Día 29. Manoa: ejemplo de fe.
Día 29 de contingencia COVID-19
«Entonces Manoa le preguntó: —Cuando tus palabras se hagan realidad, ¿qué
reglas deben gobernar la vida y el trabajo del muchacho?». Jueces 13:12 NTV
Jefté muere. Después de él se nos mencionan tres jueces, Ibzán,
Elón y Abdón. Son muy pocos los datos que se nos da de ellos. Entrando al
capítulo 13 nos encontramos con el más conocido de los jueces: Sansón. Comienza
su biografía con sus padres, su madre era estéril, pero un ángel le dice que
tendrá un hijo, un libertador.
Tengo que confesar que iba a pasar directamente al Pacto de
Nazareo que regiría la vida de Sansón. Como un paréntesis, comencé escribiendo
sobre su Padre, Manoa. Conforme plasmaba las palabras me di cuenta que la
actitud de este hombre, cuya historia abarca tan solo unos versos de la Biblia,
era un ejemplo para la Iglesia. Sí, tengo que admitir que al escribir esto, amé
la actitud de Manoa. Pues Manoa fue más fiel en su encomienda que su hijo,
Sansón.
Adentrémonos en la historia. Ellos no tenían hijos, no podían
tenerlos. Dentro de la sociedad israelita, la esterilidad siempre fue vista
como una maldición de Dios. Seguramente la gente los señalaba y se burlaba de
ellos. Por lo que es sencillo inferir que muchas veces le habían pedido a Dios
que les concediera tener un hijo. El Padre les contesta favorablemente.
El mismísimo Ángel del Señor desciende a verlos (en lo personal
creo que es un ángel y no el Señor Jesús). Pero solo se aparece a la mujer. Le
dice que va a quedar embarazada, que su hijo será un libertador de Israel, pero
que su vida iba a estar marcada debido a su llamamiento. Feliz corre y le
cuenta a su esposo lo sucedido. Aquí comienza lo interesante.
Manoa ora a Dios y le pide ver al ángel, aunque aún no sabían
que era un ángel. Pero no lo hace por incredulidad, por supuesto que no. Sino
que quiere instrucciones respecto al hijo que iba a nacer. Como veremos más
adelante, la actitud de este hombre es la que todo creyente debe tener. Dios le
concede su petición y el ángel los vuelve a visitar. Esta vez habla con Manoa y
llegamos a nuestro texto. Observemos como sus palabras revelan su hermoso
corazón.
«Cuándo tus palabras se hagan realidad» ¡Qué declaración tan
simple y poderosa! Recordaba cuando a Zacarías, un Sumo Sacerdote, en la misma
presencia de Dios, en el lugar Santísimo, ve a un ángel (él si sabía que era un
ángel) y recibe la promesa de un hijo, ¡él dudó! Pero Manoa, un hombre común,
que no sabe que delante de él está un ángel, en ningún momento duda de la
palabra profética.
«Cuando tus palabras se hagan realidad». Manoa no pide señales,
no le pide que le muestre sus credenciales para saber quien es y de donde viene.
No, de ninguna manera. La convicción de este hombre me asombra. Él no dice «Sí
tus palabras llegan a hacerse realidad»; él dice «cuando». ¿Te das cuenta? ¿Qué
pasaría si creyéramos de esta manera en las promesas que Dios nos ha dado?
Porque a diferencia de Manoa nosotros si pedimos señales. Nos
dan una palabra profética y la archivamos como un bonito recuerdo, pero no nos
ponemos en acción, no alineamos nuestras vidas a las promesas de Dios. Bueno,
si no lo hacemos con la Palabra de Dios, mucho menos lo haremos con la dirección
que recibamos por revelación.
¿Qué crees que pasaría si actuáramos en fe? Si diéramos por
ciertas las revelaciones y las profecías. Estamos viviendo en tiempos donde las
Escrituras se están cumpliendo ante nuestros ojos, y ni aun así creemos en lo
que el Padre dice. Recuerdo un canto, de un grupo llamado Jubileo, en la
canción decía «Dime, ¿Qué esperas ver para que puedas creer?», y en una parte
nos dice que si esperamos ver que se nuble el cielo y se abra la tierra… pero
entonces ya será tarde para creer.
Ese es uno de los problemas de la Iglesia, actuamos como si
todavía tuviéramos mucho tiempo. Nos sentamos a esperar que «Dios se mueva»,
que se derrame sobre nosotros. ¡Ay! Mi querida Iglesia, si entendiéramos y
creyéramos, todo sería diferente. También viviríamos bajo el paradigma: «cuando
se cumpla tu palabra», entonces nos prepararíamos, estaríamos listos y
vigilantes, como Manoa.
Mira lo que dice: «¿Qué reglas debe seguir el muchacho?». Por
eso amé su actitud. No solo es un hombre que cree que Dios hará lo que
prometió, es alguien que ¡quiere estar listo cuando la promesa suceda! Él no
está dudando, pide instrucciones, porque su fe lo prepara para obedecer. Sabe
que su hijo será especial, por lo que llevará a cabo todo lo que está a su
alcance para que ese niño cumpla con la Promesa de Dios.
Mi querida Iglesia ¿cómo te estás preparando para cumplir tu
promesa? Nuestras vidas están siendo conmovidas, nuestro destino está siendo
revelado ¿estamos listos? Que triste es que Dios nos dé revelaciones
específicas y nosotros no hagamos nada. ¿Sabes que revela eso? Que nuestros
labios dicen «¡Amén!», pero nuestro corazón en realidad no quiere obedecer. No
estamos convencidos de la verdad.
Dios habla, nos da su Palabra, nos revela su voluntad. Y no
estamos listos para obedecer. Decimos ¡nuestro Señor viene! Debatimos en
internet respecto al significado de todo lo que pasa alrededor nuestro, pero no
nos estamos previniendo para lo que está por venir a la tierra. Es tiempo de que
digamos: «creo, ¿cuáles son tus instrucciones Señor?». Y trabajar cada día para
cumplir el llamado que se nos ha hecho.
Dices que irás a las naciones, ¿estás aprendiendo otro idioma?
Que lo tuyo es impactar con la alabanza y la danza, ¿cuánto tiempo ensayas al
día? ¿mejoras tus rutinas? Que vas a predicar y enseñar ¿mejoras tu oratoria,
tu hermenéutica? Que el Señor viene pronto ¿cuántos muertos por Coronavirus
están pasando a una eternidad sin el Señor Jesús? ¿Acaso te conmueve eso? ¿Te
estás preparando?
O, lo único que hacemos es qué en casa, a través de internet,
seguimos las mismas reuniones que hacíamos en el templo, las mismas personas, los
mismos temas redundantes. ¡Es tiempo que despertemos! Sí, el Señor viene,
¿cuántas almas estamos alcanzando para el Señor? ¿cómo estamos mejorando
nuestras habilidades para alcanzar al mundo para Dios? servimos en un
ministerio, ¿damos el cien por ciento en esos proyectos?
Sí hermanos, me conmovió esta palabra. Me conmocionó la actitud
de este hombre llamado Manoa. ¿No deberíamos creer así? Vivir la vida con la
plena convicción de que hay un «cuando»; porque el Señor cumplirá su Palabra. Y
con la actitud del corazón que dice «Señor, ¿cuáles son las instrucciones a
seguir?». Abre tus ojos, querida Iglesia, dejemos de hablar, comencemos a creer
y lancémonos a actuar. A preparar todo para la inminente venida del Señor.
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