Día 52. Principios para educar a nuestros hijos


Día 52 de la Contingencia COVID-19


«Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel. Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el nombre del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba. Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho.» 1 Samuel 8:1-3 RVR60


Samuel entra a la recta final de su ministerio en la tierra. Por lo que pone por jueces a sus hijos, Joel y Abías. Pero resulta que ¡ellos no eran rectos ante Dios! Triste es la frase: «Pero no anduvieron los hijos por el camino de su padre». Por el contrario, ellos vendían la justicia, aceptaban sobornos y sus juicios eran tendenciosos.

¿Sabes que es lo triste? Que el primer mensaje que recibió Samuel fue un juicio de Dios para el entonces Sacerdote Elí, por no educar a sus hijos de forma correcta. Ahora, pasan los años y este hombre de Dios incurre en el mismo error. Coloca a sus hijos como jueces (una vez más, brilla por su ausencia la orden de Dios detrás de esta decisión); pero sus hijos hacían lo malo ante el Señor.

Me puse a pensar en el por qué sucedió esto. Lo más probable es que Samuel falló en la instrucción que les dio a sus hijos; tal vez su oficio como Profeta y Juez lo absorbió de tal manera que dejó de lado la instrucción de sus hijos… hasta que fue demasiado tarde. Y, de hecho, esta maldad de sus hijos influyó, aunque no exonera, para que Israel pidiera un Rey, desechando a Dios.

Así que, como comenté en una reflexión pasada, el día de hoy quiero compartir algunos principios para que no nos suceda esto. Y quiero dejar en claro que los principios son verdades que se pueden aplicar de distinta manera, las Escrituras no nos hablan de métodos, sino de principios, pues así se pueden aplicar de manera sabia en diferentes situaciones; esto es relevante a la hora de educar a nuestros hijos, porque no hay dos pequeños iguales. Por supuesto, esta lista de principios no es exhaustiva, pero me centraré en lo esencial.

1. Conéctalos con la vida, no les enseñes una religión.

El hecho de que ames a Dios y tengas una relación con Él, no garantiza que tus hijos sean salvos. La salvación es personal. Y el reto de todo creyente consiste en que cada uno de sus hijos llegue a conocer a Dios de forma personal; a través de una relación y no por copiar exteriormente la liturgia y conducta de un cristiano. Eso es lo que más daño hace a aquellos que tenemos la fortuna de nacer en un hogar cristiano.

Me explico. Puedo hablar y vestirme como cristiano, sacar una nota sobresaliente en la Escuela Dominical ya que me conozco todas las historias bíblicas, cantar con convicción y tener experiencias sobrenaturales; pero nada de esto me hace salvo. Te lo digo por experiencia. Aprender a relacionarme con Dios de esta forma, me hizo creer que la relación con Él dependía de mi esfuerzo y comportamiento, alejándome de su gracia.

Por eso, debemos tener cuidado de que nuestros pequeños entiendan correctamente el mensaje de salvación. Que interioricen los conceptos de Gracia, Arrepentimiento, Salvación y Comunión con Dios. De esta forma, ellos desarrollarán una comunión con el Padre basada en una relación, y no bajo los preceptos de una religión.

Para que nuestros pequeños triunfen, necesitan experimentar en sí mismos los beneficios de poner en práctica la Palabra de Dios y no solo de memorizarla. No bastas con que aprendan las historias de lo que Dios hizo en el pasado, ellos deben de experimentarlas en el presente. No es suficiente con que vivan bajo los preceptos cristianos, deben probar su efectividad en la vida diaria y desarrollar su cristiandad en base a la oración y la lectura bíblica práctica y eficaz.

Por eso, debes de ser ejemplo, que haya una concordancia entre lo que escuchan en el Templo y lo que viven en su casa. Nada destruye más la fe de un pequeño creyente que ver una discrepancia entre lo que enseñan sus padres y lo que en realidad hacen. Aprendan a desarrollar el fruto del Espíritu de Dios, que aprendan a través de ustedes que donde quiera que estén son Iglesia.

2. Fortalece su individualidad.

Como mencioné antes, cada pequeño es diferente, ni siquiera los gemelos son iguales. Por lo que, aunque los principios son los mismos para todos, las metodologías (es decir, la forma de aplicarlo) para cada uno de nuestros hijos será diferente. Una lección importante es orar y bendecir a nuestros pequeños, pidiendo revelación para que nosotros podamos verlos como el Señor los ve; así, los guiaremos de mejor forma. Recuerda, estamos educando a la generación que impactará al mundo.

Entonces, conoce a tu hijo. Te doy algunas recomendaciones, en primer lugar, conoce cuál es su temperamento. Esto es de vital importancia, pues suele pasar que nuestros hijos tendrán un carácter diametralmente opuesto al nuestro. Lo que puede ocasionar problemas. Recuerdo que mi papá, cuyo temperamento lo lleva a ser muy sociable, le molestaba que yo, siendo melancólico, no hablara con los demás. Por supuesto, él no conocía mi temperamento, ni mis necesidades emocionales, ahora de adulto sé que si lo hubiera sabido, muchos problemas se habrían evitado. Por motivo de espacio no los explico, pero se encuentran en este blog.

Como creyente es obvio que amas a tus hijos, pero, ¿te has fijado que de repente alguno de ellos como que no recibe tu amor? Para amar eficazmente a alguien, debemos hacerlo en su lenguaje; no se trata de cuanto lo amo, sino de amarlo de forma que él o ella se sienta amado. Hay cinco lenguajes de amor, es un tema muy interesante y hay mucha información en Internet sobre esto, por lo que es fácil investigar y, una vez descubierto el lenguaje de amor de tu hijo, amalo de esa manera.

Aprende de sus gustos, de sus anhelos. Si el Señor lo permite, en unos meses nacerá mi hijo. Tal vez, a él le guste el basquetbol; deporte que a mi no me gusta para nada. ¿Qué crees que tendré que hacer? Pues investigar sobre el deporte, apoyarlo. Es lo que debemos hacer con nuestros hijos. Dios no nos los otorgó para que ellos vivan nuestros sueños frustrados. Nuestro Padre Celestial tiene un propósito para ellos y nosotros debemos ayudar a desarrollarlo.

3. Establece límites claros.

Mucho he aprendido sobre como educar a mi hija al meditar en la forma en que Dios se relaciona conmigo. Como Padre amoroso, es el modelo a seguir. Y algo me impresiona mucho de Él: confía en mi. Y esa es el gran puntal que sostendrá la vida de nuestros pequeños, que confiemos en ellos. ¿Cómo se lo demostramos de forma práctica? Creando un entorno donde puedan desarrollarse.

Debemos permitir que nuestros hijos experimenten sus propias dificultades, no ponerles las cosas fáciles. Enseñarles el gusto por un trabajo bien hecho. Para eso, establecemos límites claros. Es como si hubiera un campo donde nuestros hijos pueden experimentar, correr, saltar, siempre y cuando no salgan de los límites de ese parque, mientras estén dentro, estarán seguros.

Así es la vida, los límites son necesarios para que se desenvuelvan con seguridad. Esos límites no son negociables. Aquí es dónde fallan muchos padres creyentes, van acomodando los límites de acuerdo a la situación, por lo que sus hijos aprenden a manipularlos para siempre lograr lo que desean. Paradójicamente, un niño sin límites claros no crece libre, por el contrario, será una persona insegura y centrada en sí misma.

Mientras nuestros hijos no trasgredan esos límites ellos pueden experimentar, equivocarse, con la seguridad de que no nos burlaremos de ellos, sino que los animaremos. Estaba enseñando a mi hija a cocinar huevo, rompió el primero y se cayó al suelo. Ella me miró espantada, esperando que la regañe. ¿Por qué iba a hacerlo? Solo se equivocó, no transgredió ningún límite; ella necesitaba de mi seguridad y afirmación. Así que le dije: «no pasa nada, limpiamos y lo volvemos a intentar». «Se va a volver a romper y caer», me dijo. Al final, lo hizo; y mi recompensa fue su cara de orgullo al decirle a su mami que lo había logrado. Eso, querida Iglesia, es crear un entorno donde se desarrolle.

Déjame darte algunos ejemplos de límites que aplico con mi hija. Por ejemplo, hay uno que dice: «Primero las responsabilidades, luego la diversión». Creo que es claro, para poder disfrutar de un tiempo de esparcimiento, debo cumplir con mi trabajo, que en su caso es sus labores escolares principalmente. Otro es «Se vale enojar, pero no ofender». Así, le permito expresar sus emociones, a la vez que aprende a manejarlas. Como puedes ver, los límites deben ser fáciles de entender y aplicar.

Conforme crecen, se amplían los límites. Pues un bebé tendrá más límites que un adolescente. Una vez más, tengo que reafirmar esta idea: los límites no se negocian, si lo hacemos pierden su eficacia. Conforme crecen sus límites se extenderán, pues necesitarán aprender y experimentar nuevas cosas; así, los límites se amplían, pero también lo hacen las responsabilidades.

Crea un entorno donde ellos puedan desarrollarse. No te afanes por lo que hará con su vida, mejor ayúdales a estar preparados para enfrentar lo que la vida les ponga en frente. Puedes pensar que lo importante es que estudien, pero resulta que la mayoría de los millonarios ni terminaron la Universidad. Es más importante que ellos aprendan a trabajar; a ser inteligentes, intelectual y emocionalmente; a desarrollar sus dones y ministerio; Dios se encargará de su fututo. Si crecieron en un ambiente en el que se creía en ellos, se les enseñó a relacionarse correctamente con Dios, y se les ubicaba en la realidad, lograrán grandes cosas.

4. Enséñales la Ley básica de la Vida: Se cosecha lo que se siembra.

Esta es una Ley Bíblica básica, el hombre cosecha lo que siembra. Pero, ¿qué pasa si en tu hogar tu pequeño trasgrede un límite, y en lugar de que coseche una consecuencia, obtiene lo que él quería? Claro, él irá aprendiendo que no hay consecuencia de sus acciones. Como Padre te puedes enojar, pero eso no cambiará el hecho de que nuestro hijo siempre querrá salirse con la suya… como cualquier ser humano.

Entonces, nuestros pequeños deben afrontar las consecuencias de trasgredir los límites. El problema es que los padres no educamos, reaccionamos ante las situaciones. Es decir, si estamos de malas, tal vez porque nos peleamos con nuestro cónyuge, nos molestamos con ellos aunque no hayan trasgredido un límite. Pero si estamos de buenas, les permitimos que vayan más allá de los límites; por ejemplo, cuando un pequeño ofende a su mamá, y en lugar de que enfrente una consecuencia a su acción, la familia se carcajea, incluida la mamá.

En el mundo real, aquello que siembras lo cosechas. No importa que Samuel fuera un gran profeta, un hombre fiel respaldado por Dios, el cosechó lo que sembró en sus hijos. Aprendamos de eso.

Por supuesto, tampoco se vale que descarguemos nuestra frustración sobre ellos. Eso lo hacemos al permitirles transgredir los límites una y otra vez… hasta que nos enojamos. Entonces les gritamos, incluso los golpeamos, descargando nuestra ira y frustración sobre de ellos. Cuando haces esto, no estás educando, te estas desahogando; y créeme, ellos se dan cuenta perfectamente de la diferencia. Ateniéndonos a la Regla Básica de Vida, si tu siembras en ellos tu coraje y desesperación, adivina, ¿Qué vas a cosechar?

Un aspecto a considerar, es que no castiguemos a los pequeños con algo importante. Recuerdo una maestra de Escuela Dominical que nos castigaba orando. ¡Así íbamos aprendiendo que orar era un castigo y no una bendición! Tan importante cono no castigar con cosas importantes, como hacer la tarea o ponerlo a estudiar, es igual de valioso no premiarlo con cosas vanas. Por ejemplo, permitirle jugar con el celular. ¿Por qué? Un premio es algo valioso, si yo lo premio con cosas vanas, aprenderán a valorarlas, y darles un valor de importantes.

Mi querida Iglesia, espacio nos falta para explicar y ampliar esto, pero quiero que entiendas la importancia de educar a nuestros pequeños. Dales el tiempo que necesitan. No te enredes en las cosas de la vida, ni del ministerio, de tal forma que descuides a lo más valioso que tenemos. Solo serán niños una vez; edúcalos tú, y que no lo haga el celular, la Tv y las redes sociales. Los valores los debes trasmitir tú. Ánimo, que si se puede.

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