La Gloria para Él



«Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al pórtico que se llama de Salomón. Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?» Hechos 3:11-12

Que un cojo se levante completamente curado no es algo que se ve todos los días. La multitud se maravilla y se acerca a los dos discípulos para ver lo que sucedía. Aquí vemos una gran verdad: La Presencia y Poder de Dios atraerá multitudes. La gente va donde hay Pan. Los enfermos acuden donde hay sanidad. El hombre de Dios se vuelve un reflector para el mundo… con todos los peligros que eso conlleva.

Antes de ser llenos del poder de Dios, cuando uno comienza a servir por amor a Dios, siempre nos jactamos que nunca nos robaremos la Gloria del Padre. Como Pedro, seguros decimos: «yo jamás fallaré». Pero, es una lucha más grande de lo que te imaginas, el deseo de ser reconocidos, admirados, está en nuestra genética y suele suceder que, poco a poco, sin darte cuenta, comienzas a atraer a las multitudes a ti.

Observa que es lo que pasa con muchos ministerios «famosos». Levantan grandes templos, hacen grandes reuniones. Pero, cuando les toca el turno de morir, la congregación cae en crisis, muchas veces desaparece, porque todo estaba cimentado en un hombre y no en Dios.

Miremos el texto, lo que hace Pedro es dirigir la Gloria a Dios. Les dice que no hicieron el milagro debido a su poder o misericordia. Entonces, aprovecha para presentarles la esencia del evangelio: la maravillosa obra redentora del Señor Jesús. Aprendamos de Pedro, mostremos a las personas al Señor Jesús, para que ellas se conviertan en servidores de Dios y no de nosotros.

Mucho te podría hablar respecto a esto, tanto de las actitudes que he observado en muchos ministros de Dios, como de las malas actitudes que yo mismo he tenido. Pero no se trata de hablar de nosotros, la centralidad de todo lo que hacemos debe ser única y exclusivamente de Dios.

Siempre debes cuidar en dar la Gloria a Dios, en dirigir los ojos solamente a Él. Todo creyente debe saber que es un ministro delante de Dios. Que cada uno de nosotros podemos ser usados por Él. El poder del Eterno no es exclusivo de unos pocos, no se les da a algunos privilegiados, su Presencia y Poder está al alcance de la mano del que quiera.

Quiero que notemos otra cosa más en el texto. Pedro pregunta: ¿De qué se maravillan? En cierto sentido no hay nada de extraordinario en los milagros, porque para Dios es algo normal. De manera natural la Iglesia manifiesta lo extraordinario de Dios como algo normal. Es de esperar que donde Él está se manifiesten milagros. Es lo más natural.

Y ¿Sabes? Una de las formas de mantener las cosas enfocadas, que Dios siga recibiendo la Gloria y no nosotros, es mantener un altar de adoración. Allí es donde depositamos todo lo que somos y reconocemos nuestra dependencia de Él. Los milagros vendrán a la Iglesia, no lo veamos como símbolo de superespiritualidad, pues las señales siguen a los que creen. Veámoslo como lo que son, una oportunidad de hablar del amor de nuestro Señor y de la salvación que proveyó para la humanidad. Que nuestra adoración y atención siempre estén centradas en nuestro amoroso Señor.


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