La oración se trata de Él




Hay algo que no entendemos cuando oramos, nos encerramos en Nuestro Lugar Secreto y pasa desapercibido un milagro que sucede en el mundo espiritual. El cielo y la tierra se unen en tu Lugar Secreto (según definición de Watchman Nee). Así, el Lugar Secreto se convierte en una puerta. Es una puerta abierta a el cielo donde te está esperando Dios Padre. Por eso Él Señor dijo que lo encontraríamos si lo buscamos (Jr. 29:11-13; Mt. 7:7-8 cf. Sal. 32:6; Is. 65:1).


Entonces, cuando oras te estás acercando a la Presencia de Dios y, algo es cierto, cuando tú te acercas a ese lugar, Él ya está allí. Él ya te está esperando.


Si cuando vas a orar lo primero que viene a tu mente es lo pesado que será, las grandes ocupaciones que vas a tener, lo cansado que te encuentras, y sigues pensando en eso, lo más seguro es que no puedas orar. Pero, si cambias ese enfoque de la oración y piensas que Dios está allí, que estarás entrando a su presencia, que durante ese tiempo el Creador del Universo se tomará tiempo para pasarlo contigo, para cuidarte y amarte, creo que sería más fácil que oraras.


No se trata de lo que sientes. Se trata de la fe (He. 11:6). Independientemente de lo que sientas, lo que te estoy escribiendo es verdad. El cielo y la tierra se juntan cuando una persona va a orar. No siempre te darás cuenta de esto, a veces no sentirás absolutamente nada, pero Dios estará allí, junto a ti. Esto lo creemos por fe. Y la fe tiene la hermosa cualidad de abrir nuestros ojos para conozcamos y entendamos los misterios de Dios.


Piensa, la puerta está abierta; pero es una decisión tuya si entras o no a ese lugar por medio de la oración. Dios, que es dueño de todas las riquezas del mundo no es dueño de tu amor. Él te dio la oportunidad de entregarlo voluntariamente.


Así que, la próxima vez que vayas a orar recuerda que antes de que tu hablaras el ya estaba allí (Sal. 139:1-4). Es momento de aprender lo que es la oración. Mas que darte una definición corta de lo que es la oración, básicamente comunión con Dios, quiero explicártelo a través de varias características:



1. La oración es un viaje


Primero y antes que nada debemos entender que la oración no es algo estático. La oración siempre está en movimiento. Como dice un canto antiguo que la fe «mueve la mano de Dios» a través de la oración. Por eso digo que la oración es un viaje. Por que no está quieta, siempre se está moviendo. Tal vez tú estás encerrado en tu cuarto, pero no es así con el mundo espiritual, la oración te lleva a avanzar en lo espiritual.


A mí  me gustan los viajes, y casi a todos también. Las cosas que hacemos para ir a un viaje, son las mismas que podemos aplicar a la hora de orar. Vamos a ver:



* Para salir de viaje debemos de saber a donde vamos. Ninguno de nosotros saldríamos a pasear si no sabemos a donde vamos. Al orar, una cosa debe estar presente dentro de nosotros y es lo que mencionamos anteriormente. La oración nos permite encontrarnos con Dios. Y no me refiero a la mano de Dios para ver que bendiciones nos da, sino a su rostro, a la intimidad de perdernos en su mirada y el placer de poder contemplar su hermosura.


* La meta de nuestro viaje es encontrar a Dios. Eso cambia radicalmente todo. Cuando voy con mi esposa a Chiapas, el viaje se nos hace largo para llegar allá, sin embargo, sabemos que vamos a llegar. Así cuando oramos, puede que tome tiempo, pero nuestra mente, fe y corazón están confiados en que tarde o temprano vamos a llegar a conocer íntimamente a Dios, y podremos conocer sus secretos (Sal. 25:14).



* Para salir de viaje debemos prepararnos. Si vas a salir de viaje lo más lógico es que te prepares. Si vas a la playa llevas ropa ligera, si vas a un lugar frío, ropa gruesa, por poner un ejemplo. Uno de los más grandes errores que cometemos a la hora de orar es que no nos preparamos. ¿Qué quiero decir con eso?


Cuando oramos lo hacemos cargados de frustraciones, nuestra mente llena de problemas, situaciones que tenemos que solucionar. A veces, lo hacemos viendo el reloj porque tenemos algo que hacer y nuestra mente se está distrayendo todo el tiempo. Para orar debes prepararte.


Antes de orar descansa un poco. Pon música de adoración, 
respira profundo. Y comienza a relajarte. Cuando tu mente y corazón estén descansados podrás orar más efectivamente. No importa que pases más tiempo relajándote y luego orando completamente concentrado; conforme te disciplines, podrás relajarte más rápido y orar más. No estoy diciendo que te duermas o dejes tu mente en blanco, lo que digo es que comiences a pensar en que Dios está allí y que te está esperando.


* Para salir de viaje hay que llegar a tiempo. No hay nada peor que llegar tarde y perder el autobús o medio de transporte para llegar al destino que tanto deseábamos ir. Cumple con tu horario de oración.



* Cuando salimos de viaje vamos expectantes. Cuando salimos de viaje a un lugar que no conocemos vamos expectantes de todo lo que sucede a nuestro alrededor. ¿Recuerdas, si ya fuiste, la primera ves que llegaste al mar? No hay palabras para describir lo que se siente. La oración es así. Uno debe de estar atento a lo que Dios quiere. A las cosas que Dios nos quiere comunicar. Por eso la oración es un viaje, un viaje a la misma presencia de Dios.



2. La oración es un regalo de la gracia de Dios


Algunos creyentes dicen: «¿Por qué tengo que orar si Dios ya lo sabe todo?». Pero, un momento, quien inventó la oración fue Dios. Si recuerdas, Él quería que el hombre tuviera comunión con Él y decidiera por voluntad propia amarlo. La muerte del Señor Jesús y su resurrección nos da la oportunidad de tener comunión con Dios (Jn. 14:23). Tal y como Él lo había querido desde el principio.


Pocos creyentes nos damos cuenta de esto: No somos nosotros los que buscamos a Dios, ¡Es Él quien nos busca a nosotros! (Jn. 15:16). No solo se humilló haciéndose hombre y muriendo a manos de sus criaturas (Fil. 2:5-8); sino que sigue humillándose hasta el día de hoy para encontrarnos. Es Él quien nos busca a nosotros.


¿Lo dejarás esperando? O acudirás a su dulce llamado. No depende de si sientes ganas de orar o no. Cuando estás muy cansado y te dispones a descansar pero un amigo viene a verte, estoy seguro de que te levantas y lo atiendes, por cortesía y amor. Es lo mismo con Dios. Te aseguro que al pasar tiempo en su presencia cambiará los sentimientos que tienen y te darás cuenta que valió la pena acudir a la cita.


A veces pensamos que somos nosotros los que buscamos a Dios. Cuando oramos con esta mentalidad Dios se hace cada vez más y más lejano. Algunos creyentes llegan a la conclusión de que nunca lo podrán alcanzar. Esta es una tremenda mentira, no buscamos nosotros a Dios, Él nos busca a nosotros.


En pocas palabras, la oración es una respuesta de nosotros hacia Dios. Usemos la analogía del hombre y la mujer. Dios nos creó diferentes. Él hizo la masculinidad y la feminidad. Dentro de este diseño divino, fue una idea de Dios que el hombre sea el iniciador y le mujer quien responde a esa iniciativa. Por eso en las Escrituras se les ordena a los hombres: «amen a sus esposas», por que son los iniciadores, y a las mujeres: «sométanse a sus maridos», las que responden. No estoy siendo machista, Dios nos hizo así. Iguales en valor, diferentes en función.


Ahora, en nuestra relación con el Señor Jesús, nosotros como Iglesia somos su novia (Jn. 3:29; Ef. 5:21-32; Apoc. 19:7-9). De acuerdo a lo expuesto, ¿Quién es la parte masculina, quien inicia el cortejo y enamoramiento? El Señor Jesús. ¿Quién responde a su amor? La Iglesia. Por eso el Apóstol Juan dice «Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero» (1 Juan 4:9). No somos nosotros los que buscamos a Dios, es Él quien nos busca a nosotros. Tu papel es responder a su amor y acercarte a Él. Recuerda, toda la gloria es para Él.


Mira, el Espíritu Santo es quien nos guía (Jn. 16:13); el Padre es quien nos motiva a hacer el bien y nos ayuda a practicarlo, porque Él quiere (Fil. 2:13 TLA); el Señor Jesús quien abrió camino al Padre (Mt. 27:51 que el velo se rasgara representa el libre acceso a Dios a través de la muerte del Señor Jesús; cf. Jn. 14:6). No depende de nosotros, depende de Él. Es su Espíritu el que, por voluntad de Dios, el que nos pone a la idea de orar. El Señor Jesús es la puerta abierta al Trono de Dios y es el Padre quien nos espera para tener comunión. Como ves se trata de Él no de nosotros.


La posibilidad de orar es una de las bendiciones más grandes que puede tener el ser humano y todo es por su gracia. La oración es el mejor regalo de Dios. Tú eres invitado por Dios a estar tiempo en su presencia.



3. La oración es nuestro refugio


Es común en el lenguaje de los autores de los salmos relacionar a Dios con un refugio (Sal. 9:9;18:2; 28:8; 31:4; 32:7; 46:7; 46:11; 48.3; 59:16; 59:17; 61:3; 62:2,6-8; 71:3,7; 78:35; 90:1; 94:22; 142:4; 143:9). ¿qué significa esa frase para nosotros? Una mejor interpretación, para ser comprendida en nuestro contexto cultural es «Dios es nuestro hogar». Los judíos no entendían el concepto de refugio como nosotros, ellos hablaban de refugios como los lugares donde se sentían en paz (recuerda que eran nómadas y no tenían casas fijas).


Imagina que a un niño lo molestan en su escuela, ¿qué quiere hacer? Llegar a su casa, donde se siente a salvo y seguro. La oración es eso, es nuestro hogar, el lugar donde podemos llegar y arrojarnos a los brazos de papá sabiendo que Él nunca va a cambiar (Stg. 1:17). Lo más maravilloso de esto es que conforme pase el tiempo ya no necesitaremos llegar a nuestro Lugar Secreto para estar en «nuestro hogar con Dios», porque nuestro Lugar Secreto será nuestro propio corazón, dentro de nosotros, por lo que estaremos a salvos y seguros en medio de nuestra oración.


La oración es un tiempo de paz mental, regocijo, y comunión con Dios. Y estando con Él ¿quién nos puede vencer? (Ro. 8:31).



4. La oración es intimidad con Dios


¿Para qué crees que Dios quiere que estés en su presencia? Para darse a conocer a ti, para tener un tiempo de comunión con Él. A diferencia de la familiaridad, la intimidad es verdadera comunión con Dios.


Cuando tienes intimidad respetas a Dios. te importa Él: lo que piensa, lo que dice, lo que necesita; la intimidad pone por encima de las necesidades propias las necesidades del otro. Este respeto nos lleva a conocer a Dios. No me refiero a saber de Él, sino a conocerlo profundamente: Saber que le gusta, sus deseos, que piensa, porque hace las cosas. Todo eso lo provee la intimidad a través de la oración. Nos lleva a decir que nuestro deseo es hacer su voluntad, tal como lo fue para el Señor Jesús (Jn. 5:30; 6:38).


Un aspecto importante de la oración es el siguiente. Decimos que orar es platicar con Dios. Bien, los que mejor se comunican con nosotros, aquellos que valoramos y con los que nos sentimos a gusto en una platica no son los que hablan y hablan de sí mismos; sino los que nos escuchan. Por lo tanto:



5. La oración se trata de escuchar


¿Quieres entender a Dios? ¿Saber que es lo que hay en su corazón? te aseguro que no lo lograrás llorando, lamentándote, hablando de ti, lo lograrás escuchándolo. De hecho las Escrituras nos animan a hacerlo (Sal. 95:7; He. 3:15; Mt. 11:15).


Cada uno de nosotros tiene héroes, personas que admiramos. Piensa, si tuvieras la oportunidad de tener una plática con esa persona, si compartieran una cena, ¿Qué dirías? Yo creo que no hablarías mucho de ti, lo escucharías y tratarías de aprender de Él. Es lo mismo que tenemos que hacer con el Señor Jesús cuando oramos (Apoc. 3:20).



6. La oración es para engrandecer su gloria


Una vez más, la oración no trata de ti, se trata de Dios, de su Reino, de sus asuntos. Imagínate hablar con Dios, Él debe tener muchos asuntos importantes, entre ellos está tu vida, puedes estar seguro.


Escuchar a Dios te lleva a deseare que las cosas se hagan por el honor de Él, para que Él sea engrandecido. Esta oración la vas a lograr cuando entiendas que orar es agradecer, no pedir, es agradecer lo que Dios es. Lo que Él hace. Esta actitud de humildad nos permite contemplarlo, admirarlo, amarlo y desear que su nombre sea puesto en alto y que todos se den cuenta como es Él.


Cuando la oración se transforma en estar expectantes de lo que Dios hace nos da la oportunidad de ver su gloria manifestándose en los momentos de oración. Es en nuestra oración que las cosas cambian cuando nuestro deseo es que el nombre de Dios sea puesto en alto, es decir, que todos reconozcan que nuestro Dios es real y que es el mejor que pueda tener alguien en este mundo.


Cuando ores está siempre atento de que tu oración sea para engrandecer el deseo de Dios; que tu oración busque la grandeza de Él. Cuando comenzamos a orar de esta forma, vemos grandes cosas. Busca siempre la gloria de Dios, siempre, hay dos cosas que Dios nunca niega: su gracia y su honor. Dios es fiel a sus promesas.



7. La oración es una batalla para encontrar a Dios


Parece que estoy contradiciendo todo lo que he dicho con lo que declaro en este punto. Pero no es así. La oración es una batalla porque para responder el llamado de Dios debemos de hacer a un lado las distracciones de satanás, del mundo y de nuestra carne. Este es un acto consciente de cumplir el mandamiento de amar al señor con todo el corazón, la mente, y las fuerzas (Mt. 22:37).


Deshacernos de nuestra experiencia, de nuestros deseos de hablar de nosotros mismos, de nuestro orgullo, de nuestro miedo es difícil. Es difícil permanecer firmes cuando no recibimos lo que queremos, cuando no podemos escuchar a Dios. Por eso, debemos de ser sinceros con Él. Si algo no entiendes díselo. La verdadera oración se basa en la sinceridad. Si cumples los otros puntos, tenla seguridad de que tu sinceridad no será una falta de respeto a Dios.


Por eso la Biblia nos dice que debemos de buscar a Dios. No porque es algo de nosotros mismos, sino porque nos perdemos en nuestras propias ideas. En nuestros propios gustos, como mencionamos la clase pasada. Buscamos a Dios porque sabemos que Él ya nos encontró.


A veces estamos tan llenos de nosotros mismos que se nos hace difícil quitar la atención de nosotros y ponerla en el Señor, pero es lo que debemos de hacer (He. 12:2). Hacer esto requerirá tiempo, pero todo empieza cambiando nuestra actitud ante la oración. Por eso, no te rindas, sigue respondiendo a su llamado, Dios está contigo y Él te está esperando. 

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