Las marcas de la Iglesia



Hechos 2:42-47

«Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones». Hechos 2:42

Al fin, en el tiempo exacto de Dios, el propósito del Padre se había cumplido: La Iglesia había nacido. El mundo sería impactado por esa pequeña comunidad de creyentes, y el evangelio se extendería hasta el último rincón de la tierra conocida. Este verso nos describe la actitud natural de la Iglesia. Meditemos en ello.

Nos dice que perseveraban en la doctrina. Una de las primeras cosas que debe hacer la Iglesia es comenzar a aprender, doctrina significa «enseñanza». Muchos de nosotros no estudiamos, simplemente vamos, nos sentamos y escuchamos. Pero perseverar se trata de profundizar en las Escrituras y aprender como relacionarme con Dios.

Mira, querida Iglesia, los tiempos se van acortando, cada día que pasamos nos acerca a la gloriosa venida del Señor Jesús. Pero, antes de eso, la Iglesia será probada. Si no tenemos cimientos fuertes, si no estamos firmemente arraigados en la Palabra, seremos destruidos. Así, el estudio, con toda la intención y constancia, de las Sagradas Escrituras es una necesidad, una disciplina que nos permitirá permanecer firmes hasta el regreso de nuestro Señor Jesús.

Esta es una falla grave de nuestras congregaciones, no está acostumbrada a perseverar en la doctrina. Recuerdo cuando estudié el Instituto Bíblico, comenzamos 90 alumnos (maravilloso, podrías pensar), solo yo me gradué de ellos. Llamamos a la Iglesia a aprender, vienen a la primera clase… no terminan, ¡Y muchos no hacen sus tareas! ¿Es de extrañar que nuestras Iglesias sean tan débiles cuando no se alimentan correctamente? ¿Cuándo sobreviven con una dieta consistente en escuchar los sermones del domingo? ¿Viendo predicaciones de Youtube que me hagan sentir bien? Eso sin entrar al tema de que muchas de las predicaciones están centradas en el bienestar humano y no son bíblicas.

Perseverar en la doctrina significa leer, estudiar, meditar y pensar. El conocimiento de Dios se da en la medida que uno profundiza en la Palabra y la pone en práctica. Estos son los tres requisitos esenciales para esforzarse en la doctrina: Observar, profundizar y poner en práctica.

La observación ocurre cuando leemos CON ATENCIÓN la Palabra. Incluso, he escuchado errores doctrinales en el púlpito que nacen por no leer bien las palabras de las Escrituras. Pero, además, debemos observar con atención el contenido de lo que se nos dice: ¿Cuál es el tema central? ¿Quiénes intervienen en el pasaje? ¿Hay alguna promesa para mi vida? ¿Algún mandamiento para obedecer? En el proceso de observación, al meditar en el pasaje, surgirán estas y muchas otras preguntas.

Bien, ahora viene la parte en la que Profundizamos. Es el momento en que respondemos a las preguntas que nos formulamos. Para esta etapa será necesario, meditar, pensar en el pasaje, «masticarlo» despacio. Y comenzar a analizarlo parte por parte, ubicándolo en el tiempo bíblico y comparándolo con el mensaje de toda la Biblia. Es donde extraemos la verdad del pasaje, su esencia.

La recomendación aquí, es que primero saques tus propias conclusiones en oración; y después las compares con comentarios bíblicos, estudios en internet, etc. Por supuesto, puedes consultar con tu Pastor aquello que no entiendas, pues para eso están los que dirigen la Iglesia del Señor.

Por último, nos toca poner en práctica aquello que hemos aprendido. Cuando empieces a estudiar la Palabra de Dios con toda seriedad (dicho sea de paso, hazlo en orden, es decir, estudia un libro completo); podrás darte cuenta que se te presentan oportunidades para aplicar aquello que leíste en la Palabra de Dios; ya sea en tu propia vida o para dar consejo a alguien más. No hay nada más maravilloso que profundizar en su Palabra y experimentarla en nuestra vida.

Avancemos en el texto. Se menciona que perseveraban en la comunión unos con otros. Recordemos que el Señor Jesús dijo que la marca distintiva de los discípulos sería la demostración de amor sincero los unos a otros. No solo se trata de aprender la Palabra sino de actuar con los demás conforme a la Palabra.

Vivimos en un mundo donde la gente se ha aislado de la vida de los demás; es difícil encontrar verdadero compromiso en las relaciones. La Iglesia está fallando, también, en esa área. El creyente debe demostrar amor a los demás, y aprender a perdonar y trabajar en equipo. Mantener la comunión debe ser la meta de toda comunidad de creyentes.

¿No es triste nuestra actitud ante la Iglesia? Solemos ver lo malo, decir que todo está mal; no creemos en los demás; criticamos a la gente… Tenemos que regresar a lo básico. Si por amor el Señor Dios mandó a su hijo, por amor debemos construir su Iglesia.

Perseveraban en el partimiento del pan. A simple vista podríamos pensar que tenían convivios, o fiestas, o banquetes. Pero el partimiento del pan es muy probable que se refiera a la Santa Cena. Solo que en aquel tiempo la celebraban precisamente como eso: una cena. Esto era para recordar a la Iglesia donde estaban sus raíces, donde residía su poder: en la muerte y resurrección del Señor Jesús. No olvidemos, además, que ese acto recuerda la esperanza de la segunda venida del Maestro, algo que esperaban con ansias.

Por último, perseveraban en las oraciones. Ya en un devocional pasado hablamos de la importancia de la oración, por lo que no ahondaré mucho en esto. Pero si vamos a mencionar que la Iglesia nació en medio de la oración y continuó por medio de la oración.

La oración debe de saturar completamente la Iglesia. Todo se sustenta a través de ella; es el fuego que nos mantiene ardiendo en la unción de Dios.

Estos son, entonces, los elementos de una Iglesia que persevera en el camino de Dios. Conoce la Escritura y la vive, se aman sus miembros, se fundamenta en la obra del Señor Jesús y permanece orando. Sigamos Iglesia sobre ese camino trazado por el Señor. A vivir para Él.

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