Dos realidades en una




Nos refiere la Palabra de Dios en Mateo 18:18, que un día se encontraba el Maestro enseñando, entonces, Él pronunció las siguientes palabras: «De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo». Aunque esté texto, en su primer intención, se refiere a que la Iglesia tiene la autoridad para ejercer disciplina, y, así, traer el Reino de Dios a la tierra, podemos ver un punto importante.

El Señor Jesús nos habla aquí de la existencia de dos realidades. De hecho, la Biblia habla de estas dos realidades vez tras vez. Una es la Realidad Espiritual, y, la otra, es la Realidad Física.

Esto lo podemos ver fácilmente. Por ejemplo, tú nunca has visto a Dios (a menos que hayas recibido una revelación), tampoco ángeles, ni demonios. No los vemos, porque son seres espirituales. Ellos habitan en la Realidad Espiritual. Sin embargo, cada día y a cada instante esta Realidad Espiritual, escondida para el ojo físico, interactúa y se mueve paralelamente a nuestra Realidad Física.

Volvamos al texto que estamos analizando. En este texto nos dice que cuando la iglesia ejecuta una acción en la Realidad Física, la Realidad Espiritual también se verá afectada por esta decisión.

Por ejemplo, cuando una persona está enferma, es muy común que se acerque para pedirme una oración por su sanidad. En la Realidad Física, pongo mis manos sobre el enfermo, abro mis labios y comienzo a orar por la sanidad del enfermo. Mas es en la Realidad Espiritual donde, por la gracia de Dios y a través del sacrificio de su Hijo, es ofrecida la sanidad; la cual se manifiesta, una vez más, en la Realidad Física. Así interactúan las dos realidades cada vez que oramos.

Lo mismo sucede en el caso de una persona que peca. Puedes cometer un pecado en lo secreto, donde nadie te ve. Sin embargo este acto pecaminoso traerá repercusiones en la Realidad Espiritual sobre tu vida y a toda la Iglesia. Mas, como no se ven a simple vista, no te das cuenta de ellas hasta que afectan la Realidad Física nuevamente.

Así sucede con toda acción y decisión en una realidad, afecta a la otra. Si no aprendemos a vivir en ambas, estaremos en desventaja. Un ejemplo bíblico perfecto de cómo interactúan las dos realidades lo encontramos en la vida del Profeta Eliseo.

El profeta Eliseo era alguien que entendía bien el manejo de la realidad espiritual mientras estaba en la realidad física. Se nos cuenta en 2 de Reyes 6 que el Rey de Siria tenía guerra contra Israel. Muchas veces Eliseo le avisó al rey de Israel, por la revelación que tenía, donde estaban las emboscadas de los enemigos. Así fracasaban en su intento de tomar como rehén al Rey. Esto frustraba al rey sirio.

Cuando le informaron al Rey Sirio que Eliseo era la causa del fracaso de su estrategia, mandó apresarlo. El verso 15 nos relata que el siervo de Eliseo salió temprano y vio al ejército Sirio rodeando la ciudad. No tardó mucho para que se enterara que venían por Eliseo. El siervo entró en pánico. Corre hacia su amo y alarmado pregunta: «¿Qué vamos a hacer?».

El profeta, en el verso 17, hace una pequeña oración: «Dios, abre sus ojos». En este «abrir los ojos» Eliseo pedía a Dios que hiciera a su siervo consciente de la realidad espiritual. Al responder el Eterno a la oración de su profeta, el siervo ve el cerro lleno de gente de a caballo y carros de fuego listos para defenderlos.

Todo siervo de Dios vive en dos realidades. Sin embargo, surgen dos problemas. Muchos cristianos solo viven pendientes de la realidad física, de lo que tiene que ver con el alma y el cuerpo. En contraste, otros creyentes se van al otro extremo, en todo quieren ver demonios, maldiciones; y lo quieren arreglar con «declaraciones» de fe. Mientras que los primeros buscan llegar a Dios por un código ético y un conocimiento racional del Eterno; los otros tratan de hacerlo por «métodos espirituales», ministerios de liberación y, aún, de reclamos.

Tenemos que tener un equilibrio. La Biblia nos insta a tener ese equilibrio. Cada creyente debe aprender a vivir en un equilibrio en estas dos realidades. Debe vivir como un ciudadano celestial, pero que aún está habitando en este mundo físico.

Por ejemplo, muchos siervos de Dios se dedican a cuidar su vida espiritual, pero no lo hacen así con su cuerpo físico. No hacen ejercicio, comen lo que no deben, etc. ¿El resultado? Cuando llegan a alcanzar su potencial espiritual, no lo pueden aplicar, porque su cuerpo físico está deteriorado y los limita en su servicio. Tenemos que cuidar las dos áreas.

Entender esto y aplicarlo en la vida diaria será de mucha ayuda para nuestra vida cristiana.

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