Día 10. El verdadero secreto del éxito
Día 10 de la contingencia COVID-19
«Y Josué hizo lo que se le indicó, obedeció cuidadosamente todos los
mandatos que el Señor le había dado a Moisés». Josué 11:15b NTV
¡Qué hermosa manera de describir la vida de Josué! Cuando leí
estas palabras, mi oración fue: «Señor, yo también quiero el honor de ser
descrito así». Porque, seamos sinceros, ¿Cuántos podemos afirmar que hemos
obedecido cuidadosamente todos los mandatos que hemos recibido? Hay varias
cosas que meditar sobre este pasaje. ¿Comenzamos?
Me impresiona la vida de Josué, porque cuando lees la historia
del Pueblo de Israel, te darás cuenta que siempre se rebelaban, aunque tuvieran
dirigentes buenos, terminaban haciendo lo que ellos querían. Pero no fue el
caso de Josué. Hay un gran contraste, incluso, con su mentor Moisés, ante quien
el pueblo se rebeló una y otra vez, pero con Josué no fue así. Cuando el murió,
todo el pueblo se reunió para consultar a Dios sobre lo que deberían de hacer,
ese hermoso legado dejó Josué. La misión cumplida y un pueblo fiel a Dios.
¿Cuál fue el secreto de su éxito? Este pasaje nos lo aclara, su
obediencia a la voluntad de Dios. Él cumplió el propósito de Dios para su vida.
Como puedes ver, querida Iglesia, el éxito no solo depende de que ores y
estudies la Palabra de Dios, sino de que pongas por obra aquellas cosas que
Dios te está indicando que hagas.
Los milagros, las victorias, la influencia de Josué en toda su
generación se debieron a que «Josué hizo lo que se le indicó». A veces queremos
ser protagonistas de grandes cosas, vivir una vida reconocida, una vida que
deje huella en la vida de los demás. Ser respaldados por su Unción. Pero no
obedecemos. Sabemos que tenemos que orar, que estudiar la Palabra, no
obedecemos. Sabemos que tenemos que hablar del Señor Jesús y no obedecemos.
Sabemos que tenemos que perdonar y extender gracia, pero no obedecemos.
Y si no obedecemos en estas simples instrucciones. Mucho menos
obedecemos aquellas cosas que se nos han mandado específicamente a través de
una revelación. Muchas veces los siervos de Dios nos dan una Palabra y nos
dicen que es tiempo de buscar a Dios, pero no lo hacemos. Es importante que
aprendamos a obedecer.
Hay un principio que debemos tener en cuenta. A veces sentimos
que Dios ya no nos habla, o que ya no lo hace como antes; debemos poner
atención, pues a veces se debe a que cuando nos hablaba, nosotros no
obedecíamos las instrucciones que se nos entregaban. Entonces, el Espíritu de
Dios es contristado y comienza a dejar de hablarnos, nos hacemos insensibles a
su voz.
Pero creo que Josué fue más allá de la simple obediencia. El
texto nos dice: «obedeció cuidadosamente». A veces tomamos la actitud de Balam,
un adivino que fue contratado para maldecir a Israel, sin embargo, Dios le
advirtió que no lo hiciera. Él insistió en poder ir, al final, fue, pero tuvo
que bendecir al Pueblo como Dios le mandó. Él obedeció, pero no quería hacerlo,
él quería la recompensa que le ofrecía el rey Balac. Así que al final encontró
la forma en que Israel pecara, fuera castigado por Dios y él obtuviera su
recompensa.
Josué no era así. No obedeció porque TENÍA que obedecer. Sino
que obedeció «cuidadosamente»; lo que nos muestra que él tenía la intención de
hacerlo. Este deseo de obedecer a Dios, este compromiso de fidelidad al Eterno,
lo llevo a ser fiel; a realizar todos los mandatos que le habían sido
encargados por Dios.
Y eso es lo que hizo la diferencia entre Josué y otros hombres.
Este era el secreto del éxito de este hombre. Pues Dios premia la fidelidad.
Recordemos, querida Iglesia, que el mismo Maestro nos puso el ejemplo en esto.
Vez tras vez declaró que había descendido del cielo no para hacer su voluntad,
sino para honrar al Padre con su obediencia. Su propósito, su trabajo, sus
palabras y juicios, emanaban del deseo de agradecer y honrar a su Padre.
No quiero que te confundas, querida Iglesia, pensando que hacer
la voluntad de Dios significa que nos volvemos una especie de robot al que se
le introducen instrucciones que estamos obligados a llevar a cabo. Por eso
muchos creen que no pensamos. Nada más lejos de la verdad. La obediencia que
fluye de nuestra relación con Dios potencializa nuestro conocimiento,
profundiza la revelación y nos hace más sabios.
Pues al renovar nuestro pensamiento, al volver al origen de
todo que es Dios; comenzamos a desarrollar pensamientos acordes a su naturaleza
que ha depositado en nosotros. Nuestro carácter se transforma, de tal forma que
nuestros deseos comienzan a parecerse a los de Él. Y, al final, el proceso de
santificación da como resultado que nuestros anhelos y deseos se alineen de
forma natural con la Voluntad de Dios. Y al llevarlos a cabo, nos volvemos más
sabios por experiencia.
Querida Iglesia, te invito a aprender a obedecer. A poner por
obra lo que lees en la Biblia, y a cumplir con el llamado específico que Dios
te ha dado en el Cuerpo de Cristo. Al hacerlo verás como tu vida cambia
radicalmente. Pues la vida se vuelve sencilla cuando obedecemos.
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