Día 48. Las consecuencias de no educar
Día 48 de la Contingencia COVID-19
«Entonces, ¿por qué menosprecian mis sacrificios y ofrendas? ¿Por qué les das más honor a tus hijos que a mí? ¡Pues tú y ellos han engordado con lo mejor de las ofrendas de mi pueblo Israel!». 1 Samuel 2:29 NTV«Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado». 1 Samuel 3:12-13 NTV
En una tarde, en una plaza comercial. Mientras comía con mi
familia tranquilamente, me llamó la atención un niño, como de diez años, tirado
en el suelo. Al principio, pensé que estaba jugando, luego, me di cuenta que
estaba llorando. Bueno, más específicamente estaba haciendo un berrinche,
porque su llanto cesó cuando la mamá, completamente avergonzada, le compró el
helado que pedía. ¿Sabes que es lo peor? Que esta es una escena muy común.
Como alguna vez mencioné, en general, estamos desarrollando una
generación de «intocables», a los que no se les puede decir nada; quienes
crecen con la mentalidad de que son «especiales» y que nadie puede dañarlos. Un
niño al que han acostumbrado a que siempre se salga con la suya, es una persona
que crecerá pensando que el mundo debe girar alrededor de ellos, que deben
hacer valer sus derechos, aunque no cumpla con sus responsabilidades.
Por eso, querida Iglesia, debemos educar a nuestros hijos de
tal forma que aprendan que la vida no gira alrededor de ellos; que lo único que
nos hace «especiales» es que el Señor tuvo a bien elegirnos para su Reino. Mira
el primer verso, ese texto me cimbró de pies a cabeza: «¿Por qué le das más
honor a tus hijos que a mi?», es la divina pregunta. ¡Qué terrible el reproche
del Eterno!
Mi querida Iglesia, Eli como sacerdote y juez de Israel tenía
la responsabilidad de enseñar a sus hijos a temer al Señor y andar en sus
caminos; pero no lo hizo. Sus hijos, sacerdotes también, robaban del sacrificio
para el Señor, apartando la mejor de la carne para ellos mismos. No solo eso,
cometieron la blasfemia de tener relaciones sexuales dentro del Tabernáculo con
las mujeres que cuidaban allí. Y Elí no hacía nada, de hecho, Dios le dice que había
engordado con las ofrendas que le pertenecían a Él. (Las Escrituras nos aclaran
que en realidad era muy gordo).
«Honrar a los hijos más que a Dios». Será, querida Iglesia,
¿qué lo seguimos haciendo? Debemos tener cuidado de no educar a nuestros hijos
para que crean que se merecen todo, a que no piensen que se merecen lo mejor…
¿Por qué? es simple, ¿quién es el centro del Universo? ¿Quién se merece lo
mejor? Claro, el Señor Jesús; no ellos. Aprender desde pequeños eso les evitará
muchos problemas.
Pero, vamos más allá, querida Iglesia; pues tenemos que ser
claros con lo que aquí nos enseña la Palabra de Dios. Si estás al frente de un
ministerio o de una Iglesia, debes de estar atento a lo que te voy a decir:
jamás tus hijos deben de tener oportunidades de ministerio diferentes de los
demás congregantes. Es muy fácil, por nuestro amor de Padres, ser más suaves con
nuestros hijos de lo le exigimos a los congregantes.
Lo peor de todo es que, así, minimizamos sus pecados; y ellos
van aprendiendo a vivir una vida como hipócritas. Tú podrás pasarlo por alto,
pero Dios no. «Pero, se pueden perder», razonamos; y les permitimos hacer lo
que otros no pueden hacer. Y así, los tienes dentro del Templo, pero eso no
garantiza que se van a salvar. Cuando les damos preferencias sobre los demás,
lo que estamos haciendo es darles más honra que a Dios.
No. Tampoco estoy diciendo que deben de cumplir más que los
demás, solo por ser el «hijo del Pastor». Por supuesto que no. Tu hijo debe ser
tratado como un congregante más, con las mismas oportunidades que el Pueblo de
Dios. Él debe de desarrollar los dones y llamados que Dios le dio y,
probablemente, no sea un «heredero» de tu ministerio. Pues eso no existe en la
Iglesia, en donde Dios reparte dones y ministerios como Él quiere.
Sé perfectamente que es un tema difícil, pues yo también soy
Hijo de Pastor. Y, a su vez, también he fungido como Pastor. Se requiere mucha
sabiduría para guiar a nuestros hijos en el camino de Dios. En una reflexión
futura, te compartiré algunos principios prácticos para educar a nuestros
hijos.
Pero el día de hoy quiero llevarte a meditar si de alguna manera
le hemos dado más honra a nuestros hijos que al Señor. Específicamente si hemos
pasado por alto actitudes y pecados que deshonran al Señor. Si hemos ocultado
aquellas acciones que le hubieran valido una fuerte reprimenda a otro, pero que
a ellos, por ser nuestros hijos, las pasamos por alto. Nuestro Dios merece
tanto respeto, que sus leyes están por encima de nuestro amor por nuestros
hijos.
Mira lo que pasó a Elí, ya Dios le había avisado que lo iba a
castigar por que no controlaba a sus hijos; pero él no hizo nada. De hecho,
siguió comiendo de lo que ellos robaban de las ofrendas. En la reflexión pasada
mencioné que la historia de Dios llamando a Samuel es muy conocida. Pero, tal
vez, no es tan conocido el mensaje que le dio: El castigo para Elí y sus hijos,
fueron cortados del sacerdocio.
La razón del castigo es muy clara: «Porque sus hijos han
blasfemado contra Dios, y él no los ha estorbado». Si nuestros hijos están
acostumbrados a verte que cedes ante sus berrinches, no hay posibilidad de que
los estorbemos cuando se porten mal. ¡Estorba a tus hijos! No cedas en el
presente, confía en que están en la mano de Dios, no eres tú quien los salva,
es el Señor. Siempre piensa que la educación es para el futuro, disciplina en
el presente para que prosperen en el futuro.
¿Hay algo más triste que unos padres rogando a su hijo para que
obedezca? ¿Para que no sea grosero? ¿Hijos negociando con los padres para
cumplir con sus responsabilidades? Lo que hoy sembramos en nuestros hijos les
puede suponer un grave peligro para el futuro; pues si no aprenden a respetar a
sus padres terrenales, pensaran que igual y pueden desafiar la autoridad de su
Padre Celestial; pero, descubrirán que del Señor nadie se puede burlar.
Por eso, ¡estorba a tus hijos! Y no, no estoy diciendo que seas
un Padre estricto, un Padre insensible e irascible. Lo que estoy diciendo es
que eduques a tus hijos para que el día de mañana respeten a su Padre celestial
como aprendieron a respetar a sus Padres terrenales.
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