Consejos para ministros 4. Fortalece la Identidad de tus hijos
Muy de la mano con el tercer consejo, continuaré hablando de la
familia. Nací en cuna cristiana, hace ya más de cuarenta años. Desde que tengo
uso de memoria, mis Padres han servido como líderes de la Iglesia. Hoy mis
padres son pastores. Así que puedo hablarte por experiencia propia de lo que
significa ser hijo de Pastor. Ahora, Dios me ha bendecido con una hija, por lo
que hoy soy líder en la Iglesia y padre a la vez.
Si criar niños, de por sí, es una tarea que requiere mucho
esfuerzo, cuando se vive en el ministerio se vuelve una tarea titánica… pero de
mucha bendición.
Así que comencemos con algunos consejos, espero puedan
servirte:
1. Después de tu pareja, la prioridad son los hijos.
Sí, lo escribí bien, la relación con los hijos está después de
la relación con nuestro cónyuge en orden de prioridades. Sé que en nuestro
contexto latinoaméricano suele suceder que se pone la relación con los hijos
por encima de la relación matrimonial; con el obvio alejamiento de la pareja
ante esta situación.
Habiendo dicho eso. Es importante que fortalezcas la relación
con tus hijos como una prioridad. Muchos de los hijos de líderes y pastores
terminan alejándose de la Iglesia. Peor aún, lo hacen odiando a Dios y a la
Iglesia. ¿Por qué? La principal razón es porque sus padres prefirieron la
Iglesia que a ellos.
Yo sé que me dirás rápidamente que amas a tus hijos, y que son
una prioridad para ti. Déjame recordarte que las verdaderas prioridades se
revelan por el tiempo, dedicación y esfuerzo que les concedes. Tus hijos deben
estar seguros de su importancia para ti, porque ven que inviertes en ellos tu
tiempo, dedicación y esfuerzo.
Así que, al igual que con tu pareja, aparta tiempos exclusivos
para ellos. No solamente en conjunto (es decir, todos los hijos), sino con cada
uno de ellos en lo particular. Blinda esos tiempos lo más que se pueda; aparta
las fechas importantes para ellos: cumpleaños, competencias, etc. Sé que a
veces no será posible estar; pero que sea una excepción y no un hábito.
Dedicación significa que tomarás el tiempo para guiarlos,
aconsejarlos, amarlos, desarrollarlos, enseñarles valores y desarrollar en
ellos una lealtad para con Dios. Todo esto significa esfuerzo, porque nadie nos
enseña a ser padres. Tendrás que investigar, orar, e invertir un esfuerzo serio
para que tus hijos se eduquen. Recuerda, una educación no solo se da con
palabras, sino con el ejemplo.
2. Reafirma y respeta su identidad.
Siguiendo la misma línea de pensamiento, debemos aprender a
conocer, reafirmar y respetar la identidad de nuestros hijos. Como creyentes,
sabemos que todo comienza en el interior de una persona, de allí, todo fluye
hacia afuera. Por eso, es importante que descubra quienes son tus hijos.
No hay nada que motive a un ser humano que saberse aceptado.
Nuestros hijos deben saberse aceptados como son. Descubre su temperamento, lo
que les apasiona, sus hobbies, lo que odian, lo que les desespera. Involúcrate
en sus vidas. Escúchalos. Interésate en ellos. Tus hijos deben saber que son
amados.
Céntrate en su identidad. Ellos son hijos de Dios. Son amados
por Dios. Su comportamiento no siempre será el correcto; así que déjame darte
un gran consejo: Céntrate en su identidad, no en sus acciones. No les digas: «eres
un necio», cuando se ponen tercos que quieren una golosina, esa es una acción,
por lo tanto, no lo etiquetes como su identidad al decir «eres». Si afirmas su
identidad siempre, tendrás hijos motivados.
3. Separa ministerio de familia.
Cuando fuiste llamado a servir a Dios, fue tu decisión personal
servir al Señor. No hagas que tus hijos carguen por eso. ¿A qué me refiero? Tus
hijos, al igual que cualquier persona, deben conocer el amor de Dios, crecer en
su conocimiento y serle fiel. Pero, debe hacerlo por Dios, por su relación con
Él y no porque tú eres un líder, o pastor, de la Iglesia.
Así que, ten mucho cuidado de decirle cosas como: «¡Debes
portarte bien porque yo soy el líder y qué va a decir la gente!», o algo como:
«Por tu culpa no me respetan». Eso es ponerle cargas a tus hijos que ellos no
pidieron. Y, créeme, eso para nada sirve para animarlos a un buen
comportamiento y, mucho menos, para acercarlos a Dios.
No viertas la frustración del ministerio sobre de ellos. Como se
dice comúnmente, no lleves el trabajo a casa. Una cosa es el servicio a Dios y
otra tu vida familiar. Sé que a veces es frustrante no poder demostrar lo que
se siente ante la Iglesia, pero muchos ministros, en la soledad de su casa,
explotan. Que tus hijos no sean un vertedero para tus frustraciones y luchas.
Como dije en el punto anterior, céntrate en amarlos y
respetarlos. Anímalos desde su identidad. Y no. No estoy tratando de decirte
que los dejes hacer lo que quieras, sino que la disciplina se centre en que
sean mejores personas, en que su Identidad en Dios se afirme y no en que son
una extensión de tu ministerio solamente.
4. Ora por ellos.
Debes recordar algo. No por ser tus hijos, son salvos. Recuerda
que la salvación es personal. Por lo que el primer paso a dar en cuanto crezcan
es que entiendan el proceso de salvación y voluntariamente reciban al Señor
Jesús. Ten mucho cuidado, no por que sepan textos, crezcan en el templo,
participen en el ministerio, etc. quiere decir que tienen una relación profunda
con Dios. Cuida de su vida espiritual.
Simplemente por ser tus hijos, son blanco de satanás porque te
hace daño a través de ellos. Eso es muy claro. Por eso, creo que una de las
columnas vertebrales de la educación de los hijos es orar por/con ellos. En tus
momentos de comunión con Dios ora por ellos, puedes leerr las entradas en este
blog sobre «Consejos para orar por los hijos»; para que tengas una idea sobre
como orar por ellos.
Es de vital importancia que te vean orar, que escuchen como
clamas a Dios y te relacionas con Él. Recuerda que los niños aprenden de lo que
ven. Ellos tienen un discernimiento extraordinario cuando se trata de descubrir
a alguien que finge. Por eso, deben ver como enfrentas tu vida, como eres fiel
a Dios, como caes y te levantas, como te equivocas y pides perdón.
Aparte de eso, ora con ellos. Acompáñalos en el desarrollo de
su comunión con Dios y, de vital importancia, bendícelos. Como hacían los
antiguos, pon tus manos sobre su cabeza y pronuncia palabras de bendición sobre
de ellos cada día. Si no sabes cómo hacerlo, en la Biblia encontraras ejemplos
que te servirán como guía (Por ejemplo, Números 6:24-26).
Declara bendición sobre cada área de su vida. Proclama
bendición por ser hijos de siervos de Dios. Bendice su vida espiritual, su
mente, emociones y su cuerpo. Bendice sus proyectos, sus estudios. Bendícelos.
En el día a día muchos los vana maldecir, y verter cobre ellos expectativas
incongruentes. Por eso, debes bendecirlos.
5. No les des privilegios especiales.
Así como te recomiendo que no pongas sobre de ellos las
frustraciones del ministerio, hacer lo contrario también es perjudicial. No les
des privilegios especiales solo porque son tus hijos, ellos deben de pasar los
mismos procesos que cualquier persona de la Iglesia.
Conozco Iglesias donde tienen una férrea disciplina, cada
ministro debe cumplir con ciertas normas para poder ejercer ministerio… a menos
que seas hijo del líder o del pastor. Porque allí se aplica lo de «dejémoslo
para que no se valla a ir al mundo». Eso no hace ningún bien, les enseñas a tus
hijos a ser hipócritas, a que se puede hacer lo que uno quiera en el
ministerio. No. No hagas eso, tus hijos deben servir por convicción y pasar por
los procesos necesarios para servir a Dios. Por supuesto, lo contrario tampoco
es bueno. No les impongas cargas que los demás no tienen.
Tus hijos deben ser vistos como cualquier congregante. Su
dignidad no reside en el hecho de que son «hijos de». Su dignidad viene de
Dios. Y es muy importante para su desarrollo personal que entiendan eso.
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