Día 27. El hijo de la ramera
Día 27 de la Contingencia COVID-19
«Jefté era un gran guerrero de la región de Galaad. Era hijo de Galaad, pero su madre era una prostituta». Jueces 11:1 NTV
¿No te encanta como empieza este pasaje? Nos muestra como
juzgamos por cosas insignificantes. Nos está introduciendo a la historia del
siguiente juez. Comienza con una hermosa descripción: «Jefté era un gran
guerrero». ¿Qué nos evoca esta descripción? Alguien reconocido por sus
aptitudes para la guerra, por supuesto, grandes dotes de liderazgo y
estrategia. Temido entre los enemigos, famoso entre su Pueblo. Y luego añade
«pero…» su madre era una ramera. ¡Y allí acabó el respeto para Jefté! ¡Pues
para los humanos es ¡más importante su ascendencia que sus aptitudes!
Ese «pequeño» aspecto había marcado la vida de Jefté de una
manera terrible. Pero, un momento, ¿ya lo notaste? ¡Él no tenía la culpa de lo
sucedido! Fue su padre quien pecó teniendo relaciones con la prostituta, ella
quedó embarazada. Nació Jefté. Un niño inocente que, por circunstancias de la
vida, quedó marcado desde su nacimiento.
Como suele suceder en estas circunstancias, Galaad, su padre, tenía
esposa. Con el tiempo, los hijos crecieron. ¿Cómo crees que vivió Jefté su
infancia? Es de suponer que había preferencias para los otros hijos, pues él
era fruto del vientre de «esa» mujer. Al crecer sus hermanos, terminaron
corriéndolo de su casa. Su Padre no lo defendió… aunque él era el primogénito,
según se infiere de los textos.
¿Te sientes identificado? Creo que todos hemos sido relegados,
marcados, por circunstancias que escapan de nuestro control. Tal vez es el
color de tu piel, la forma de tus ojos, el tamaño de tu nariz, el sobrepeso.
Aspectos de tu cuerpo que se convirtieron en motivo de discriminación,
herramientas para acrecentar la soledad.
Y que me dices de los que nacieron en una familia con carencias
económicas. La vida se resumía a tratar de sobrevivir un día más y evitar las
golpizas de un Padre alcoholizado, de una madre limitada por la ignorancia y el
dolor. ¿Cómo acceder a una educación? Rechazado desde el mismo hogar,
encuentran, como Jefté, compañerismo con los ociosos.
Encerrada en ti misma. Sufriendo en silencio la soledad, el temor
de acercarte a los demás. Te dicen que confíes, que disfrutes de la vida. ¿Cómo
hacerlo? Si tu mente, cual video en bucle, te recuerda que no vales nada porque
fuiste violentada una y otra vez, usada sexualmente sin tu consentimiento.
¡¿Qué culpa ibas a tener si solo eras una niña?! ¡Pero te marcó para siempre!
¡Te paralizó la vida!
Como Jefté, creciste con alguien que no era tu padre, o madre,
de sangre. Pero no te amó. Todas las oportunidades, los cariños, los regalos,
se los llevaban los otros. Creciste en la oscuridad de una esquina, relegado al
sufrimiento de saberse despreciado. En los pleitos, siempre el culpable. En las
contiendas, siempre el perdedor. Y le gritaste al cielo que ya no querías la
vida, que preferías estar muerto.
Así es, «unos nacen con estrella y otros estrellados», dice un
refrán mexicano. Cuantos aspectos de nuestra vida, de los que no teníamos la
culpa, han obstaculizado nuestro destino. Cuantas las oportunidades perdidas
por no tener solvencia económica; cuantas las amistades negadas por no cumplir
con el «perfil» que requieren los demás. No importa quién seas por dentro, le
decían a Jefté, para nosotros eres y serás el hijo de la ramera. Y eso,
desgraciadamente, es una realidad hasta en nuestras congregaciones.
¿Qué nos queda? Es la vida que nos tocó vivir ¿o no? Jefté
cargaba con el estigma de su ascendencia. No tenía hogar. Estaba rodeado de
ociosos. Pero llegó a ser un Gran Guerrero. Aquí hay una gran lección, Jefté no
había escogido de quien nacer, no era responsable de la actitud de su padre y
hermanos. Pero sí se hizo responsable de sí mismo y se convirtió en un Gran
Guerrero.
El Padre no se fija en las pequeñeces para descalificar a una
persona. De hecho, si observas la historia, te darás cuenta que Él le fascina
tomar a estos hombres y mujeres y transformarlos; para su Gloria. Sí, no puedes
decidir sobre esos aspectos que lastimaron tu vida en el pasado; pero tu futuro
está asegurado en las manos de un Dios Amoroso.
Además, pensémoslo; tal vez fueran esas duras circunstancias
las que convirtieron a Jefte en un gran guerrero. El sufrimiento siempre viene
acompañado de la oportunidad de madurar, de crecer, de ser transformado. Las
circunstancias, entonces, jamás serán impedimento para que Dios cumpla su
propósito en ti. Dios usó a este Gran Guerrero para liberar a su pueblo.
Querida Iglesia, sana tu corazón delante del Señor. Él aún no
ha terminado contigo. Tomará ese horrible pasado, lo desechará y te mostrará tu
verdadero destino. Acércate. Deja que te transforma a la luz de su Gracia. Hará
un Gran guerrero de ti; te transformará en una Princesa entrenada para la
guerra. Nuestro Dios es bueno. Nada puede impedir nuestro destino… solo
nosotros mismos.
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