Día 44. A mi manera
Día 44 de la Contingencia COVID-19
«Luego colocaron la imagen tallada y nombraron como sacerdote a Jonatán, hijo
de Gersón, hijo de Moisés. Los miembros de esta familia continuaron siendo
sacerdotes para la tribu de Dan hasta el tiempo del destierro. Así que la tribu
de Dan rindió culto a la imagen tallada de Micaía todo el tiempo que el tabernáculo
de Dios permaneció en Silo» Jueces 18:30-31
Esta historia es muy lamentable. Comencemos por el principio,
para comprender a que se refieren estos versículos. La historia comienza con
Micaía robándole dinero a su mamá. Ella, muy enojada, y desconociendo la
identidad del autor del hurto, lo maldice; pues ¡sustrajo mil cien piezas de
plata! Micaía, asustado, le devuelve el dinero, ella, en recompensa, reemplaza
su maldición por una bendición.
Así que ella, en honor a la «honestidad» de su vástago, dedica
el dinero al Señor de una forma muy curiosa, hace una imagen, un ídolo. Pero,
hacen el gasto completo, le construyen un templo, y elaboran un Efod para poder
comunicarse con él. Como si ya lo estuvieran esperando, aparece un levita
buscando alojamiento; Micaía le ofrece el puesto como su Sacerdote Personal. En
su descaro, proclama que Dios lo bendecirá debido a que cuenta con su propio
Sacerdote.
Así, este levita, conocedor de la Ley de Dios, se queda en esa
casa. Tiempo después, pasan los hombres de la Tribu de Dan, quienes a esas
alturas aún no conquistaban el territorio que les correspondía. Resumiendo,
deciden llevarse el ídolo de Micaía, el efod, los ídolos familiares e, incluso,
al sacerdote.
En su campaña para conquistar la tierra, destruyen una ciudad
llamada Lais. La reconstruyen y le cambian el nombre por Dan. En esa ciudad
establecen un santuario para esos ídolos. ¿Sabes que es lo que me impactó? Que
Dan adoró esos ídolos durante siglos, hasta que fueron llevados al destierro.
¡Y todo ese tiempo tuvieron una línea sacerdotal propia!
Algunos comentaristas creen que esta depravación de Dan les
valió para ser expulsados de las 12 tribus de Israel, cuando el Señor Jesús
selle a los 144 000. Cuando meditamos en la gravedad de la falta de esta tribu,
no queda menos que sorprendernos de lo que se atrevieron a hacer, a pesar de
que las instrucciones de Dios eran muy claras, ellos persistieron con sus
idolatrías como si nada. Sobre esto quiero reflexionar el día de hoy.
Los seres humanos solemos ser muy necios, nos encanta
aferrarnos a nuestras propias ideas, aunque veamos que nos causan mal. Las
instrucciones del Señor sueles ser fáciles de entender, sus preceptos son
sencillos. Entonces, ¿por qué no los obedecemos? Incluso, como la madre de
Micaía, decimos «es para Dios», cuando en realidad estamos actuando como mejor
nos parece, buscando nuestro propio beneficio.
Recuerdo una vez que un hermano me comentó que estaba ayudando
a orar a una jovencita, pues quería saber si era la voluntad de Dios que
aceptara el cortejo de un muchacho. Al parecer, esta es una actitud muy loable.
Hasta que pregunte: «¿Es creyente?». No, me contestó. Le dije: «¿Para qué oran
si las instrucciones de Dios al respecto son muy claras en su Palabra?».
Desgraciadamente, no es un ejemplo aislado. Miles de jóvenes
han comprometido su futuro al aceptar a alguien que no comparte la fe en el
Señor Jesús. No solo eso. Las Escrituras son claras respecto a mantener nuestra
pureza hasta el matrimonio, pero, ¿qué hace la juventud «cristiana»? Aceptan la
intimidad sexual durante sus noviazgos. ¡No podemos ser como los demás! Dios se
merece que nos acerquemos a Él de acuerdo a sus normas.
Y lo mismo en los matrimonios. Las ordenes son claras: Hombres,
«aprendan a amar a sus esposas». Mujeres, «aprendan a respetar a sus esposos».
¿Y cómo actuamos? Nos aislamos en nosotros mismos, permitimos que nuestro matrimonio
se estanque, desarrollamos amistad con personas del sexo opuesto en un nivel
más profundo que con nuestra pareja. Aceptamos dormir peleados, separados. ¡¿No
son claras las instrucciones de Dios?!
Desde que pasamos a formar parte de la familia de Dios, se nos
da un consejo para fortalecer nuestra vida: Ora, estudia la Palabra de Dios. Es
clara la orden, son bíblicas, provienen de Dios. Pero no son mayoría los que se
dedican de forma constante a perseverar en estas disciplinas. Las ordenes son
claras, nuestra obediencia no.
Al igual que la Tribu de Dan, hemos preferido hacer un
santuario que se acomode a nuestras preferencias de vida. Un ídolo ante el que
me puedo postrar y adorar pero que nunca se queja de mi mal comportamiento. Un
sacerdote que me sirva de intermediario desde la comodidad de mi desobediencia.
¡Pero no podemos burlar a Dios!
Mi querida Iglesia, la Palabra es clara respecto a la forma, y
actitud, con la que debemos buscar su Rostro y vivir la vida. Pero no lo
hacemos. Preferimos erigir sistemas religiosos, largos reglamentos, metodologías
que no nos llevan a nada. Tenemos el santuario, tenemos un dios en él, un
sacerdote, pero son falsos. ¡No te sigas autoengañando! Y comienza a vivir los
principios de la Palabra de Dios, poniéndolos por obra.
Así es querida Iglesia; si Dios nos manda perdonar, por mucho
que te hayan ofendido, lo debes de hacer. Si el Padre te pide poner la otra
mejilla, con humildad lo vamos a hacer. Si el Espíritu de Dios nos guía a
proclamar su Palabra, abramos nuestros labios para ser usados por Él. En lugar
de discutir sobre las cosas que no entendemos de las Escrituras, comencemos a
llevar al pie de la letra las que sí entendemos.
Dan ofendió al Padre durante mucho tiempo. Nunca se
arrepintieron de corazón. No imitemos su ejemplo, Doblemos las rodillas,
clamemos al Padre y, luego, levántate y comienza a obedecer. De esta forma
veremos la Presencia de Dios en nosotros, no vaya a ser que cuando Él vuelva
nos encuentre actuando conforme a nuestra voluntad.
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