Día 31. El Poder no es sinónimo de santidad
Día 31 de la Contingencia COVID-19
«Fue Sansón a Gaza, y vio allí a una mujer ramera, y se llegó a ella».
Jueces 16:1
¡Qué triste manera de referirse a un Juez de Israel! Sansón
tenía todo. Unos padres que lo amaron y creían en el Señor. Escogido desde su
nacimiento. Es el primer Juez en el cual se nos dice más de una vez que: «El
espíritu de Dios vino sobre él». Fue privilegiado con asombrosas maravillas de
poder físico. Era invencible. ¿En dónde lo encontramos? ¿E presencia del Eterno
Dios? No ¡Disfrutando los placeres de una ramera!
Sansón nunca valoró el llamado que Dios le dio. Su cuerpo
manifestaba la fuerza de Dios, su pacto como Nazareo le proveía el respaldo
divino. Pero Sansón nunca rindió su corazón al Padre. Por lo que se puede ver en
su historia confiaba más en sí mismo. Era caprichoso y vivía según los impulsos
de su corazón. Su deseo no era cumplir su destino, sino satisfacer sus
apetitos.
Al principio miró a una mujer filistea y se enamora de ella, se
casa con ella. En plena boda hace berrinche y la abandona. Después de mucho
tiempo llega como si nada para buscarla y se entera que fue entregada a otro.
Ahora, mira a esta mujer, y no duda ni un momento en meterse con ella. Lo que
podemos observar es que con todo el poder que Sansón tenía, su corazón jamás
maduró. Aquí hay una gran enseñanza para nosotros: «No todo el que manifiesta
el poder de Dios tiene un corazón puro».
Al enseñar sobre los dones, le explico a la Iglesia que el uso
de un don no es evidencia de santidad. Lo explico. Cuando venimos al Señor
Jesús, recibimos dones y las capacidades espirituales, a través del Espíritu de
Dios, de operar en lo sobrenatural. Es simplemente una herramienta a nuestra
disposición, los creyentes son quienes pensamos que si alguien manifiesta un
don poderoso y visible es porque su corazón anda en los caminos de Dios. No es
así, aquí tenemos el ejemplo en Sansón.
Es muy lamentable y terrible operar en lo sobrenatural mientras
se vive una doble vida. El asunto es que el don se aviva conforme se usa,
mientras más se ponga en práctica, más resultados podremos ver. Pero, la
santidad, la madurez, la sabiduría, esas se logran poniendo en práctica la
Palabra de Dios. Es por eso que a muchos que le dirán: «pero, sanamos en tu
nombre, echamos fuera demonios»; el Señor les responderá: «no los conozco».
¿Qué aprendemos de esto? Querida Iglesia cuidemos que estemos
creciendo en la relación con Dios y no solamente en la ampliación de nuestro
ministerio. Pues me doy cuenta que a veces solo ponemos énfasis en el servicio,
pero no en la profundidad de la relación con Dios. A la par que establecemos su
Reino, nuestro carácter debe de estar cambiando, el amor debe ser más
reconocible en nosotros, el fruto del Espíritu debe ser nuestra carta de
presentación; y la sabiduría debe estar presente en nuestras palabras.
Tal vez es por eso que a una Iglesia que trabajaba fielmente,
el Señor le advierte en el Apocalipsis, «haz dejado tu primer amor». Porque lo
que sustenta nuestra vida cristiana no es el servicio otorgado a Dios, no es el
cumplimiento de su voluntad, es el amor que fluye, de parte de Dios, de nuestro
corazón hacia el Padre y a nuestros prójimos. No nos confundamos hermanos, el
poder es una consecuencia de la salvación, pero la santificación es un proceso
fundamental en nuestra vida.
Sansón no valoró su llamado. Como acabo de explicar, no le
importaba madurar. Seguía los apetitos de su corazón. El que más se hace
patente, es el sexual. Es por eso que, al final de cuentas, terminó en
desgracia. Por el poder de Dios en él, se autoengañó a tal extremo que pensó
que podía hacer lo que quisiera. Querida Iglesia ¡no amemos los milagros más
que la santidad! Pues solo con santidad podemos ver el Rostro de Dios.
En este mundo erotizado y sexualizado esta es una advertencia
clara para los creyentes. Debemos establecer una diferencia, debemos guardar la
pureza. ¡Cuántos creyentes han caído en desgracia por pecados sexuales!
Fornicación, adulterio, pornografía, prostitución, etc. Necesitamos una
generación de siervos santos, de princesas santas; de jóvenes que respeten a
las señoritas; de hombres que controlan lo que sus ojos ven, de corazones que
aman más su consagración que los apetitos del mundo.
¿Te das cuenta de algo? Sansón jamás reunión un ejército. 20
años fue Juez de Israel, y ni una sola vez los llamó a pelear. Nunca pensó que
necesitaba a los demás. ¿Qué hacía en Gaza? Era una ciudad filistea, él estaba
siendo perseguido por ellos… pero se creía invencible. ¿No se parece a la
actitud de muchos creyentes? Van por el mundo pensando que son indestructibles,
que son maduros, que no necesitan de la Iglesia, que pueden hacer las cosas a
su manera.
Estando en Gaza «vio» a esa mujer. Se dice que hoy tenemos una
saturación de información. Antes, prendías la TV y tus opciones eran unas
cuantas estaciones; ahora no es así: Youtube, Facebook, Videos, Peliculas,
Noticias, ¡Hay tanto para ver! Tanto en qué ocupar el tiempo. Pero la pregunta
es ¿Qué estás viendo? ¿De qué te estás llenando? Aún y cuando veas material
«cristiano» se aplica el mismo principio: ¿Qué es lo que estás viendo?
Sansón se relacionó con esta mujer, al parecer era su
costumbre. Pensemos, ¿Con qué nos relacionamos nosotros? ¿Qué estamos
permitiendo que se apodere de nuestra alma? Querida Iglesia, no demos por
sentado nuestra salvación; que no seamos encontrados cómodos y haciendo lo que
queramos creyendo que contamos con el respaldo de Dios. Que nuestra mente y
corazón estén llenos, en primer lugar, de Él.
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