Día 15. Entrenando la siguiente generación.


Día 15 de la contingencia COVID-19

«Después de que murieron todos los de esa generación, creció otra que no conocía al Señor ni recordaba las cosas poderosas que él había hecho por Israel». Josué 2:10


Hay una cosa que suele suceder en la vida, vivimos siempre ocupados y preocupados. El tiempo es un cruel opresor al que servimos. A cualquier persona con la que platiques, te dirá lo ocupada que está, lo necesitada de tener más tiempo. El problema es que dedicamos nuestras energías y horas a las cosas que son urgentes, olvidando las que son importantes.

Me impresiona la generación de Josué: vez tras vez dan muestras de su fidelidad y compromiso con Dios. Tristemente, fallaron en una de las cosas más importantes de la vida: el desarrollo espiritual de sus hijos. ¡Qué triste frase! ¡Qué tragedia que se hable así de nuestros hijos! «Una generación que no conocía al Señor».

Por favor, pon atención a esto, es muy bueno ser fieles a Dios, obedecer sus mandamientos, pero que triste ser recordados como aquellos que eran padres de hijos que se alejaron del Señor; por su comportamiento deshonesto y contrario a la voluntad de Dios.

Así que no nos olvidemos de la siguiente generación. Comencemos con la generación que está a nuestro cargo, con la que tenemos más influencia: nuestros propios hijos. Es más común de lo que te imaginas, tristemente, que nos ocupamos de los asuntos del Reino; sacrificando a aquellos que viven bajo nuestro techo. Tal vez lo hacemos, porque confiamos en que están creciendo en un ambiente cristiano; porque nos acompañan fielmente a las reuniones de la congregación cada domingo; y por eso creemos que están a salvo. Al final de cuentas ellos están creciendo como cristianos ¿o no es así? La experiencia nos muestra que muchos que creyeron eso, un día despertaron para darse cuenta que no era así.

El texto nos señala dos características de esta generación que se alejó de los caminos del Señor: Número uno, no conocían al Señor; y número 2, no habían experimentado de primera mano las maravillas del Señor.

Vamos a profundizar en estas verdades. Pues creo que hoy más que nunca es una gran prioridad que la siguiente generación de creyentes sea más fiel a Dios, más entendida en los misterios espirituales; más santa; más poderosa, más valiente y más estratégica en la proclamación del evangelio que la nuestra. Ya que enfrentarán la hora más obscura sobre la tierra.

Antes de entrar en materia, y aunque es obvio, tenemos que dejar en claro que el desarrollo de nuestros hijos es, en primer lugar, de los padres. La Iglesia es un apoyo para la instrucción y el compañerismo cristiano. El conectar a nuestros hijos con el Padre celestial nos corresponde a nosotros, los que tenemos el privilegio de ser padres. Ya que somos nosotros los que daremos cuenta de ellos.

Bien, nuestros hijos deben de conocer a Dios. Es una prioridad. No estoy hablando de un mero conocimiento intelectual o emocional; sino relacional con Dios. Dios es una realidad, por lo que la comunión con Él debe de ser eso, una realidad. Cuando existe solo un conocimiento emocional-intelectual el resultado será que nuestro hijo aprenderá una religión y no la experiencia de una vida abundante. Lo digo por experiencia.

Cuando era niño mi mente estaba llena de la Biblia. Como muchos de sus hijos, no había historia bíblica que no me supiera; amaba estar en el templo; mi vida giraba alrededor de la vida eclesiástica… pero no sabía relacionarme con Dios, tampoco sabía cómo trasladar eso que había en mi cabeza a la vida diaria. Eso lo aprendería después, bueno, ejem, aún lo estoy aprendiendo.

Te explicaré la diferencia con una anécdota. Desde muy pequeña, mi hija, que hoy tiene 8 años, sabía, por historias de la Biblia y por lo que yo le contaba, que Dios habla. Que la oración se trata de platicar con Dios. Sin embargo, un día platicando me comento que estaba triste porque Dios no le hablaba. Ella sabía que Dios quería hablar con ella, pero no sabía como. Esa fue la oportunidad perfecta para una charla práctica. Le comencé a explicar cómo Dios habla. Oramos y Dios le habló. Ahora no solo sabe la teoría de que puede hablar con Dios, también sabe como hacerlo.

Otra cosa que nos puede ayudar a encaminar a nuestros hijos es enseñarles como se aplican los textos a la vida diaria. No se trata, entonces, que aprendan de Memoria Josué 1:9; sino que sepan aplicarlo cuando se enfrenten a un gran reto; cuando el miedo les envuelva el corazón; cuando la ansiedad les roba la paz. Así van descubriendo la eficacia de la Escritura en la vida diaria.

El verso en el que estamos meditando nos dice que esa generación no conocía al Señor. ¿Por qué no? Porque sus padres estaban ocupados en otros asuntos de la vida y no en hablar con sus hijos del Señor. Aprendamos de esto. Programa tiempo para sentarte con tus hijos y hablarles del Padre celestial. Pero hazlo de una forma que se sientan identificados. Cuéntales de tu propia relación con Dios, de tu historia de amor con Él, de como se te revela, de como has llegado a conocerle a Él.

Y, por supuesto, nada como el ejemplo de los Padres. Si ustedes solo experimentan a Dios al cobijo de una religión; no se extrañen que sus pequeños sigan sus pasos. Pero si ven que Dios es una realidad para ustedes; lo reflejan en sus oraciones; en su matrimonio; lo buscan en medio de los problemas; en su carácter; ellos querrán seguir esa clase de cristianismo.

En el libro «Biografías de grandes cristianos» se nos narra la vida de creyentes que fueron usados por Dios para influir en su generación e, incluso, cambiar el rumbo de la historia. Pues bien, el 90 por ciento de ellos fueron impactados por la vida de sus Padres. Uno de ellos declara que su papá oraba de tal forma, que el concluyó que la única razón para que él lo hiciera así es porque Dios tenía que ser real. Como ves, el ejemplo es de vital importancia.

En conclusión. Mostrémosles a nuestros hijos que ser cristiano no es una materia que se aprende sentados en la congregación. Muéstrales que ser cristianos es disfrutar de la Vida. Más específicamente de la Vida Eterna que Dios nos ha dado en Cristo Jesús. Lo que me lleva a mencionar que es muy importante no dar por sentado que son salvos. Explícales la salvación, los conceptos del arrepentimiento, de la fe. De que el cristianismo trata de Dios y no de nosotros. Esa debe ser nuestra prioridad.

Enséñales a tus pequeños que ser cristiano es ir más allá de las cuatro paredes del templo. Llévalos a compartir de Cristo, a visitar lugares de pobreza, involúcralos en los diferentes ministerios. Pero, también, enséñales a vivir en el mundo. Exploren juntos lo que les enseñan en la escuela, no le tengas miedo a las preguntas difíciles (para eso estamos los maestros, para ayudarles y aprender juntos). Nuestros hijos deben aprender a ser luz en medio de las tinieblas; y no corderos asustados que miran el mundo desde la vaya de un templo.

Lo que me lleva directo a la segunda parte del texto, esa donde dice que esa generación no había visto las maravillas de Dios. Esa era la gran diferencia con sus padres. La generación de Josué había sido testigo de los grandes milagros, de los juicios a la gente que murió en el desierto. Ellos no conocían a Dios, habían experimentado a Dios. A diferencia de ellos, la nueva generación no conocía las maravillas de Dios.

Querida Iglesia, es muy diferente contarles la historia a nuestros hijos de que el Señor Jesús hizo milagros mientras estuvo en la tierra; a que ellos mismos sean testigos de esos milagros y, más aún, a que ellos sean el medio que Dios use para realizarlos. Nuestros niños deben aprender a profetizar; deben hablar en lenguas; deben aprender su Identidad en Dios y las armas con las que cuenta para vivir en este mundo. Debe conocer las artimañas del enemigo y estar listo para enfrentarlo.

¿Le has explicado a tu hijo como el enemigo pone pensamientos en su mente? ¿Saben como renovar su entendimiento? ¿Les enseñas a hacerse responsable con sus emociones? ¿Entienden como perdonar? Te darás cuenta que al enseñar a un niño estas cosas, hay que entenderlas primero uno, debemos experimentarlas de primera mano y explicarlas en un lenguaje que sea entendible para ellos.

Y es que piensa por un momento. Toda la semana nuestros hijos son bombardeados con información. En la escuela aprenden ideologías que son contrarias a la voluntad de Dios; en los videos en internet, en los videojuegos, en las redes sociales, en la televisión se exponen a ideas, culturas, incluso, poderes del enemigo. Todas estas cosas saturan su cerebro. Una clase a la semana los domingos no van a poder borrar horas y horas del adoctrinamiento cultural que reciben a través del ambiente que los rodea.

Para que ellos rechacen el poder de la maldad, deben estar unidos a un poder mayor; al amor del Padre Eterno. Pero, como hemos repetido muchas veces; debe ser un poder que vivan a diario; deben conectarse con Dios y no solamente con sus conceptos; deben experimentar la vida en Dios y no solamente simpatizar con la ideología cristiana. Preparemos a nuestros hijos para que sean una generación más fuerte y lista para alcanzar los propósitos del Padre.

Hace un momento les comentaba que es buena idea hablar de nuestra historia de amor con Dios. Ampliemos esta idea con lo que estamos hablando. Si queremos que nuestros hijos sepan de las maravillas que Dios ha hecho en nosotros ¡Hablémosles de ellas! Habla de las revelaciones que has recibido, de como Dios te ha usado, de como te proveyó milagrosamente. Esto va mostrándole a tu hijos que Dios está pendiente, de forma real y práctica, de ustedes.

Lo ideal es que cada Padre y Madre trabajaran en unidad para desarrollar a sus hijos. Desgraciadamente, esta suele ser una utopía. La realidad es que la tasa de divorcios, las dificultades económicas, las propias deficiencias emocionales de los progenitores, la ignorancia, la falta de espiritualidad, son factores que están desarrollando creyentes débiles. Aquí es donde entra la Iglesia.

Apoyemos el desarrollo de una nueva generación. Como Congregación asumamos el compromiso de desarrollar a una nueva generación ¿Cómo? Cambiemos nuestra forma de acercarnos a ellos. Por ejemplo, en muchas congregaciones se les pide a los adolescentes estar en el culto general; pero, ¿se predica para ellos? ¿se dan ejemplos, en los sermones, de cosas que son prácticas y reales a su vida cotidiana?

Esta es una generación que «nació con el celular pegado en la mano». Dese niños aprenden de una forma visual, sonora y experimental, con toda la información y videos del Internet. Luego, llegan el domingo, donde les decimos: «Sean respetuosos y manténganse callados» ¿Notas la discrepancia? ¿Crees que una generación educada así atenderá a los conceptos que una persona se dedica a hablar? En algunos casos sí, pero en la mayoría no.
Por eso, cambiemos nuestra forma de darles clases. Dejemos de contarles «Historias bonitas» y desarrollemos enseñanzas que los pequeños puedan aplicar en su vida diaria. Tengamos oraciones con ellos, de acuerdo a su edad que vayan profundizando en su relación con Dios. No solo basta con enseñar textos, es necesario que aprendan a vivirlos. Mucho podría hablar de esto, querida Iglesia, pero para eso necesitaríamos varios días para meditar en todo esto.

Pero quiero dejarte, querida Iglesia, con la inquietud, con el deseo de entrenar a aquellos pequeños para que sean una generación de cristianos que «conozcan a Dios y han visto todas las maravillas que Él sigue haciendo a través de ellos». No esperes a que tu hijo se haga más grande… será demasiado tarde para entonces. Te invito a que el día de hoy elevemos oraciones por esa nueva generación que se ha de levantar.

Comentarios

  1. Expone usted muy bien la palabra, por favor no deje de hacerlo

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  2. Muchas gracias por leerme; le agradezco sus palabras, es Dios en nosotros, a Él la gloria.

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