Día 24. Su fuerza en nosotros
Día 24 de la Contingencia COVID-19
«Entonces el Señor le dijo a Gedeón: «Con estos trescientos hombres,
rescataré a Israel y te daré la victoria sobre los madianitas. Envía a todos
los demás a su casa» Jueces 7:7
No podíamos dejar de lado la gran lección de la vida de Gedeón.
32 000 hombres respondieron a su llamado para la guerra. Pongámonos en los
zapatos de este Guerrero Valiente. Si Dios te llamara para ir a pelear en
contra de un inmenso ejército ¿Cómo te sentirías? Tocas el cuerno para llamar a
la batalla. Los mensajeros salen con las peticiones de ayuda, solo queda
esperar para ver cuantos van a llegar.
Te levantas muy temprano. Seguramente no pudiste dormir. Miras
al horizonte y una sonrisa se ilumina en tu cara. Hombres de Manasés, de Aser,
de Zabulón y de Neftalí comienzan a llegar, se unen a los hombres del Clan de Abiezer,
quienes respondieron a tu llamado del cuerno. Llegan unos pocos, luego otros.
Miras a lo lejos, no son suficientes, los madianitas hicieron alianza con otros
reyes, su ejército es inmenso.
Como un río, gota a gota, los hombres siguen llegando. Bueno,
las cosas no están saliendo tan mal. 30 000 hombres han acudido al llamado. No
son muchos, pero pueden bastar. Miras a lo lejos, hacia el campamento enemigo,
comienzas a sentir que la seguridad crece dentro de ti. Y Dios interviene. Como
suele suceder, sus palabras sorprenden, conmocionan: «Son muchos».
¿Muchos? El enemigo los superaba. Pero obedeces. Entre el
ejército se esparce el mensaje: «El que tenga miedo, puede irse» 22 000 se van,
prácticamente, solo 1 de cada 3 permanece firme a tu lado. De hecho, en la Ley
que Dios le dio a su Pueblo, en la sección sobre la guerra, quedó establecido
que el que tuviera miedo regresara a su casa. Solo te quedan 10 000. Bueno, tal
vez exista una oportunidad todavía; el ejército es numeroso.
«Aún son muchos», repite la divina voz. Después de una prueba,
¡solo te quedan 300 hombres! 300 contra un ejército de miles. No es de extrañar
que después de esto la inseguridad se coló, una vez más, en el corazón de
Gedeón. De allí que pide señales que le confirmen que Dios está con él. Si
estuviéramos en el caso de Gedeón ¿cómo nos sentiríamos?
Tal vez nos identificamos con él. Pues hemos estado en situaciones
que nos rebasan completamente. Miras tu entorno ¿y qué encuentras? Te ves
rebasado por las circunstancias, ninguna mano está allí para apoyarte, a pesar
de tu fe el diagnóstico médico es desalentador, tu hijo volvió intoxicado otra
vez, el líder que preparaste te dividió la Iglesia. La oscuridad nos asfixia.
Miramos a lo lejos, solo vemos enemigos. Miramos nuestros recursos, no son
suficientes.
Entonces, sucede, la apacible voz del Espíritu de Dios se
desliza en tu mente. Pero no era lo que esperabas. Pues solo te dice: «Cuando
eres débil, yo soy Fuerte en ti». ¡Cómo le gusta al Padre glorificarse en
nuestra debilidad! Pues al final de cuentas, somos las criaturas y Él, Él es el
Dios Todopoderoso, Soberano del Universo, quien extiende su mano y nos salva,
eso es seguro… aunque nosotros temblemos de miedo y de inseguridad ante
situaciones que escapan de nuestro control.
Alto. ¿Te das cuenta de algo? Eso no suena a lo que muchas
veces se expone en los altares de la Iglesia. No suena a muchos de nuestros cánticos.
No suena a lo que puedes escuchar sintonizando los medios de comunicación
cristiano. Hemos tergiversado las cosas. Ahora les decimos a los creyentes que
son especiales, que Dios está allí para cumplir sus sueños, que sus propósitos
son nuestro bienestar, por lo que allanará el camino, no nos dejará ser
tocados… Nada más lejos de la verdad.
Ejemplo. Escuchaba una alabanza, me gusta por la ejecución de
la música, por la belleza de la letra (el invitado para esa canción le da una
autenticidad sorprendente, en la que se habla de la dependencia a Dios). Pero,
al final, se menciona, parafraseando, que se agradece a Dios porque me hará un
Campeón, un Hacedor de Sueños, alguien que será recordado por cosas grandes.
Aunque esto pueda ser cierto, el enfoque está en nosotros mismos (al menos es
la impresión que me da la canción).
Por eso Dios nos mira y nos dice con amor: «tienes mucha
fuerza, te voy a quitar una porción». ¡Increíble! Nos sentimos débiles y Él nos
quita más fuerza. Porque así, estaremos completamente seguros que la obra que
haga a través de nosotros, que los milagros que se manifiesten en nuestra vida,
vendrán del Cielo. El Padre será glorificado, y yo proclamaré su Nombre,
misericordia y bondad.
En contraparte a la canción que mencioné. Hay una canción de
Michael Rodríguez que amo entonar. Comienza hablando del milagro que Dios hizo
en un familiar. Aunque no lo menciona en el CD, leí que estaban en la playa y
una moto acuática le impactó en la cabeza. El diagnóstico era desalentador… pero
Dios obró. Literalmente, el hermano expresa: «en todo tiempo levantamos su
nombre, no por las cosas que nos pueda dar, sino porque Él es Dios». La
canción: «Mis labios se complacen», nació del binomio debilidad humana/fuerza
divina. Después de reconocer la soberanía de Dios y rendirse ante Él, el coro
me conmueve profundamente: «Mis labios se complacen cuando te dicen Señor».
¡Encierra la verdad de la vida del creyente en una sola frase!
El reconocimiento de que Él es el Señor y hará las cosas a su manera. No
precisa de un gran ejército. No le es necesario rodearse de Siervos
Superespirituales, armados hasta los dientes. No, Él se goza de salvar en la
debilidad, de avergonzar al fuerte, de recibir la alabanza por sus hechos y
maravillas. No, mi querida Iglesia, no se trata de nosotros, se trata de Dios.
Dicho sea de paso. ¿Con qué venció Gedeón? Con 300 hombres
armados de teas, cántaros y trompetas. Si quieres saber como lo hizo, lee la
historia en el libro de los jueces. Aquí quiero señalar el hecho de que no
importa lo que tengas a la mano, si el Señor lo bendice, la obra que realizarás
será maravillosa. Y ¿Sabes? Aquellos que aprendemos a ser débiles, nos deja de
preocupar el tamaño del enemigo. Estamos completamente seguros de que por
nosotros mismos, no podremos vencer. Pero, de igual forma, estamos seguros de
que a Él, que vive en mí, nadie lo puede vencer.
Se exalta a 300, que defendieron las Termópilas, se les ha
inmortalizado en una película. Aprovechando que el ejército enemigo tenía que
pasar por una estrecha franja. Ellos se apostaron allí. Eran guerreros,
espartanos que desde niños entrenaron para la guerra. Resistieron a un gran
enemigo. La fuerza humana resistió… al final todos murieron. Gedeón tenía 300,
hombre con miedo, sin saber del arte de la guerra. Sin usar espadas con la
fuerza divina derrotó a un gran enemigo a campo abierto. Ninguno murió. ¿Ves la
diferencia?
¡Levantemos alabanza por los hechos del Señor en nuestra vida!
Porque en medio de esta pandemia, y de la patente fragilidad humana, el sigue
siendo nuestro Dios. Aunque el enemigo sea como la arena del desierto, Él sigue
siendo Dios.
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