Día 8. Armados y listos
Día 8 de la cuarentena COVID-19
«Esos hombres armados —unos cuarenta mil en total— estaban listos para la guerra, y el Señor iba con ellos mientras cruzaban hacia la llanura de Jericó» Josué 4:13
En mi última visita a la CDMX, tuve la oportunidad de compartir
de este verso en algunas de las Iglesias que visite, pero su mensaje es tan
importante y pertinente para este tiempo, que quiero compartir una versión
resumida. En este verso encontramos las cuatro características que deben de tener
los guerreros que enfrentarán los últimos tiempos. Adentrémonos, pues, en las
Escrituras.
Vamos a los antecedentes. El pueblo de Israel vivió en
esclavitud en Egipto. Ellos no fueron conquistados y esclavizados, no, esa
generación nació como esclava. No conocía otra manera de vivir; no sabían tomar
decisiones por sí mismos. Pues otros decidían por ellos. La servidumbre era tan
dura, que clamaron a Dios, y Él los escuchó. Mandó a Moisés a liberarlos.
Y los liberó. Israel salió de Egipto, cargados de oro, con la
promesa de ser llevados a una Tierra maravillosa, descrita como la «tierra que
fluye leche y miel». Pero… nunca cambiaron su manera de pensar, siguieron
pensando como esclavos. Cuando llegaron a los límites de la tierra que deberían
conquistar, en lugar de verse a sí mismos como guerreros de Dios, siguieron
actuando bajo los paradigmas de esclavitud.
Los espías que fueron enviados a reconocer la tierra, dieron fe
de lo maravillosa que era la tierra que Dios les iba a dar; pero asustaron y
desanimaron al Pueblo al decirles que sus murallas eran inmensas, y que
gigantes habitaban la tierra. El Pueblo dijo que no iría a la guerra contra
ellos (a excepción de Josué y Caleb). Dios los castigó, y los tuvo dando
vueltas en el desierto durante 40 años, hasta que toda esa generación murió. No
alcanzaron la promesa por su miedo.
Los 40 años han pasado. Moisés ha muerto. Josué toma el
liderazgo del Pueblo de Israel. Pero, ahora está frente a una nueva generación.
Una que no nació siendo esclava, una que estaba preparada para conquistar la
tierra. Permíteme hacer una comparación, la Iglesia vivió mucho tiempo bajo
paradigmas erróneos, pero ha llegado el momento. Es el tiempo de cruzar el
Jordán y encaminarnos a la conquista de la Tierra Prometida.
Josué les dice al Pueblo que ha llegado el tiempo de avanzar.
Se interponía un obstáculo natural ante ellos: El río Jordán. Por orden divina,
el ejército comienza a andar, liderados por los sacerdotes con el Arca del
Testimonio en los hombros ¡Qué impresionante esa escena! Cuando los sacerdotes
tocan el agua del río, este se separa para que ellos puedan pasar por tierra
firme. ¡Esta era comienza con un milagro!
Al frente del Pueblo, iban los guerreros de las dos tribus y
media que recibieron tierras del otro lado del Jordán. La Escritura nos da una
bella descripción de estos hombres: (1) Iban armados; (2) Estaban listos para
le guerra; y (3) El Señor Dios estaba con ellos; (4) cruzaban el Jordán directo
a su propósito. Dios quiera que esta sea la descripción de la Iglesia en estos
tiempos.
Lo primero que nos dice, es que estos hombres estaban armados. Suena
muy obvio, si un soldado va a la guerra, es de esperar que lleve sus armas. Sin
embargo, te encontrarás con la gran sorpresa que un gran sector de la Iglesia
no tiene idea de cuáles son sus armas. No saben alabar, ni interceder, ni
siquiera saben cuáles son los dones y cuál el ministerio que Dios les ha
otorgado.
Querida Iglesia, el problema es que nos hemos acostumbrado a
llegar y sentarnos en la congregación. Disfrutar de la alabanza. Escuchar la
predicación. Tal vez, servir en alguna actividad y ya. Estamos inmersos en una
rutina, pero, si tuviéramos que ir a la guerra, piensa. Si tuvieras que ir a la
guerra, ¿tienes tus armas listas? ¿Las conoces? ¿Sabes cómo usarlas?
Cuando era maestro del Instituto Bíblico, una de las tareas de
la materia del liderazgo era analizar la Película «300». Si has tenido la
oportunidad de verla, sabes que se basa en un pasaje de la Historia, la defensa
de las Termópilas, donde 300 soldados griegos se enfrentaron a todo el ejército
de Jerjes, rey del Imperio Medo-Persa. Invariablemente, alguien me cuestionaba:
«¿Por qué nos deja ver una película tan sangrienta?». Pero, querida Iglesia,
¿no son así las guerras? Debemos saber lo que vamos a enfrentar.
La segunda característica está íntimamente ligada con la
primera, por lo que las analizaremos juntas: «estaban listos para la guerra».
No solo se encontraban armados, no es suficiente eso; ellos estaban entrenados,
listos para la guerra. La Iglesia a veces cree que solo «declarando» formulas,
repitiendo textos, proclamando su cristiandad, será suficiente para enfrentar
la guerra que viene… muchos serán tomados por sorpresa.
¿Por qué crees que el entrenamiento militar es tan difícil?
Mientras más experto es un soldado, mientras más rango tenga, más fuerte y
rígido será el entrenamiento que deben de pasar. Tal vez lo has visto en
documentales y películas. Pero estos entrenamientos tienen un solo propósito,
que cuando la guerra se presente, con toda su crudeza y dificultad, el soldado
esté listo y preparado para enfrentarla.
Entonces, no solo se trata de estar armados, se debe aprender a
usar ese armamento de forma diestra. Te invito a meditar en algunos aspectos en
los que debemos de estar armados y preparados para enfrentar la guerra que
viene. Aclaro que solo son algunos aspectos, pues nos llevaría mucho tiempo analizarlos
todos.
1. La Palabra de Dios. Aunque esta era tecnológica ha acercado
el conocimiento y las herramientas para el Estudio de la Biblia para todos
nosotros, paradójicamente, los creyentes no saben usar la Palabra de Dios por
sí mismos. Muchas veces solo repetimos lo que escuchamos de otros creyentes,
replicamos enseñanzas erróneas que han pasado de generación en generación solo
porque así aprendimos a hacerlo.
Un guerrero debe usar la Biblia, pues las Escrituras nos
aclaran que esa es el arma de ataque de un guerrero. Por eso, debe estar listo
para recibir revelación a través de la Palabra, interpretarla correctamente y
aplicarla sabiamente a situaciones concretas de la vida diaria. Si uno de estos
tres elementos falta, entonces el creyente mostrará debilidad a la hora de usar
la Palabra de Dios. Veamos ejemplos concretos.
Si no hay revelación de la Palabra, solo la estaremos
repitiendo lo que está escrito; como si recitáramos una fórmula mágica, que al
verbalizarla correctamente nos dará el resultado deseado. Pero no es así. En
otros casos, hay una abundancia de conocimiento en lo teórico, pero muy poco
amor en el corazón, por lo que la aplicación de la Palabra es inexistente. Y
están los que reciben revelación, entienden lo que han de hacer… pero no
obedecen.
Un guerrero listo para la batalla se distingue por su destreza
con la espada, un creyente listo para la guerra que viene, se distingue por su
correcta aplicación de la Palabra de Dios. Por eso, debes entrenarte en ella,
pasar tiempo estudiándola, meditándola y aplicándola; para cuando llegue el día
malo estás listo. David estaba listo para matar a Goliat porque había
practicado el tiro con su honda; toma tu Biblia y practica con ella.
2. La Oración. Recuerdo cuando era niño los cultos y las
vigilias de oración, era común ver a los creyentes de rodillas orando,
derramando sus corazones delante de Dios. La oración se ha dejado de lado en
muchas Iglesias. Cuando se reúnen a orar no hay clamor, no hay un fuego que se
extienda por todo el lugar, la oración debe de atraer la presencia de Dios a
nuestros templos, a nuestras vidas.
¿Por qué no pasa esto? Porque muchos creyentes no saben orar,
no saben cómo interceder. No saben cómo ser precisos en la oración. Las
llenamos de muletillas, de oraciones pidiendo por nosotros mismos y los
nuestros. Hacemos declaraciones, repitiendo las palabras que dijo alguien más.
Debemos aprender a usar nuestra oración correctamente, ser hábiles para saber
cuando adorar, cuando interceder, cuando clamar.
La oración abre las puertas de la vida espiritual. La llenura
de su Espíritu, su preciosa unción obrando en nosotros. El creyente listo para
la guerra es aquel que sabe equilibrar la Palabra de Dios con el poder del
Espíritu de Dios. Pues una persona que sabe de la Unción pero no de la Palabra
se vuelve presa fácil de los excesos y de los errores doctrinales. Una persona
con Palabra, pero sin poder, es alguien con un gran intelecto bíblico, pero
poca efectividad en la vida real.
La oración, además, suele ser el medio a través del cual
recibimos revelación. Es importante aprender a no copiar las estrategias de los
demás. Dios nos dará las propias. Es tiempo de que las congregaciones oren y
descubran su identidad en Dios. Las estrategias emanan del cielo, otras se
crean en nuestra mente santificada; pero siempre con un oído atento al Señor.
Hay que ser especialistas en estrategias espirituales.
3. El carácter del Señor Jesús. Todo siervo poderoso del
Eterno, debe revestirse de mansedumbre y de humildad. De no hacerlo, el enemigo
hará presa fácil de Él. De allí que los entrenamientos del creyente suelan ser
tan duros, en muchas ocasiones. Aprender paciencia, perdón, amor por los demás,
constancias, ser lentos para enojarnos, extender gracia, etc. son cualidades
difíciles de desarrollar. Por eso las pruebas suelen ser tan difíciles.
Cuando hablamos de guerreros entrenados para la batalla, nadie
como el Señor Jesús. Sin embargo, al verlo eras impactado por su sabiduría y
humildad. Un gran sector de la Iglesia se está centrando en la grandeza, te
hablan de que naciste para ser un campeón, exaltan todas las virtudes que Dios
ha provisto para ti. Esto, en sí mismo, no está mal; pero cuando no se explica
la otra parte. La de negarnos a nosotros mismos. La de la mansedumbre. La de
poner la otra mejilla. Los creyentes aprenden a ser egocéntricos y orgullosos.
Dentro de este carácter, podemos englobar aquellas cualidades
mencionadas en la armadura del creyente: la verdad, la justicia, la salvación,
la encomienda de predicar. Aprendamos a ser como nuestro Maestro, para que el
mundo lo vea a Él y no a nosotros.
4. Tu don y ministerio
Una de las cosas más terribles en el trabajo de la Iglesia, es
la gran cantidad de creyentes que desconocen su don, y por ende, su ministerio.
Las Escrituras nos muestran que la Iglesia está ordenada por dones y
ministerios; lo mismo sucede con un ejército; hay caballeros, arqueros,
infantería, etc. Es de vital importancia que aprendas cual es tu lugar dentro
del Cuerpo de Cristo.
Estar preparado para la guerra, lo mencionamos ya, es estar
listo para la guerra es saber usar nuestras armas. El creyente debe ser especialista
en usar sus dones. Son las herramientas con las que Dios nos equipó para hacer
su obra. Y, conociéndolas, también reconoceremos el lugar que se nos ha sido
asignado en el ejército, sujetándonos a nuestros superiores, relacionándonos
con nuestros compañeros de milicia y entrenando a los soldados novatos.
El texto nos habla sobre la tercera cualidad de un guerrero: El
Señor Dios lo acompaña. Puesto que hace unos días hablamos extensamente de eso,
solo recordaremos aquí la importancia de que Dios vaya por nosotros. No basta
ir armados y bien entrenados. Si Él no va con nosotros, todo es absolutamente
en vano. Asegúrate de contar con su respaldo.
Por último, dice que el Señor Eterno iba con ellos mientras
cruzaban. Este detalle parece pequeño, pero es importante. Ellos estaban
cruzando para llegar al destino. Iglesia, debemos aprender a hacer
transiciones; abandonar lo pasado y lanzarnos al futuro. Ellos dejaban la etapa
dependiente del desierto, para comenzar con la conquista de aquello que Dios les
había prometido.
¿Qué aprendemos de esto? Que Dios acompaña a los que van
cruzando. ¿Recuerdas por dónde cruzaban? ¡Por un río abierto! No, no será fácil
siempre, no es dentro del templo, es cuando sales, cuando avanzas, cuando te
diriges de frente ante las situaciones problemáticas; y, entonces, Dios
confirma que va contigo abriéndote camino donde no lo hay.
Pero para verlo, para alcanzar las promesas, hay que cruzar.
Por supuesto, lo hacemos cuando Él nos manda, lo obedecemos, nos levantamos,
tomamos las armas, caminamos confiados… El enemigo… el enemigo estará temblando
de miedo cuando vea un ejército con estas características.
Así que, querida Iglesia, la invitación es para
que profundices en Dios, para que desarrolles tus habilidades, la guerra se
está gestando, la Gran Cosecha nos está esperando. Es el tiempo de prepararse…
porque el tiempo cada vez es más corto.
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