Día 54. Cuando la bendición en realidad no es bendición
Día 54 de la Contingencia COVID-19
«Y el Señor respondió: «Haz lo que te piden y dales un rey». Entonces
Samuel estuvo de acuerdo y los envió a sus casas.». 1 Samuel 8:22
Como hemos visto en nuestras anteriores reflexiones, Israel era
gobernado por jueces. Por la sencilla razón de que el Rey de ellos era el Señor
Dios Todopoderoso. Pero su Pueblo un día toma la decisión de que querían ser
como las otras naciones, ya no regirse por jueces; querían un Rey. Se acercan a
Samuel y le piden un Rey. A pesar de que se les advierte que su Rey no sería
bueno con ellos, ellos reiteran su deseo de tenerlo.
¿Cuál es la respuesta de Dios? «Haz lo que te piden», le dice a
Samuel. Así que Samuel les da un Rey. Bien, esperen, que aquí está un principio
bíblico en el cual quiero que meditemos. ¿Por qué Dios les dio un Rey? Él
claramente le dice a Samuel que el pueblo lo ha rechazado. Entonces, ¿por qué
se los da? El Padre sabía que ese Rey no sería bueno, ¿por qué no les dijo que
no?
A mí me enseñaron, desde muy pequeño, que Dios solo respondía
de tres formas a las oraciones: (1) «No», porque lo que pedía era algo que a la
larga me provocaría un mal; (2) «Espera», porque no era el tiempo de recibirlo,
o Él tenía algo mejor para mí; y, (3), «Sí» y me daba lo que yo le pedía,
porque era lo mejor para mí. Pero, conforme he crecido, en edad y en el
evangelio, me he dado cuenta que hay otra respuesta, cuando Él dice «Sí», y
recibo lo que anhelaba mi corazón… para mi desgracia.
Quiero dejar en claro esto, querida Iglesia, pues no quiero que
a la hora de pedir a Dios lo hagas con temor o duda. Vamos a darnos cuenta que
Israel decidió rechazar a Dios, en primer lugar; paso por alto sus
advertencias, y se aferró al deseo de su corazón. Cuando un creyente comienza a
pedir por algo que no le conviene, el Padre amoroso nos dice que no, algunas
veces nos dice por qué, como en este caso, pero en otras no. Él espera que nos
sometamos a su voluntad.
Ahora, ¿qué pasa si el creyente sigue pidiendo por lo mismo?
¿qué sucede si nos aferramos una y otra vez a lo que desea nuestro corazón?
Pues que nos comienza a amonestar para que lo dejemos de hacer; a través de una
predicación, por un hermano, tal vez una palabra profética; de muchas maneras.
Pero, puede suceder qué, con todo y eso, el cristiano se aferre a su deseo, con
lo cual está rechazando claramente a Dios. Es así que recibirá el deseo de su
corazón, pero no para su bien, sino como consecuencia de oponerse a la voluntad
de Dios.
Por ejemplo, un muchacho se fija en una chica y le gusta mucho;
tanto, que quiere formalizar una relación con ella. Y Dios le dice que no.
Sigue orando, sigue pidiendo, y Dios le sigue mostrando su voluntad, se lo
advierten sus padres, se lo dice algún amigo, lo escucha en alguna predicación.
Pero él sigue enamorado, razona: «si no fuera voluntad de Dios, no sentiría
esto»; o comienza a orar: «Si no es tu voluntad, quítame este sentimiento» (la
oración no funciona así). Al final, Dios dice: te doy lo que quieres. Ha
desechado el consejo, se ha rebelado a la voluntad de Dios. Créeme, he visto
esto tantas veces y en todas trae dolor y malas consecuencias.
Espera, esto es muy delicado. Tal vez, lo que estamos pidiendo
en sí mismo no sea malo. Pero podemos caer en trampas del enemigo.
Ejemplifiquemos, si un Pastor comienza a buscar la notoriedad, comienza a poner
su sentido de seguridad y realización en el ministerio. Así que hará todo lo
posible porque su Iglesia crezca (eso no es malo en sí mismo, pero la
motivación sí). Con ese objetivo en mente, comienza a pedir milagros, que la
Iglesia se llene, unción y poder.
Dios le habla, le muestra que lo más importante es su
Presencia, que viva en santidad. Pero el Pastor continúa anhelando el
protagonismo, las invitaciones a predicar, los likes, los buenos comentarios.
Así que pide más poder, más unción. Rechaza las invitaciones del Padre a una
mayor intimidad, termina recibiendo lo que quiere: Una Iglesia grande; milagros
y prodigios… sin embargo, su vida personal comienza a desmoronarse, pierde su
santidad lejos de una relación con Dios. ¿Cuál crees que será su final? Aun
cuando esté rodeado de éxito aquí en la tierra, la perdida en la eternidad será
muy grande.
Algo es cierto, al que quiere hacer la voluntad de Dios, Él se
la revela. Pero esa es la clave, que de verdad estemos dispuestos a hacer lo
que Él quiere. A veces sucede que nuestro propio corazón nos engaña, pues
estamos completamente seguros de que daríamos hasta la vida por el Señor. Es
entonces que pasamos por pruebas, y en ellas se revela la realidad, si de
verdad estamos dispuestos a cumplir con la voluntad del Padre o no.
Y si nos damos cuenta que nos cuesta hacer lo que Él quiere,
amar lo que Él ama; entonces, no nos hagamos los fuertes, no nos creamos lo
suficientemente sabios para creer que sabemos interceder correctamente.
Humillemos nuestro corazón delante del Padre y pidamos por su misericordia. Que
sea Él quien nos revele su Voluntad, que nos dé un corazón dispuesto, que su
Santo Espíritu nos ayude a pedir como es conveniente.
Querida Iglesia, no nos aferremos a nuestros propios deseos. No
creamos que somos lo suficientemente «maduros» como para saber lo que es fructífero.
Recordemos que tenemos un Padre amoroso que se acerca al humilde y le muestra
sus caminos para perfeccionarlo en su amor. Seamos sabios y acerquémonos a Él.
Ahora es el tiempo.
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