Día 50. El gran nombre de Dios


Día 50 de la Contingencia COVID-19

«Pero temprano al día siguiente sucedió lo mismo: de nuevo Dagón había caído boca abajo frente al arca del Señor. Esta vez su cabeza y sus manos se habían quebrado y estaban a la entrada; solo el tronco de su cuerpo quedó intacto» 1 Samuel 5:4


En la reflexión anterior hablamos de como Israel había confiado en que Dios le daría la victoria sobre los filisteos por haber llevado el Arca del Pacto al campo de batalla. Desgraciadamente no sucedió así, 30 000 israelitas murieron y el Arca fue capturada. En el capítulo 4 versos 6 al 9, los filisteos reconocen el poder de Dios y lo que había hecho para liberar a su Pueblo de Egipto. Le tenían terror.

Pero, ahora, resultan vencedores de la batalla. En sus humanas mentes lo que sucedió tenía una simple explicación: ¡Su dios era más fuerte que el formidable Dios de Israel! Por lo que toman el Arca y la llevan a su templo. La colocan como ofrenda ante la estatua de su deidad, Dagón. Pero, detengámonos, como en una película, cambiemos la vista, pasemos a la otra cámara, la que graba esta historia desde la óptica celestial.

Desde su Trono Alto y Sublime, el Señor mira la tierra, a su Pueblo. ¿Crees que su corazón no se conmueve ante la actitud de ellos? Una y otra vez los ha perdonado, ha derramado su Espíritu sobre aquellos jueces que los liberaron; pero ellos persisten en sus pecados, una vez más lo han abandonado. Él les regala bendiciones, pero la adoración y el agradecimiento se lo otorgan a otros dioses.

Los observa mientras toman su Arca, desde donde se comunica con ellos. Lo hacen sin su permiso. Sin haber arrepentimiento en su corazón. Tomando ese objeto sagrado como si fuera un ídolo. Con dolor en su corazón toma una decisión: No peleará a su favor. No los acompañará. La disciplina es dura. Los israelitas caen por cientos.

El arca es depositada ante los pies de otro dios. Los filisteos adoran esa imagen mitad pez, mitad hombre y le dicen: «eres grande, venciste al Dios de Israel»... Y el Dios que creó el cielo y la tierra no permitirá que su nombre sea blasfemado. Porque los filisteos pudieron tomar el arca debido a la rebeldía de Israel, pero no a la debilidad de Dios… y muy pronto se darán cuenta de su error.

Nuestro Dios es celoso ¿recuerdas? El no comparte la fama de su nombre con nadie. De hecho, a través de las Escrituras puedas darte cuenta que a Dios le molesta mucho que sus obras sean atribuidas a otro dios. Su Gloria es exclusiva. Mira que en una de las pocas veces que el Señor Jesús le contesta a los fariseos de forma directa, es cuando alegan que el poder del Maestro tenía un origen diabólico. «La blasfemia contra el Espíritu de Dios no será perdonada», fue la respuesta. Sí, nuestro Dios cuida de su nombre.

Y en este pasaje su nombre está siendo puesto en entredicho, se han atrevido a decir que un ídolo tiene más fuerza que Él. Después de adorar a su dios, los sacerdotes de Dagón y el pueblo se van a descansar, felices, contentos. Al día siguiente, se encuentran con la sorpresa de que ¡La estatua de Dagón está postrada delante del Arca! Ellos se apresuran a acomodarla en su lugar.

Por la mañana, Dagón vuelve a estar postrado ante el Arca, ¡pero sus manos y su cabeza están cortadas! El Señor Todopoderoso les está diciendo: «no se confundan, su Dios no es más fuerte que yo; si ganaron, fue solo por la desobediencia de mi pueblo». No solo eso, los habitantes de la ciudad fueron heridos con tumores y una plaga de ratones. Cinco eran los príncipes filisteos, así que envían el Arca a otra ciudad… donde sucede lo mismos. Y luego a otra… y ya sabes lo que pasó.

Así que los filisteos deciden regresar el Arca. Toman dos vacas para que lleven una carreta, esas vacas nunca habían llevado carga y, por si fuera poco, tenían crías. Las pusieron en una encrucijada… y ellas inmediatamente enfilaron hacia territorio israelita. Así, los filisteos entendieron que con el Dios de Israel no se juega. Y que era más fuerte que Dagón.

¿Cuál es la enseñanza de esta reflexión? Es sencillo, siempre debemos alabar a Dios y agradecer las cosas que Él hace a nuestro favor. Debemos desterrar las ideas de: ¿Será que está conmigo? ¿Será que me escucha? Pues es un Dios fiel a las promesas que nos ha dado y debemos de vivir con la convicción de que nada lo puede vencer. Por eso, muchos años después, el Apóstol proclamó: «si Dios es por nosotros, quien contra nosotros». ¡Al nombre de nuestro Dios la Gloria!

Para aumentar la efectividad de esta reflexión, ¿puedes recordar otros pasajes en los que se nos narra cómo Dios cuidó de su nombre?

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