buscarlo por todos lados; en medio de tantas teorías y corrientes
teológicas cristianas.
Siempre quise un método para poder
encontrar a Dios, una clave, un guía, un consejero, o «algo» que fuera
la llave para acceder a la eterna sabiduría de Dios y a su compañía. Siempre creí en mi interior
que mi esfuerzo impresionaría el corazón de Dios y, entonces, me miraría
con orgullo porque yo sería de los «fieles», «de los no corrompidos».
Pero no fue así.
Sin embargo, al estar allí parado me di cuenta de que
Dios me amaba y se sentía orgulloso de mí por la sencilla razón de que Él me había creado, y
solamente por eso. No me presionaba para fingir algo que no soy, ni me
obliga a cumplir con ritos u otras cosas para escucharme. No. Pero
entendí que así como el mar, la playa, el cielo y el sol armonizan
perfectamente, así yo armonizaba en los planes de Dios, porque Él me
había creado. Y sería un atentado a su sabiduría creadora afirmar lo
contrario.
Y el secreto de la vida cristiana no era si Él me iba a
aceptar como soy; sino en que si yo me iba a acercar a Él bajo sus
condiciones, si yo aceptaría el plan que el trazó tan perfecto para mí.
Un plan perfecto porque Él lo creó y, por eso, debe de armonizar
conmigo, porque él nos creó a ambos, al plan para mi vida y a mí.
Así
que, después de tanto tiempo, llegó el momento de entender que el ser
cristiano se basa en una relación de amistad con Dios, y esta amistad es
posible porque fue diseñada por Dios, Él es el que busca la amistad y
provee del camino para poder llegar a Él. Miremos la obra de arte que el
amor divino pintó en la cruz del calvario.
Un cuadro que
simboliza la victoria sobre la muerte y el pecado, un cuadro que me
permite conocer a Dios y poder amarlo. Porque, al final de cuentas, todo comienza en Él, continúa en Él y termina con Él.
Y mientras miraba estos cuadros en
mi mente, quede sorprendido ante el descubrimiento de que Dios es
eterno, de que Él tiene todo el tiempo y que yo no soy más que un
suspiro. Así que es mejor dejar al que tiene más experiencia en esto al timón
y aprender a obedecer sus decretos.
Crystal Lewis lo resume así
en una de sus canciones: Tengo altivez. El es humilde; yo soy deshonra,
Él es gloria. Soy engañoso, el es real; yo no soy digo, más Él es
dador... (etc.).
Me dí cuenta que en lugar de buscarlo hay que
abrir bien los oídos, porque entonces sentiremos su voz de amor,
invitándonos a conocerlo, hablándonos a través de los cuadros de la
vida, aún en las cosas que no te imaginas, aun en una tarde soleada en
la playa.
he llegado a este lugar (BLOG) por la gracia de Dios , me gusta de entrada la forma de expresión y reflexión, seguiré navegando y espero poder enriquecer este trazo de las vidas que ahora nos cruzamos. Hemos sido redimidos. solo como dice Efesios 1:5 "..... segun el puro afecto de su voluntad"CARO
ResponderEliminarGracias por leerme; los redimidos nos edificamos unos a otros, para su Gloria y por su honor... ¿Acaso hay otra razón de existencia? Bendiciones.
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