Yo soy, no temas
No sé cómo hubiera reaccionado de haber estado allí esa noche. El
mar en completa obscuridad. Y, eso es en serio; no existía corriente eléctrica.
La obscuridad era profunda. En medio de la noche se oía el fuerte viento. Donde
hoy vivo los vientos son muy fuertes, el viento hace ruido cuando pasa. Los
discípulos habían remado entre 4.625 a 5.550.
Entonces, estaban a una distancia ya de 5 kilómetros de la
orilla, estaban completamente rodeados de agua. Era de noche, la obscuridad los
había en vuelto completamente y, para rematar; el único sonido era el del
viento y las olas. Repito, no sé cómo hubiera reaccionado de haber estado allí.
Mi corazón estaría lleno de temor.
Y en medio de todo, de repente; en medio de la obscuridad, en
medio del gran viento, se dan cuenta que alguien viene caminando. Era el Señor
Jesús, quien, con paso firme, caminaba sobre las aguas del mar… y los
discípulos tuvieron medio. Su Maestro se acercaba, y la única reacción que
tuvieron fue de miedo.
Sin embargo, el Maestro los calma diciendo «Yo soy, no temáis».
Esta frase la usará muchas veces: «Yo Soy». ¿Por qué? ¡Simplemente porque es el
nombre de Dios! el «Yo Soy» (Éxodo 3:14). Es como si les dijera, tu Dios está
aquí; por eso, a continuación, añade: «No temas». Y los discípulos hacen a un
lado su temor.
Pero sí sé cómo reaccionar hoy. Cuando por las noches mire el
techo desnudo, y las sombras me envuelvan por todos lados. Cuando en el
horizonte no se vea salida. Cuando las lágrimas se acumulen en mi garganta.
Cuando solo quiera dormir y no despertar. Cuando solo me abrace la soledad.
Cuando me condenen, me traicionen o no confíen en mí. Sé perfectamente que
hacer.
Cerraré mis oídos al rugir de la tormenta. No escucharé las
voces de mis enemigos. No me refugiaré en viejos hábitos malignos. No.
Levantaré un altar de adoración. MI corazón latirá al ritmo de su amor. Y, en
medio de la noche, lo miraré venir. Vendrá en medio de la tormenta; aparecerá
en medio de mi dolor; a través de mis enemigos; justo en medio de la escasez
económico; allí al lado del abogado que te trae los papeles de divorcio. En
medio del panteón al despedir a tu ser querido. Justo al lado del médico que te
dice: «Su estado es grave». Allí, en el altar donde lloraste cuando te
dividieron la Iglesia. En el reflejo del espejo cuando por enésima vez fallaste
y volviste a pecar.
Sí, allí. Nuestro corazón, en medio de su noche, de repente,
mirará una sombra. Al principio creeremos que algo más se acerca. Pero
entonces, cuando el miedo ha paralizado el corazón. Cuando nuestras fuerzas
están a punto de flaquear. Cuando la barca parece que se va a voltear. Se oirá
una hermosa voz diciendo: «Yo Soy, no temas». Tu Dios, Señor y Rey. Estrella de
la mañana. La Luz resplandeciente. El Pastor. La puerta. El Cordero. El León.
El Dios Todopoderoso. El Eterno. El Gran Yo Soy está allí. Está aquí. Junto a
ti.
Entonces, seguiremos viviendo confiado. Afirmaremos el rostro.
Tomaremos su mano. Y enfrentaremos las tormentas que nos presente la vida- Porque,
¿notaste? El viento no se calmó, la oscuridad no se disipó. Las aguas seguían
rodeándolos. Pero Él ya estaba allí. No hay nada que temer.
Mi querida Iglesia. A levantarse. A adorar. Él está en medio de nosotros. Aún no termina su obra. Aún son nuevas sus misericordias. Ánimo. Levanta el Rostro, aquí está nuestro Rey y Señor. A enfrentar la vida con una sonrisa y un corazón lleno de adoración. Bendecido día.
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