Una oración básica
«Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios». Hechos 4:29-31
No hay arma más fuerte, escudo más poderoso, ni acción más
efectiva que la oración. A través de la oración podemos lograr que muchas cosas
sucedan, hasta las que parecen imposibles. Pero hay una condición para que la
oración sea efectiva, estar dentro de la voluntad de Dios.
Con tristeza me ha tocado mirar gente orando para prosperar
económicamente, iglesias clamando para tener un Templo más grande; a veces los
creyentes se enfocan únicamente en aquellas peticiones que les traerán un
beneficio inmediato y superficial. Miremos este texto, pensemos en lo que la
Iglesia pedía al Señor.
«Mira sus amenazas». No se minimiza el peligro, no se trata de
decir que estaremos siempre protegidos. Él Señor jamás nos prometió estar a
salvo del sufrimiento. La Iglesia le dice a Dios en oración: míralos, estamos
conscientes, nos están amenazando, nos da miedo. Sí, estaban llenos de la
presencia de Dios, pero tenían miedo, y se preocupaban por sus familias.
Vientos de persecución se están levantando en contra de la
Iglesia. Recuerda que antes de la venida de nuestro Señor la Iglesia será
perseguida, y ya se está fraguando esto. El mundo ha comenzado a aprobar leyes
que coartan la predicación de la Palabra de Dios. China está advirtiendo a los
creyentes que dejen la fe, o les quitaran a sus niños para reeducarlos. Noruega
está por aprobar una ley en contra del odio y la intolerancia, cuyo fin será
detener la predicación del evangelio. No son casos aislados, esto está
sucediendo en todo el mundo.
Querida Iglesia, observa atentamente lo que está sucediendo. No
minimices lo que pasa, es tiempo de prepararnos. Cada vez más nuestra cultura
se volverá hostil en contra del evangelio. Cada vez más se levantarán llenos de
odio contra los creyentes. Dios nos advierte que nos preparemos. ¿Cómo? Orando.
La Iglesia en Hechos, al igual que nosotros, enfrentaba las primeras amenazas
de persecución. Como humanos se preocupaban, se asustaban, pero oraban, y
entregaban el miedo y el afán a Dios. Míralos, decían. Y, sin embargo, ellos
oraban:
«Concede a tus siervos que con todo denuedo prediquen tu
Palabra». ¡Qué oración más noble! No importa si tememos, no importa las
amenazas, no importa las consecuencias. Danos el honor de predicar tu nombre.
Mira que actitud correcta, ellos no oran con autosuficiencia: «¡Declaramos
rotas sus amenazas! ¡Reprendemos todo deseo de hacernos daño! Y proclamaremos
tu nombre». No, ellos sabían su lugar, clamaban humildemente «concédenos, danos
tu favor, todo proviene de ti».
Una oración centrada en Dios, una oración para el bien de los
demás, una oración que va más allá de mis comodidades. Una oración que nace de
la guianza del Espíritu de Dios. Querida Iglesia, debemos volver a esa oración,
a la sencillez de acercarnos humildemente a nuestro creador, la Iglesia sin su
cabeza, nuestro Señor Jesús, no es nada. Ese sentimiento debe saturar nuestras
oraciones.
«Mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y
señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús». La Iglesia
entendía la importancia de las señales y prodigios; comprendían que estas respaldaban
su labor misionera. El enemigo ha sido muy hábil para lograr que una gran
cantidad de creyentes desechen por voluntad propia los milagros.
Los milagros no son un fin, son el medio, la excusa perfecta
para presentar la salvación de Dios. Allí reside su valor. Debemos pedir que
estos milagros vuelvan a suceder en nuestra generación, que la gente se dé
cuenta que Dios está con nosotros.
El resultado de esta oración, de este clamor, fue inmediato:
sucedieron tres cosas:
1.
El lugar donde estaban tembló. La respuesta fue
clara y contundente. ¿Cuándo fue el último culto de oración al que asististe
donde tembló? ¿ves lo que quiero decir? La oración podría traer poder a la
Iglesia, si aprendemos a orar correctamente y en unidad. Yo quiero verlo, ¿te
imaginas? El lugar tembló; la presencia misma de Dios se hizo evidente en esa
reunión.
2.
Fueron llenos del Espíritu de Dios. Ya lo
mencioné en otro devocional, pero lo vuelvo a señalar. Estos discípulos ya
habían sido llenos del Espíritu de Dios, pero aquí vuelven a ser llenos otra
vez. Eso indica que debemos buscar permanecer llenos, cada día, y buscar más
llenura del Espíritu de Dios. Esa es mi oración por ti, querida Iglesia, que
seas llena del Espíritu de Dios.
3.
Recibieron lo que pidieron. Una vez llenos de
Dios, comenzaron a predicar con denuedo la Palabra de Dios, se cumplió su
petición… y también el deseo del Padre.
Querida Iglesia, que te parece si dejamos a un lado lo que
estamos haciendo y hacemos nuestra esta oración: Que se nos permita predicar,
que Dios realice grandes milagros en el nombre de su hijo Jesús. Que vivamos
aquello para lo cual fuimos constituidos Iglesia: Para la Gloria de Dios.
Bendecido día, Iglesia.
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